Mar de pensamientos...

Estaba tranquila respirando los vientos que nos trae el otoño de la temporada y de pronto, escuché que ella le dijo al seguirlo hasta el estacionamiento porque él prefirió montarse en el auto e irse: '¡ojalá te mueras!'

Esas palabras me situaron en el contexto de mi propio matrimonio y me llevaron a reflexionar porque a veces las mujeres somos de armas tomar, somos lengua flojas, somos explosivas y creemos tener siempre la razón, nos encanta que nos digan que no nos equivocamos, exigimos derechos hasta porque un mosquito no vuele en nuestro espacio, nos encanta que nos digan que somos y que nos traten como a vasos frágiles, pero, ¿qué pasa con la contraparte?, ¿somos recíprocas nosotras?

A veces hay abuso desmedido y descarado que puede costar un precio muy alto, no solo yéndose por el lado de la tragedia.

'Vaso frágil': es esa frase formada de dos palabras que siempre se ha repetido en coletillas, en novelas, en canciones, en poemas, encuentros de parejas, en cursos pre matrimoniales, en bodas, en compromisos serios de noviazgo; generalmente está relacionada con la responsabilidad, con la actitud que un hombre debe tener al tratar a su esposa, con el valor que le da en lo cotidiano no solo a la relación que tiene con ella, sino a la esencia de lo que esa mujer representa como persona.

Un vaso frágil por sí solo se describe: debe ser tratado con cuidado porque puede romperse y nunca quedar igual por más que se trate de unir con el mejor pegamento.

Con lo que escuché de los vecinos creo firmemente que las cosas dentro de la vida de pareja cambiarían a una sana relación si como mujeres no nos centráramos solo en nosotras mismas y entendiéramos a quien duerme a nuestro lado. Las palabras de la muchacha iracunda me llevaron a recordar a una de mis autoras favoritas, la escritora ucraniana Clarice Lispector, justo la obra llamada 'Cerca del corazón salvaje', recordé una frase que hasta la tengo subrayada:

Hay cosas indestructibles que acompañan el cuerpo hasta la muerte como si hubieran nacido con él, y una de esas es lo que surge entre un hombre y una mujer que viven juntos ciertos momentos.

'Momentos': Entonces vi el reloj, estaba a tiempo de accionar antes de que Benjamín llegara del trabajo, de un día cansado para él, así que me levanté, metí el coche y le pedí a mi mamá que se quedara con mis hijos por un buen rato hasta yo ir al 'gabinete de belleza' que tiene mi habitación.

Me encerré, decidí arreglarme porque le haría a mi marido una invitación. Al inicio estaba un poco molesta, ya que es su costumbre esconder mis maquillajes en sitios que ni siquiera puedo alcanzar... justo necesitaba los que desaparecieron de mi gaveta por el arte de magia de una zurda. Mejor me reí porque otra vez aparecieron esas infecciosas palabras que la muchacha le dijo a su pareja; cuando terminé, decidí esperar a Benjamín en la habitación.

Apenas escuché que llegó en el auto, bajé las escaleras para abrirle la puerta... sí, se encontró con su enana mujer en el recibidor, sorprendido preguntó que a dónde íbamos, entonces tomé su mano y lo llevé a un sitio lujosísimo para deleitarnos con una cena romántica: el comedor de la cocina.

Es ese lugar silente, amplio, claro, con olor a cítricos, vino, azúcares, mieles y café; con ventanales que nos invitan a ver las estrellas cuando el cielo se descobija de las nubes y nos regala su esplendor, nos pusimos a platicar. Mientras lo escuchaba acerca de su día laboral porque le pregunté, pensaba en que un hombre también es un vaso frágil que:

❤ Esconde un significado verdadero de sus sentimientos, aunque no lo demuestre.

❤ Quiere que le digamos 'te amo' en vez de: 'sé que sabes que te amo'.

❤ Quiere sentirse importante y prioritario.

❤ Es capaz de cuidar las cosas frágiles.

❤ Es fuerte y que no se debe minimizar sus malestares físicos y almáticos.

❤ Quiere que digamos las cosas en una sana conversación porque no pueden leer nuestra mente.

❤ Quiere una experiencia de conexión más allá de lo físico.

❤ Quiere ser el motivo por el cual tú sonríes.

❤ No solo desea, sino que ama.

❤ Quiere que estemos mental y espiritualmente comprometidas con él.

❤ Quiere conocernos más allá del cuerpo desnudo y las sábanas.

❤ También estaría gustoso que le dieras una rosa o le hagas un cumplido.

❤ Quiere impulso en sus sueños y una mano que lo levante en sus fracasos.

❤ También quiere sentirse protegido y seguro en nuestro regazo.

❤ También tiene abonos para hacer crecer la relación.

❤ Quiere que así como a una mujer no se la debe tocar ni con el pétalo de una rosa, pues a él tampoco y más si en vez de tocarle con el pétalo le hincamos las espinas.

❤ Busca la sencillez en la relación, pero como lo explica Clarice Lispector en otro pasaje: 'aquella sencillez que solo se puede logar con trabajo duro'.

Por lo menos eso fue lo que mi marido me demostró a través de la charla que tuvimos en la cocina; entendí que, como sexo femenino ponemos barreras en la relación al adelantarnos demasiado a las cosas y así olvidamos que también el sexo masculino no es solo, cabe la redundancia, sexo, sino un corazón y un vasto sistema nervioso central y periférico que siente muchas veces más allá de lo que podamos comprender.

Cuando subimos a la habitación, lo invité a recostarse en la cama para ver el video de nuestra boda, nos reímos de todo lo que pasó ese día y los previos, siempre encontramos algo nuevo por lo que jodernos y hasta amenazarnos. Fue un tiempo amable, bonito, sencillo, centrado, porque mi experiencia con la vecindad me hizo pensar en serio, entonces, le conté a Benjamín sobre las razones de mi actuar no prefabricado, que de verdad había salido de mi corazón.

Una de las historias que más me mantuvo abierta los ojos para ser custodia de mis propios sueños en la época de dizque solterona feminista incasable, fue la que incluso al cine elevaron, también a sencillos, y al elegante escenario de Broadway, aquella novela del escritor francés Gastón Louis Alfred Leroux: 'Le Fantôme de l'opéra'.

Todo mi enmarañado sentimental y enamoradizo comenzó con un susurro, chiquitito, pero muy profundo; comenzó con un imán de emociones tibias y vehementes que aparecieron al escuchar una dulce voz que me llamó por mi nombre sin que yo se lo haya revelado; todo comenzó cuando existió un choque de miradas al quitarle la máscara a aquel fantasma que protegía su denso y doloroso pasado; todo comenzó cuando me dejé llevar por escalas y arpegios genialmente creados porque me acercaban más y más, no al peligro y la venganza, sino a una de las tantas redenciones de las que el ser humano goza: el amor.

El día de la boda Benjamín firmó un contrato matrimonial para entregármelo, nadie lo presionó, nadie le puso un revólver en la espalda para hacerlo, lo hizo porque quiso y no por las razones por las que pendejeaban sus 'amigos' cuando se enteraron que se casaría; él firmó el documento no porque yo tuviera un precio en joyas y dinero, sino como una garantía para mí no solo de palabra, pues dentro de nuestras creencias, la Ketuba es un documento muy serio, legal, así como lo son los parámetros de la separación de dos almas y/o el divorcio definitivo.

Yo sabía todo esto no solo porque mi suegra, mi madre, mi hermana y varias amigas también tienen los contratos matrimoniales adornando un espacio especial en sus hogares, también porque ya lo había estudiado antes a profundidad, peeeeero al ver que mi marido me dio una tarjeta de crédito con 'ciertos haberes', le armé la grande por la real gana, le dije que no era su esclava como para que me tenga que pagar por servicios de 'cama, dama y chocolate', y otras cosas más que no vienen al caso mencionar.

¡Menuda estupidez de mi parte!, ¡nos peleamos horrible!, y las palabras fueron hirientes, no al borde de desearnos la muerte como lo hizo mi vecina, pero sí estuvieron feas, lo rescatable es que a los pocos minutos nos pedimos perdón. Sentí que en esa oportunidad hubo un desperfecto misándrico en mis palabras mucho más que solo corrosivas. En fin…