Specialists warn about the addiction generated by mobile phones, especially in young people. Not even on holidays can we disconnect.
But what is more serious is that the very institutions, official bodies, banks, etc. have promoted the campaign of the ‘indispensability’ of the mobile phone on the basis of the pandemic and its virtuality.
This has led to the development of apps created specifically for mobiles to the limit of absurdity, to the detriment of the ever-present and never sufficiently weighted and recognised PC.
In my case, the bank I use (official) has disabled many operations from my PC, making it necessary to use my mobile phone, for example, to make a transfer. Practical and optional? No. Not at all. Compulsory and of discreet taste, perhaps.
The famous phrase ‘on holidays I disconnect’ is more in question than ever. A quick glance at the beach, for example, shows us the opposite.
We are still glued to our mobile phones, just like any other day. What's wrong with us that we can't distance ourselves from our mobile phones?
Different specialists have referred to this phenomenon, and even compared it to drugs, in the sense that there is an addiction, and therefore a withdrawal syndrome to overcome, when we want to get away from it.
Pupils in schools, for example, who, with the excuse of having to use their mobile phones, pay attention to everything they can find on them instead of listening to the voice of the teacher or professor. Old-fashioned? No. Realistic? Not realistic either.
Exaggeration sometimes creates addiction. And addictionb leads, in the end, astray. That's what's happening with mobile phones. One example? The destruction of family dialogue.
It should be made clear that the mobile phone is a sign of our times, nothing less. A portable audiovisual terminal that gives us the impression of being able to access everything that happens in the world, immediately. Of being in communication with everyone, all the time.
The original use, telephone communications, is almost no longer used. The boom of devices with high-definition cameras, and the subsequent - and immediate - publication that can be made on social networks, make the devices a common denominator.
Tourists on the beach in tights and with their mobile phones in their hands except when they enter the water. Two people sitting at a small table in a bar or café, in an intimate atmosphere and very close to each other, communicating via their mobile phones. This is the reality of our days.
Who knows, perhaps George Orwell himself or Richard Matheson could have foreseen in their literary delusions a similar future, a third millennium plagued by technology where human relations take a back seat.
Especialistas advierten sobre la adicción que genera el celular, especialmente en los jóvenes. Ni siquiera en vacaciones podemos desconectarnos.
Pero lo que es más grave las propias instituciones, organismos oficiales, bancos, etc han promo0vido la campaña de la "imprescindibilidad" del celular a partir de la pandemia y su virtualidad.
Llevando a desarrollar hasta el límite del absurdo apps creadas específicamente para los móviles a despecho del siempre actual y nunca suficientemente ponderado y reconocido PC.
En mi caso el banco que uso (oficial) ha desabilitado muchas operaciones desde el PC haciendo necesario el uso del celular por ejemplo para realizar una transferencia. Práctico y facultativo? No. Para Nada. Obligatoriua y de discreto gusto, tal vez.
La famosa frase "en vacaciones me desconecto" está más en tela de juicio que nunca. Una rápida mirada por la playa, por ejemplo, nos muestra la contrario.
Seguimos pegados al celular, como cualquier otro día ¿Qué nos pasa que no podemos tomar distancia del celular?
Distintos especialistas se refirieron a este fenómeno, y hasta la compararon con las drogas, en el sentido de que se registra una adicción, y por tanto un síndrome de abstinencia a superar, cuando queremos alejarnos de él.
Alumnos en las escuelas, por ejemplos, que con la excusa de tener que usar el celular prestan atención a todo lo que pueden encontrar en él en vez de escuchar la voez del maestro o profesor. Anticuado? No. Realista? Tampoco.
La exageración a veces crea adicción. Y la adicciónb lleva, al final, por mal camino. Es lo que está sucediendo con los celulares. Un ejemplo? La destrucción del diálogo familiar.
Hay que aclarar que el celular es un signo de nuestros tiempos, nada menos. Una terminal audiovisual portátil que nos da la impresión de poder acceder a todo lo que pasa en el mundo, de inmediato. De estar comunicados con todos, todo el tiempo.
El uso primigenio, las comunicaciones telefónicas, ya casi no se hacen. El boom de los aparatos con cámaras de fotos de alta definición, y la posterior -e inmediata- publicación que se pueden hacer en las redes sociales, hacen que los dispositivos sean un común denominador.
Turistas en playa en malla y con el celular en la mano salvo cuando entran el agua. Dos personas sentadas en una mesita del bar o la confitería, en un clima íntimo y a mu poca distancia una de otra que comunican a través del celular. Es la realidad de nuestras días.
Quien sabe, tal vez el mismo George Orwell o Richard Matheson podrían haber vaticinado en sus delirios literarios un futuro semejante, un tercer milenio plagado de tecnología donde las relaciones humanas pasan a un segundo plano.
Source initial image / Fuente imagen inicial: Pixabay by fernandozhiminaicela.
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