EXPERIENCIAS PERSONALES | 'PUZZLE'

_{Diseño propio. Canva.}

Wenn die hälfte meines herzens hier ist, doktor,
ist die andere hälfte in China bei der armee,
die hinabzieht, dem gelben fluss zu.
Und an jedem morgen, doktor,
an jedem morgen, wenn es dämmert,
wird mein herz in Griechenland standrechtlich erschossen.

Und hier bei uns,
wenn die gefangenen einschlafen und
im revier sich alles zur ruhe legt,
weilt mein herz in einem verfallenen
konak in Çamlica, doktor, jede nacht.

Und seit diesen zehn jahren, doktor,
habe ich einen einzigen apfel in der hand,
den ich meinem armen volk anbieten könnte,
einen roten apfel: mein herz.

Nicht etwa arteriosklerose oder nikotin oder das zuchthaus,
sondern all diese dinge, mein lieber doktor,
all dies ist die ursache meiner angina pectoris.

Ich schaue die nacht durch die gitter,
und trotz der last auf meiner brust
schlägt mein herz mit dem allerfernsten gestirn.

_{Gedicht: Angina pectoris.
Verfasser: Nâzım Hikmet Ran.
Buchtitel: Die luft ist schwer wie blei.}

❧❧❧☙☙☙

Si la mitad de mi corazón está aquí, doctor,
la otra mitad se encuentra en China,
con el ejército que baja hacia el río Amarillo.
Además, doctor, cada mañana, con el alba,
mi corazón es fusilado en Grecia.

Cuando el sueño rinde a los presos, cuando se alejan de la enfermería
los últimos pasos mi corazón se va, doctor, se va…
se va hacia una vieja casa de madera (en ruinas),
allá, en Çamlica (Estambul).

Además, doctor, hace más de diez años que no tengo
nada en mis manos para ofrecerlo a mis hermanos,
tan solo una manzana,
una roja manzana: es mi corazón.

Por todas estas cosas, doctor,
y no por culpa de la arterioesclerosis,
ni de la nicotina, ni de la cárcel,
es que tengo esta angina de pecho.

Desde mi cama contemplo la noche detrás de los barrotes,
y, a pesar de que todos estos muros me aplastan el pecho,
mi corazón palpita con la estrella más remota...

_{Poema: Angina de pecho.
Autor: Nâzım Hikmet Ran.
Libro: Aire pesado cual plomo.}

ANGINA DE PECHO...

Este poema fue la respuesta que le di a mi marido al '¿cómo te sientes?' apenas bajé del auto, cuando me cargó en los brazos y me trajo directo a la habitación; recordé tantas cosas con estos versos, por ejemplo:

Que tuve mi primer contacto con el poeta tesalónico Nâzım Hikmet Ran en mi adolescencia, fue una hermosa tarde, un momento único el instante en el que mi mamá me regaló un libro que conservo como si se tratara de un tesoro, está al nivel de mi ketubá o contrato matrimonial, o sea, es de vital importancia. Se trata de un poemario que le perteneció a su madre, lo que pudieron leer en español al interpretar para quienes no entienden ni turco ni alemán, fue el poema que más me impactó, tanto, que llegué a aprenderlo de memoria para hacer ejercicios de exégesis y eiségesis con él.

Recuerdo que estaba muy enferma, era soltera todavía, aunque ya comprometida con mi loquero favorito. Había salido del hospital y mi ojitos citronelas llegó a la casa para visitarme; después del mal rato que le hice pasar al vomitar frente a él, o bueno, no tan así que vomitar frente a él, sino en él, me preguntó, riéndose, cómo me sentía. Su interrogante no fue por el bochorno que pasé al derramar mis fluidos digestivos —producto de las molestas consecuencias farmacológicas— en su ropa y en otros sitios más, sino por mi salud quebrantada, entonces, solo le respondí con la poesía de Hikmet Ran, en turco.

Tontita yo... o tal vez fue por el efecto de los narcóticos que no caí en cuenta que él no sabía nada de turco, entonces me las ingenié para hacer que entienda lo que quería decirle, pero en un idioma que no le era desconocido por su mamá: el alemán. Se quedó sorprendido por la profundidad del texto y cuando nos casamos, en un cumpleaños de mi suegra, pudo conseguir dos colecciones de poemas turcos traducidos al alemán, justamente en las páginas se encuentra Angina de Pecho.

Esta poesía es una de las maestras composiciones que muestran, a propios y extraños, la riqueza que tiene esta lengua oghuz, también aglutinante, aparte de la influencia muy marcada de la comunidad turca esparcida por todo el territorio teutón; quienes han tenido la oportunidad de visitar el país que custodia celoso una de las biosferas más hermosas del mundo (Spreewald) no me van a dejar mentir en cuanto a mi premisa sobre los migrantes que llevan en su corazón acuarelas de Rumelia y Anatolia para pintarlos en Occidente.

Esta vez como que mi corazón se fue hacia mis abolengos turcos porque hasta una canción estoy escuchando, un poema instrumental: Istanbul İstanbul Olalı, con el clarinete de Hüsnü Şenlendirici; me encanta la interpretación que este maestro oriundo de la hermosa región del Egeo, Bergama, le imprime. Qué recuerdos la primera vez que visité Estambul y pude comprobar tantas cosas que mi mamá solía contarme cuando era pequeña (o más bien de niña porque enana sigo siendo), sensaciones parecidas a las que tengo ahora al escuchar la melodía... bastante Yakamoz, lo diría en forma resumida.

Bueno...

Vida, sentido y propósito: tres palabras formadas de tan pocas letras, pero que esconden profundos significados en el mundo de la salud mental y la familiar. Cuán importantes son, y más si sabes que tu existencia está, pero a la vuelta de la esquina ya no.

Tuve una recaída en cuanto a mis niveles de calcio, se fueron al piso de nuevo. Como paciente crónica sé el día exacto en que llegaron para quedarse en mi cuerpo a través de la hipocalcemia y con osadía no marcharse jamás al permanecer latentes, callados, ocultos, en remisión, sin embargo, no sé cuándo volverán a hacerse manifiestos en mí los estragos si este mineral tan importante —no solo por el aporte que genera al fortalecimiento de los huesos—, se cae en mi torrente circulatorio.

No niego que fue una recaída bastante fuerte, que, a pesar de solo durar poco tiempo, se volvió mórbida, aún sigo con los dedos un tanto dormidos. Siempre digo y estoy consciente de eso: no creo que regrese al mundo de los vivos para volver a contarlo, pero trato de mantener la respiración en mi ser como si no tuviera nada, aunque un mortal asesino me acecha constantemente, a pesar de tomar medicación continua.

Mientras Benjamín me sacaba de la casa al auto para llevarme junto con mi suegro directo al hospital, cargada porque no puedo mover ni un músculo, en lo que primero pensaba era mis hijos, en él mismo como mi pareja y soporte, en quienes me acompañan a diario. Cerré los ojos y no recuerdo más, sino cuando los abrí en la sala de emergencias el momento en que mi suegro me dio un pinchazo en la planta del pie para que reaccionara.

Desperté y lo primero que hice fue agradecerle al Creador por una nueva oportunidad que me extendió el soplo de vida, aunque en mi corazón existía la resignación al pensar que tendría que quedarme encerrada por más tiempo entre esas paredes y ventanas que dan a más paredes y ventanas.

Estaba preparada para más medicamentos y exámenes de rutina que determinaran si mis niveles de calcio ya se estabilizaron por completo, estaba preparada para todo, menos para lo que en realidad pasó: me dieron el alta con las debidas precauciones de siempre, es decir, si mi ritmo cardiaco se dispara a más de 140 latidos por minuto, si mis músculos se engarrotan, aparecen los calambres hasta en la cara y el hormigueo de la lengua se intensifica, no por algún chisme de dama cotilla, es hora de visitar un centro de salud.

Lo admito, soy una llorona, es que hasta con una película del cine suelto las lágrimas y se me hincha el pecho como si fuera paloma, sin embargo, esta vez la causa de mis aflorados sentimientos sí ameritó una extendida sesión de “llanto, moco y baba”, ya que solo de pensar que volvería a ver a a los que se quedaron en casa esperándome, algunos, como mis padres y mi suegra en gran llanto; otros más ecuánimes, como mis hermanos y cuñados; y otros hasta con sonrisas, como el caso de mis hijos que cada que me ven o escuchan piensan que es hora de comer.

El médico me dijo que si podía hablar era el momento preciso y perfecto, lo hice, pero no con simples palabras, sino con una melodía, una hermosa melodía interpretada por Levy Falkowitz y Yitzchak Meir en las calles de Israel, mostrando dos senderos, dos vertientes de una misma creencia, pero unidas con un mismo propósito: el agradecer con el corazón.

Al abrir la puerta de la casa, no sé con qué expresión calificar la sorpresa como si hubiese una visita especial por la festividad de Sucot que estamos observando. Ver a todos en la sala esperándome me hicieron recordar que no hay cosa más deleitosa y de vital importancia que la unidad familiar en un momento de quebranto, porque, ¿qué sentido tiene reunirse para enterrar a un ser querido si se lo puede ver cuando atraviesa un tiempo de dolor y está vivo?, ¿si podemos darle un abrazo cuando todavía su sangre está caliente y respira?

Nos vemos a diario, comemos juntos, debería ser un costumbrismo o algo tan cotidiano, pero al sentir el abrazo de todos hizo que una vez más entienda y valore el gran tesoro que implica la centralidad de la familia, aquel conjunto de almas que juegan un papel preponderante, ya que es el primer espacio de socialización y de transmisión de identidad no solo cultural, sino de valores que cada día veo con tristeza que se van perdiendo en el tiempo y en el espacio.

La familia es un santuario, es aquel cuerpo al que regresan sus miembros luego de un fatigado día para poder reanimarse y renovar fuerzas con el fin de seguir adelante en los retos diarios. Sí, es verdad que no sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos, pero también es verdad que muchas veces no sabemos lo que tenemos… hasta que lo descubrimos en nuestro camino por el puzzle, por ese rompecabezas familiar en donde cada uno es una pieza necesaria para formar una unidad, de lo contrario, no funcionaría.

Aunque cada pieza —tal como lo describe el maestro Hikmet Ran en la poesía de su autoría que transcribí—, esté en una cama contemplando detrás de barrotes que, a pesar de que los muros de los problemas le aplastan el pecho, existe en el interior un corazón que palpita haciéndole compañía a la estrella más remota.

¿De la esperanza o el desazón?, solo le queda responder a cada alma individual y unidad familiar.

Y entonces cuando esto ocurre, cuando te das cuenta de los que tienes, de los que están a tu lado, heridos, sanos, maltrechos, desgastados, con fuerza, enamorados, enfermos, etc., entonces, solo entonces sabes que la libertad espiritual que percibes en el perfume de tu familia comienza a generar en ti: vida, sentido y un propósito por el que seguir adelante sin mirar atrás.

Gracias por quienes me acompañaron en esta oportunidad de principio a fin. Quiera mi Amo, Creador y Sustentador, permitirme, permitirnos a mi esposo y a mí, compartir nuevamente con cada alma viviente que se pasa por acá para visitarnos un rato porque cuando lo hacen también se transforman en una pieza de ese puzzle personal que forma el corazón de nuestra casa virtual en Blurt, que también es la suya.

Tengan un excelente inicio de semana, manzanos y almendros de las Bellas Artes.

Y por estos días:
חג סוכות שמח
Jag Sucot Sameaj.

Atte.

La familia RebeJumper
©