La personalidad y el complejo entramado de conductas arquetípicas no suele ser objeto de atención, mucho menos de estudio para la persona de a pie. ¿Existe una personalidad “única”; original, una suerte de prototipo al que deberíamos aspirar? ¿Todos somos meros retazos de otras personas que pasaron por nuestras manos, sombras deformadas o copias baratas? Es cierto que el contexto sociocultural y económico moldea como un alfarero conductas y creencias, pero ninguna impresión es eterna y siempre se puede renunciar a una “programación” y sustituirla por otra (PNL)—sí, esa analogía tan similar a la programación de una máquina bien podría ajustarse a la psique humana, y creo que fruto de este tipo de similitudes deriva el eterno debate de si el arte imita a la vida, o por el contrario la vida imita al arte—.
Caminamos por la vida como eternos farsantes que aprenden a ocultar sus verdaderas emociones y necesidades con tal de ajustarse a los diversos y caprichosos requerimientos de la sociedad, hasta que comenzamos a olvidar nuestra auténtica naturaleza y nos sentimos demasiado cómodos en el ajustado disfraz del “ego” como para ampliar miras y recobrar esa libertad inefable con la que nacimos; esa amplitud inabarcable que incluye consigo diversos matices de egoísmo y oscuridad que son necesarios confrontar.
Me gusta la figura del arlequín porque encierra en sí una dualidad: Melancolía y socarronería, inocencia y una plétora de maldades por cometer, oscuridad y un vestigio de luz... También me gusta porque su lenguaje es el corporal, la gesticulación exagerada que se exhibe con afectación en los teatros a menudo es una forma de expresar deseos reprimidos sin involucrarse demasiado. Cuando asumes voluntariamente un papel ficticio y decides encarnar una máscara por un momento te liberas de la pesada carga que constituyen todas las definiciones y condecoraciones acumuladas a lo largo de la trayectoria de la vida. Ya no eres esa definición limitada y hostil que has constituido como tu personalidad; por un instante surge una fisura de creatividad por donde escapa al exterior todo el potencial imaginativo, todo lo que estaba coartado por esa negación de «yo no soy así, yo no soy eso». Bien podríamos ser todo, simplemente lo hemos olvidado y esos aspectos permanecen en letargo.
Creo que es beneficioso intercambiar piezas de nuestro mosaico interno con los demás; experimentando distintas perspectivas de vida, sin mostrar reticencia por miedo a derrumbar los cimientos de lo que creíamos una personalidad inalterable, bien asentada y coherente. Cuando surge la negación de otras facetas de la realidad a menudo llega acompañada de tabúes o extremismos que llegan a ser chocantes. Quizá el momento en el que experimentamos con mayor claridad la vida es cuando dejamos morir una parte de nosotros mismos, la parte rígida que se opone al cambio y al fluir constante e impredecible. En medio de esta divagación a solas con mis letras no puedo evitar recordar un par de citas, una referente a la maldad y otra a esa flexibilidad o resiliencia para adaptarse a la vida:
«En vida el hombre es dúctil y flexible;
muerto, está rígido y duro.
Las plantas y los arbustos son tiernos en vida;
muertos, están mustios y secos.
Por tanto, ductilidad y ternura significan vida;
y dureza y rigidez, muerte». — Tao Te King
«¡Si todo fuera tan sencillo! Si en algún lugar existieran personas acechando para perpetrar iniquidades bastaría con separarlos del resto de nosotros y destruirlos. Pero la línea que divide el bien del mal pasa por el centro mismo del corazón de todo ser humano. ¿Y quién está dispuesto a destruir un solo fragmento de su propio corazón?» — Alexander Solzhenitsyn
Pero retomando el meollo del asunto... ¿Por qué es un mal necesario la personalidad ilusoria que nos hace tanto daño y hemos construido con tanto ahínco? Creo que un “no” entraña menos dificultad de elección que un “sí”, y cada vez que definimos nuestra identidad también moldeamos nuestra trayectoria y nos facilitamos el sendero de la vida. Necesitamos un guión establecido, una ruta para no perdernos en la inmensidad de opciones, una brújula interna que no nos convierta en títeres maleables e influenciables por el primer estímulo apetitoso que inunde nuestros sentidos. Así que no es totalmente malo, y opino que nada lo es si se afronta con mesura. Todo depende de no caer en extremos dicotómicos, ser consciente de las propias limitaciones, no dejarse arrastrar por modas pasajeras y alienantes...
¿Crees que tienes personalidad única, o te ha influenciado el medio y las personas de tu entorno? ¿Crees que es malo dejarse moldear, basar la identidad en un grupo o colectivo?
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Creo que todos los seres humanos somos como las huellas dactilares, únicos, esto implica que nuestra personalidad como constructo también sea única independiente a tener reacciones parecidas con los demás de nuestra especie de acuerdo a las circunstancias, a la edad, a la cultura, etc., por ejemplo, mi hermano y yo, somos gemelos, criados de la misma manera, sentimos cosas parecidas hasta cuando no estamos juntos, pero a veces ni siquiera en el gusto y el acento nos parecemos.
La influencia y las personas de las que nos rodeamos día a día moldean nuestras reacciones, las hacen más fuertes o también las terminan por debilitar, pero la esencia de quienes somos se mantiene inalterable, la miro como nuestro tipo de sangre.
El dejarse moldear es un proceso muchas veces que sale de nuestro control, sobre todo en las primeras etapas de la vida, esto no nos hace débiles, ni vulnerables, sino que nos lleva a descubrir fortalezas escondidas.
Mis padres han moldeado mi manera de ser, mis maestros de igual forma, mi carrera, mis pacientes, mis compañeros de trabajo, mi esposa, mis hijos y hasta la misma enfermedad, así que no considero que sea malo, sino un proceso de la vida, del actuar, del conseguir posturas medibles, razonables y estables en el diario caminar. Lo que sí lo veo pernicioso es seguir la tendencia de un determinado grupo o colectivo solo por querer encajar en él... darles la razón incluso en contra de nuestros principios más básicos solo por ser aceptados es la peor manera de traicionar quienes somos en realidad.
Muchas gracias por la oportunidad de participar en tu reflexión.
Tengas un excelente día.
Saludos.