Resérvate tus opiniones si no hay nada bueno que decir

in blurt-188398 •  21 hours ago 

Vivimos en un mundo donde las palabras fluyen a un ritmo vertiginoso, como un río desbordado que no distingue lo que arrastra en su camino. Opiniones, comentarios y críticas se lanzan al aire, muchas veces sin reflexionar en su propósito o en el impacto que puedan tener en otros. Es como si la posibilidad de expresar todo lo que pensamos, gracias a la tecnología y las redes sociales, nos hubiera llevado a creer que debemos decirlo todo, sin importar las consecuencias.

Pero, ¿es realmente necesario?


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He estado reflexionando sobre lo valioso que es aprender a guardar silencio cuando no tenemos algo bueno o constructivo que aportar. No se trata de callar por miedo o indiferencia, sino de reconocer que nuestras palabras tienen un peso, una dirección y, en muchos casos, consecuencias más allá de lo que imaginamos.

¿Te has detenido a pensar alguna vez cómo una palabra dicha sin cuidado puede herir profundamente a alguien? Todos hemos estado en ambos lados: quienes lanzan las palabras como flechas y quienes reciben esas mismas flechas en el momento menos esperado. Las palabras no se desvanecen al ser pronunciadas; se alojan, se quedan, y pueden construir puentes o levantar muros.


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Y es que no siempre es fácil. A veces nos sentimos impulsados por la emoción del momento, por la necesidad de defender una postura o simplemente por el hábito de opinar. Pero, ¿qué ganamos al alimentar una discusión o al señalar lo negativo en lugar de fomentar lo positivo? Muchas veces, lo más sabio y bondadoso que podemos hacer es simplemente escuchar y reservarnos nuestra opinión.

Al guardar silencio, no estamos siendo indiferentes. Estamos practicando la empatía. Tal vez la persona que tenemos enfrente está atravesando una tormenta que desconocemos, y nuestras palabras podrían ser la gota que colme el vaso o, en el mejor de los casos, el respiro que necesitaba.

Esto no quiere decir que debamos ser complacientes o evitar expresar nuestras ideas cuando sea necesario. Hay momentos en los que hablar es un acto de valentía y amor. Pero, incluso en esos casos, lo importante es encontrar las palabras correctas, aquellas que sumen en lugar de restar.


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Lo que compartimos con los demás tiene un impacto real. Nuestras opiniones, aunque pasajeras para nosotros, pueden convertirse en una carga para quien las recibe. Si no tenemos algo que aporte valor, quizá sea mejor no decir nada. No porque nuestras ideas carezcan de importancia, sino porque el silencio, en ocasiones, es más poderoso y respetuoso que cualquier palabra.

Esto también aplica a nuestra relación con nosotros mismos. Hay días en los que somos nuestro peor crítico, lanzándonos juicios innecesarios que solo nos llenan de dudas e inseguridades. Guardarnos esas opiniones negativas puede ser un acto de cuidado propio, un recordatorio de que no siempre necesitamos opinar sobre todo, ni siquiera sobre nosotros mismos.

Al final, la vida nos ofrece incontables oportunidades para hablar, pero pocas para escuchar verdaderamente. Y en ese espacio de escucha y reflexión, encontramos la sabiduría para discernir qué decir, cuándo decirlo y, sobre todo, si realmente es necesario decirlo. Guardar silencio no es evitar, es elegir, y elegir es un acto de amor.


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