Darnos algunos gustos de vez en cuando es necesario, ¿no creen? Muchas veces vivimos tan enfocados en cumplir con responsabilidades, en trabajar duro y en planificar cada detalle del futuro, que nos olvidamos de algo esencial: permitirnos disfrutar del presente. Esa pausa, ese momento que parece insignificante, puede ser justo lo que necesitamos para recargar energías y reconectar con nosotros mismos.
Ayer, por ejemplo, decidí darme un gusto. No fue algo extravagante, tampoco un viaje lejano ni un gasto grande. Simplemente, me compré un postre que hace mucho no probaba. Puede sonar simple, pero el hecho de sentarme sin prisa a disfrutarlo, de realmente saborear cada bocado, se sintió como un regalo. Un momento mío, para mí, sin interrupciones ni preocupaciones. ¿Cuándo fue la última vez que hicieron algo parecido?
Creo que muchas veces subestimamos la importancia de darnos esos pequeños permisos. Creemos que todo debe tener un propósito productivo o un beneficio tangible, cuando, en realidad, lo que más valor tiene muchas veces no se puede medir. Ese café con un amigo, una tarde viendo el atardecer, o comprarse algo que no necesitamos pero que nos hace felices, son esas cosas que nos mantienen en equilibrio, ¿no lo creen?
No se trata de caer en excesos ni de justificar cualquier gasto o decisión impulsiva. Es más bien entender que, de vez en cuando, está bien pensar en nosotros mismos y darnos un respiro. En este mundo tan acelerado, parece que todo se reduce a cumplir metas y a ser eficientes, pero olvidamos que también somos humanos, que necesitamos pausas, momentos de disfrute y conexión con lo que nos hace sentir vivos.
Cuando pienso en esto, me doy cuenta de que no solo se trata del momento en sí, sino de lo que nos deja. Ese pequeño gusto puede convertirse en el recuerdo de un día especial o en el detalle que nos sacó una sonrisa en medio de una semana complicada. Es un recordatorio de que la vida no siempre tiene que ser tan seria ni tan estricta.
A veces, estos momentos llegan sin planearlos. Un paseo inesperado, un regalo que decidimos hacernos, o simplemente escuchar nuestra canción favorita mientras caminamos por la calle. En esos instantes, todo parece más ligero. Como si ese gusto, por pequeño que sea, tuviera el poder de recordarnos que la vida no es solo obligaciones.
Y quizás, lo más curioso de todo es cómo estos detalles pueden influir en nuestra energía, en nuestro ánimo. Después de darme ese pequeño gusto ayer, sentí que todo fluía mejor, como si me hubiera permitido un respiro en medio del caos.
Así que, ¿por qué no hacerlo más seguido? Darnos algunos gustos de vez en cuando no es un capricho, es una necesidad. Porque al final del día, esos pequeños momentos son los que nos recuerdan que la vida está para ser vivida, y que en los detalles más simples podemos encontrar la mayor alegría. Si tienen algo en mente, algún gusto pendiente, quizás hoy sea un buen momento para dárselo.