A veces las circunstancias, el destino, la casualidad o simplemente el deseo de rememorar y reencontrar viejas amistades nos lleva a volver a lugares que han tenido un significado especial en nuestra juventud.
Volver a la misma ciudad que hemos dejado hace varias décadas y encontrarla absolutamente cambiado es una especie de shock.
Pero después de haber vivido en ambos continentes por igual la mitad de mi vida (América y Europa) me he dado cuenta de que en esta parte meridional del continente americano todo cambia a un ritmo sostenido: las costumbres, la adaptación a los tiempos modernos y también el aspecto edilicio.
Las ciudades son cada vez más grandes porque el aumento de la densidad demográfica es constante y eso lleva a una constante modificación en la fisonomía de las ciudades del interior del país, especialmente en continuo desarrollo y expansión.
Todo se construye de nuevo y se modifica, alterando, a veces con sentido urbanístico y otras veces no, el anterior aspecto que la ciudad tenía cuando la dejamos.
Y en mi caso no es una excepción. He vuelto varias veces a Europa y he encontrado las ciudades italianas iguales a siempre, con los mismos habitantes, los mismos edificios y las mismas costumbres en sus habitantes.
En mi país de nacimiento (Argentina) todo cambia a ritmo sostenido. Viejos edificios son demolidos para dar lugar a gigantescas torres de propiedad horizontal que se alzan hacia el cielo infinito.
La ciudad a que me refiero es Santa Rosa, la capital de la provincia de La Pampa, en el centro geográfico del país, sede de una pujante universidad que año tras año incorpora nuevas carreras. Ahí estudié, trabajé, formé una familia, nacieron mis hijos, en definitiva pasé una buena parte de mi vida.
Luego la inestabilidad política, social y económica del país me hizo tomar otros horizontes y me traslade a Italia, donde viví bastante tiempo.
La ciudad universitaria que deje está totalmente cambiada. La plaza, la avenida principal parecen estar hechas de nuevo, no reconozco ningún detalle que haya quedado en mi memoria.
Un flamante y moderno Casino a la entrada de la ciudad parece dar la bienvenida (especialmente a los que quieren intentar y probar la fortuna), calles colectoras que rodean la ciudad y un sinfín de espacios verdes. Monumentos a los caídos en la Guerra de Malvinas, a las víctimas de la dictadura militar que hace medio siglo gobernó el país y a las Abuelas de la Plaza de Mayo que con su lucha permitieron esclarecer muchos crímenes y recuperar muchos nietos substraídos ilegalmente a sus padres asesinados.
Incluso observé un poder adquisitivo mayor en las personas y una especie de frenesí consumista en los grandes centros comerciales.
Un centro recreativo municipal, del cual les hablaré en un próximo post, y que cuando dejé la ciudad era un simple lugar donde ir a pescar los fines de semana, se ha transformado en un complejo recreativo con entretenimientos y recorridos para todas las edades.
La universidad, en cambio, sigue igual. Sus aulas, el ingreso, nada ha cambiado. Han sido incorporadas más carreras y vienen estudiantes de toda la región para cursar sus estudios.
Me sorprendió encontrar aún en pleno centro algunos sitios donde poder estacionar el auto sin tener que pagar, algo que me sorprendió bastante, ya que en las ciudades italianas encontrar un sitio libre es como hallar una aguja en un pajar. Aparte de no haber áreas de estacionamiento gratuito y las multas estar al orden del día.
Cada sociedad tiene sus características, pero me invadió una sensación de nostalgia cuando comencé a recorrer las calles de una ciudad que, a duras penas, logro reconocer.
Sometimes circumstances, fate, chance or simply the desire to reminisce and reconnect with old friendships lead us to return to places that have had a special meaning in our youth.
Returning to the same city we left several decades ago and finding it absolutely changed is a kind of shock.
But after having lived on both continents equally for half of my life (America and Europe) I have realized that in this southern part of the American continent everything changes at a steady pace: customs, adaptation to modern times and also the building aspect.
The cities are getting bigger and bigger because the increase in demographic density is constant and this leads to a constant modification in the physiognomy of the cities of the interior of the country, especially in continuous development and expansion.
Everything is built anew and modified, altering, sometimes with urbanistic sense and sometimes not, the previous aspect that the city had when we left it.
And in my case it is not an exception. I have returned several times to Europe and I have found the Italian cities the same as always, with the same inhabitants, the same buildings and the same customs in their inhabitants.
In my country of birth (Argentina) everything changes at a steady pace. Old buildings are demolished to give place to gigantic towers of horizontal property that rise towards the infinite sky.
The city I am referring to is Santa Rosa, the capital of the province of La Pampa, in the geographical center of the country, home to a thriving university that year after year adds new careers. There I studied, worked, raised a family, my children were born, in short, I spent a good part of my life.
Then the political, social and economic instability of the country made me take other horizons and I moved to Italy, where I lived for a long time.
The university town I left is totally changed. The square, the main avenue seem to be made again, I do not recognize any detail that has remained in my memory.
A brand new and modern Casino at the entrance of the city seems to welcome (especially those who want to try and test their fortune), collector streets surrounding the city and endless green spaces. Monuments to the fallen in the Malvinas War, to the victims of the military dictatorship that half a century ago ruled the country and to the Grandmothers of the Plaza de Mayo who with their struggle allowed to clarify many crimes and recover many grandchildren illegally abducted from their murdered parents.
I even observed a greater purchasing power in people and a kind of consumer frenzy in the big shopping malls.
A municipal recreation center, which I will tell you about in a future post, and which when I left the city was a simple place to go fishing on weekends, has been transformed into a recreational complex with entertainment and tours for all ages.
The university, on the other hand, remains the same. Its classrooms, the entrance, nothing has changed. More courses have been added and students come from all over the region to study.
I was surprised to find even in the center some places where you can park your car without having to pay, something that surprised me a lot, since in Italian cities finding a free spot is like finding a needle in a haystack. Besides there are no free parking areas and fines are the order of the day.
Each society has its own characteristics, but I was overcome with a feeling of nostalgia when I began to walk the streets of a city that I barely recognize.
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