[Eng/Esp] Short story: The Garden of the Inexplicable/ Microrelato: El Jardín de lo Inexplicable

in blurthispano •  2 months ago 

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In a small village surrounded by mountains and crystal clear rivers, lived Doña Clara, an old woman with silver hair and eyes that shone like stars. Her garden was her pride and joy, a place where flowers bloomed in vibrant colors and intoxicating aromas. What really caught her attention, however, were the extraordinary events that occurred there: unexplained healings and transformative encounters.

One day, a skeptical journalist named Javier decided to visit the village. He had heard rumors about the old woman and her garden, and his intention was to disprove the stories he considered absurd. With his notebook in hand and a closed mind, he headed for Doña Clara's house.

When he arrived, he was greeted by the sweet scent of flowers and the gentle laughter of the old woman.

-Welcome, young man! -What brings you to my garden?

-I've come to investigate,” Javier answered, trying to sound serious. I've heard stories about miraculous cures. I want to know if there is any truth in them.

Doña Clara looked at him with curiosity, but without a trace of disdain.

-Flowers have their own language,” she said as she led him down the petal-covered path. Sometimes we just need to listen.

As they walked, Javier noticed how each plant seemed to tell a story. Clara stopped by a rose bush.

-This is Maria's rose bush,” she explained. A mother who came here a few months ago with her sick daughter. After spending time here, the girl began to get better.

Javier arched an eyebrow.

-And how do you know it was the garden? Maybe the girl recovered for other reasons.

Doña Clara smiled tenderly.

-Faith can blossom in the most unexpected places, even without sacred texts. Sometimes, what we need is to believe.

One afternoon, while taking notes under a leafy tree, Javier suddenly felt dizzy. Doña Clara approached him with a herbal tea which she offered him with a smile.

-Drink this, it will do you good,” she said, extending the cup to him.

Reluctantly, he agreed to drink it. The taste was earthy and sweet at the same time. Within minutes, his symptoms disappeared as if they had never existed.

-What have you done? -asked Javier, surprised.

-Nothing more than sharing a little love and nature,” Doña Clara answered with a wise look. Sometimes the body needs more than medicine to heal.

Confused and a little uneasy, Javier began to question his skepticism. He decided to return to the garden the next day to investigate further.

With each visit to the garden, Javier experienced increasingly strange events. One night, while stargazing from the garden bench, he saw the flowers glowing with a light of their own. He realized he was not alone; an ethereal figure approached him and spoke to him about the power of faith and connection with nature.

-Who are you? -Javier asked, trembling slightly.

-I am just a whisper from the garden,” the figure replied in a soft voice. I came to remind you that there is more to this world than what you can see or touch.

As he delved deeper into the life of Doña Clara and her magical garden, Javier began to understand that faith does not always need a sacred text to flourish. The stories of personal transformation and healing were more powerful than any rational argument he could present.

One sunny morning, as they were talking in the garden, Javier asked her:

-Doña Clara, how did you manage to create this place? -What is your secret?

The old woman sat down on a worn wooden bench and looked at the flowers dancing in the wind.

-There is no secret,” she said sincerely. Only love and dedication. Every plant has its story; every story has its lesson. Here I have learned to listen.

Javier pondered her words as he noticed how the flowers seemed to lean toward Clara as if they were her disciples.

Finally, after weeks of visits and deep introspection, Javier decided to write an article not to disprove the stories, but to share his experience in Doña Clara's garden. In his words he captured how he had learned to see beyond logic and skepticism: how he had found faith in the most unexpected places.

The article was published and caused a stir in the village and beyond. Many came to the garden looking for answers or just a moment of peace.

One rainy afternoon, as she watched the new visitors marvel at the bright flowers in the rain, Doña Clara turned to Javier:

-“You see, faith can be contagious,” she said with a satisfied smile. Now you are part of this story too.

Javier was never the same again; he had learned that magic exists in the everyday and that sometimes the inexplicable can be the answer we are looking for. In that small town and its extraordinary garden, he found not only stories of healing but also a new purpose: to share the beauty of human wonder in the face of the unknown.

Source of the images
Image created with Starryai.


Versión en Español

En un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos cristalinos, vivía doña Clara, una anciana de cabello plateado y ojos que brillaban como estrellas. Su jardín era su orgullo, un lugar donde las flores florecían en colores vibrantes y aromas embriagadores. Sin embargo, lo que realmente llamaba la atención eran los sucesos extraordinarios que ocurrían allí: curaciones inexplicables y encuentros transformadores.

Un día, un periodista escéptico llamado Javier decidió visitar el pueblo. Había escuchado rumores sobre la anciana y su jardín, y su intención era desmentir las historias que consideraba absurdas. Con su libreta en mano y una mente cerrada, se dirigió a la casa de doña Clara.

Al llegar, fue recibido por el aroma dulce de las flores y la risa suave de la anciana.

—¡Bienvenido, joven! —exclamó doña Clara con una sonrisa cálida—. ¿Qué te trae a mi jardín?

—He venido a investigar —respondió Javier, tratando de sonar serio—. He oído historias sobre curaciones milagrosas. Quiero saber si hay algo de verdad en ellas.

Doña Clara lo miró con curiosidad, pero sin rastro de desdén.

—Las flores tienen su propio lenguaje —dijo mientras lo guiaba por el sendero cubierto de pétalos—. A veces, solo necesitamos escuchar.

Mientras caminaban, Javier notó cómo cada planta parecía contar una historia. Doña Clara se detuvo junto a un rosal.

—Este es el rosal de María —explicó—. Una madre que vino aquí hace unos meses con su hija enferma. Después de pasar tiempo aquí, la niña comenzó a mejorar.

Javier arqueó una ceja.

—¿Y cómo sabes que fue el jardín? Tal vez la niña se recuperó por otros motivos.

Doña Clara sonrió con ternura.

—La fe puede florecer en los lugares más inesperados, incluso sin textos sagrados. A veces, lo que necesitamos es creer.

Una tarde, mientras tomaba notas bajo un árbol frondoso, Javier se sintió repentinamente mareado. Doña Clara se acercó con una infusión de hierbas que le ofreció con una sonrisa.

—Bebe esto, te hará bien —dijo ella, extendiendo la taza hacia él.

A regañadientes, aceptó beberla. El sabor era terroso y dulce al mismo tiempo. En cuestión de minutos, sus síntomas desaparecieron como si nunca hubieran existido.

—¿Qué has hecho? —preguntó Javier, sorprendido.

—Nada más que compartir un poco de amor y naturaleza —respondió doña Clara con una mirada sabia—. A veces el cuerpo necesita más que medicina para sanar.

Confundido y un poco inquieto, Javier comenzó a cuestionar su escepticismo. Decidió regresar al jardín al día siguiente para investigar más a fondo.

Con cada visita al jardín, Javier experimentaba eventos cada vez más extraños. Una noche, mientras observaba las estrellas desde el banco del jardín, vio cómo las flores brillaban con luz propia. Se dio cuenta de que no estaba solo; una figura etérea se acercó a él y le habló sobre el poder de la fe y la conexión con la naturaleza.

—¿Quién eres? —preguntó Javier temblando un poco.

—Soy solo un susurro del jardín —respondió la figura con voz suave—. Vine a recordarte que hay más en este mundo de lo que puedes ver o tocar.

A medida que se adentraba más en la vida de doña Clara y su jardín mágico, Javier comenzó a entender que la fe no siempre necesita un texto sagrado para florecer. Las historias de transformación personal y sanación eran más poderosas que cualquier argumento racional que pudiera presentar.

Una mañana soleada, mientras conversaban en el jardín, Javier le preguntó:

—Doña Clara, ¿cómo lograste crear este lugar? ¿Cuál es tu secreto?

La anciana se sentó en un banco de madera desgastado y miró las flores danzando al viento.

—No hay secreto alguno —dijo ella con sinceridad—. Solo amor y dedicación. Cada planta tiene su historia; cada historia tiene su lección. Aquí he aprendido a escuchar.

Javier reflexionó sobre sus palabras mientras notaba cómo las flores parecían inclinarse hacia doña Clara como si fueran sus discípulas.

Finalmente, tras semanas de visitas e introspección profunda, Javier decidió escribir un artículo no para desmentir las historias, sino para compartir su experiencia en el jardín de doña Clara. En sus palabras plasmó cómo había aprendido a ver más allá de la lógica y el escepticismo: cómo había encontrado fe en los lugares más inesperados.

El artículo fue publicado y causó revuelo en el pueblo y más allá. Muchos llegaron al jardín buscando respuestas o simplemente un momento de paz.

Una tarde lluviosa, mientras observaba a los nuevos visitantes maravillarse ante las flores brillantes bajo la lluvia, doña Clara se volvió hacia Javier:

—¿Ves? La fe puede ser contagiosa —dijo ella con una sonrisa satisfecha—. Ahora tú también eres parte de esta historia.

Javier nunca volvió a ser el mismo; había aprendido que la magia existe en lo cotidiano y que a veces lo inexplicable puede ser la respuesta que tanto buscamos. En aquel pequeño pueblo y su jardín extraordinario, encontró no solo historias de sanación sino también un nuevo propósito: compartir la belleza del asombro humano ante lo desconocido.

Fuente de las imágenes
Imagen creada con Starryai.

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