Es curioso cómo muchas veces el mayor obstáculo en nuestro camino no es lo que está afuera, sino lo que está dentro de nosotros. Es esa voz interna que nos dice que no somos lo suficientemente buenos, que nos recuerda cada error del pasado, que nos llena de miedo cuando estamos a punto de dar un paso importante. Autosabotaje le llaman, y aunque parezca increíble, es una de las razones principales por las que nos cuesta avanzar en la vida.

Lo sé porque lo he vivido. Porque me he visto postergando cosas que realmente quiero hacer, inventando excusas para no arriesgarme, convenciéndome de que todavía no es el momento adecuado. Y es que el autosabotaje no siempre se presenta como una negación evidente, muchas veces se disfraza de prudencia, de perfeccionismo, de necesidad de más preparación. Pero en el fondo es miedo, miedo a fracasar, miedo a lo desconocido, miedo a no ser suficiente.
Y aquí está el punto: si esperamos a sentirnos completamente listos para hacer algo, puede que ese momento nunca llegue. Siempre habrá dudas, siempre habrá obstáculos, siempre habrá esa parte de nosotros que intentará convencernos de quedarnos donde estamos porque ahí es más seguro. Pero la seguridad no siempre es sinónimo de felicidad, y muchas veces lo que realmente necesitamos es dar el paso aunque sintamos miedo.

Yo lo veo como una especie de negociación con uno mismo. Es reconocer que el miedo existe, pero no dejar que nos paralice. Es aprender a escucharnos sin creernos todas nuestras excusas. Es entender que cada vez que nos autosaboteamos, estamos diciéndonos a nosotros mismos que no merecemos algo mejor, y eso, en definitiva, es una mentira.
Me ha pasado, por ejemplo, cuando me propongo metas importantes y, de repente, empiezo a distraerme con cosas irrelevantes. Dejo todo para después, como si de alguna manera el tiempo me fuera a dar el permiso que no me doy a mí mismo. Y es ahí cuando me toca detenerme y preguntarme: ¿Realmente no puedo hacerlo o solo me estoy inventando razones para no intentarlo? La respuesta siempre es la misma: soy yo el que se pone los límites, soy yo el que decide si avanza o se queda estancado.
Creo que todos en algún momento hemos sentido esa lucha interna entre lo que queremos y lo que creemos merecer. Pero si algo he aprendido es que la única manera de superar el autosabotaje es haciéndonos responsables de nosotros mismos. No podemos esperar que la motivación dure para siempre, ni que alguien venga a salvarnos de nuestras propias dudas. Avanzar es una decisión consciente, un acto de valentía diario.

Así que, si hoy te descubres postergando algo que realmente quieres hacer, pregúntate si de verdad hay un motivo válido o si solo es miedo disfrazado de lógica. Y si es miedo, enfréntalo. Nadie nos va a garantizar que todo salga perfecto, pero sí podemos asegurarnos de no ser nosotros mismos los que nos pongamos trabas en el camino.
Al final, lo que más pesa no son los errores que cometemos, sino las oportunidades que dejamos pasar por no atrevernos. Y esa es una carga demasiado grande como para llevarla de por vida.
