Desde mi niñez he sentido un especial cariño por mí abuela, una mujer de temple que en sus años de juventud fue una de las mujeres echadas pa´lante en los predios de Nuevo Producto, un caserío ubicado más delante de San Diego de Cabrutica en el Estado Anzoátegui. En vacaciones pasaba los mejores años con mí querida India como así la llaman, recuerdo muchas veces cuando temprano luego de ordeñar a Manantial, Regalito y Pintora regresaba a casa con leche fresca lista para acompañar el cafecito de la mañana.
Agarraba el machete y se dirigía al conuco buscar yuca y topocho para cocinarlo con la natilla preparada del día anterior y queso hecho por don Luis Pino. Nunca faltó el día que tomaba el borongo y lo llenaba de maíz y llamaba a sus gallinas, pavos y guineos que venían en bandada a comer, aquello era un festival de aves retozando en los pies de quien les daba el alimento.
Más tarde la India agarraba la jamuga y se la montaba al burro por que nos íbamos a buscar corozo, no faltaba el hacha a un lado de la jamuga para traer un palo e´ manteco o alcornoco seco. Ya en la tarde se sentaba bajo el palo de algarrobo a pisar los corozos, luego pilarlos, sacar el aceite para la casa y el nepe sobrante para las gallinas y el zute que estaba en el chiquero. Para el mes de junio nos reuníamos porque la salida del día sería ir a los morichales, la abuela como siempre nos guiaba por los caminos más limpios para no sentir las cortadoras y arestines del monte.
Nos enseñó a seleccionar los moriches verdes que pudiesen madurarse al día siguiente, de una vez se traía un penacho de cogollo para hacer sus chinchorros de moriche. En las noches con la melodía de alguna emisora lejana que sintonizaba en el viejo radio con pilas a la luz de los mecheros la abuela se sentaba a torcer sus cogollos de moriche que pronto se convertiría en un hermoso chinchorro color a atardecer. Mujer de poesía, de canción, de tonadas y leyendas, para mí, ella fue mi gran maestra, puedo decir con orgullo que sus conocimientos los enseño hoy. Los embates del tiempo le han quitado vitalidad a esa grandiosa mujer que no se desprende de su terruño adorado. Hoy día conservo uno de sus chinchorros y cada vez que me acuesto en él, siento sus hermosas manos acariciándome como una vez lo hizo cuando apenas era un niño. Te amamos India, tú familia te da las gracias por ser lo que eres.
Gracias por tu visita.