¿Sabes que a mí me pasaba lo mismo en el colegio en cuanto a exposiciones grupales? No había manera de frenar una pregunta curiosa lanzada al aire por parte de los maestros para probar nuestro conocimiento, pero tampoco faltaba la persona que, con afán negativo, preguntaba cosas incluso que no tenían nada que ver con lo expuesto, claro que los maestros se daban cuenta y tomaban correctivos.
En la universidad pasaba el mismo efecto, solo que ahí ya nadie se resentía, por lo menos con quienes me llevaba no tenían comportamientos inmaduros en esa parte, aunque sé que no debió faltar quien sí le hizo la ley del hielo a sus amigos por preguntarle en medio de la exposición.
Los niños son los que más preguntan de todo, eso te consta porque tienes hijos, pero como adultos, hemos perdido esa costumbre de indagar, de querer saber, de aprender algo nuevo, es un trabajo arduo el que tenemos al moldear nuestro carácter para sacar de nosotros esos comportamientos ridículos, pero sí se puede.
Preguntar y responder forma parte hasta de la fisiología cerebral, lo mejor, es hacer crecer este parámetro para ver el mundo de otra manera, uno que nos reta a seguir escalando a nuevas etapas del conocimiento no solo científico.
Gracias por tu publicación, mi lobo precioso. Un abrazote para ti, para Marcela y los cachorros... más tardecito te llamo para saber cómo sigues con tu malestar de cabeza.
Chauuuuuu 🐾🐾