Fortalecer nuestras habilidades para seguir evolucionando es un proceso que va más allá de aprender cosas nuevas o adquirir conocimientos técnicos. Implica cuestionarnos y descubrir cómo interpretamos el mundo, la forma en que respondemos ante los desafíos, y cómo vamos asumiendo lo que significa “mejorar.”
Es curioso, porque muchas veces sentimos que estamos completos o que ya hemos alcanzado nuestro máximo potencial, y la verdad es que eso suele ser una ilusión. Al igual que el amor o el agradecimiento, el aprendizaje es un proceso que se alimenta y crece cuando abrimos la mente y nos permitimos ver más allá de lo que ya conocemos. Si observamos bien, siempre hay una manera distinta de ver las cosas y, por ende, de aprender algo nuevo. Fortalecer nuestras habilidades es una forma de recordarnos que siempre hay espacio para crecer, que nuestro ser no es una “versión terminada” y que podemos pulir muchas áreas que ni siquiera sabemos que existen.
Lo cierto es que este crecimiento no siempre es cómodo. A veces, en ese proceso de fortalecer nuestras habilidades, lo primero que notamos es que tenemos que deconstruir una serie de creencias y de actitudes que llevamos dentro, que incluso heredamos o absorbimos sin cuestionarlas. Me di cuenta, por ejemplo, de que cuando fortalecemos nuestra mente, también empezamos a soltar esos pensamientos limitantes y esa necesidad de aprobación que tantas veces nos detiene. Nos acostumbramos a actuar con base en los condicionamientos de nuestro entorno, como si nuestra manera de interpretar el mundo estuviera predeterminada. Pero cuando empezamos a fortalecernos de verdad, a trabajar en nuestras habilidades, descubrimos que podemos elegir con qué energía nos conectamos y cómo queremos ver el mundo.
Al final, es como un proceso de desaprender para poder aprender. Es decir, muchas veces, para poder realmente avanzar y evolucionar, necesitamos observar de dónde vienen nuestros patrones de pensamiento, de qué manera nos limitan, y cómo podemos transformarlos. Tal vez incluso descubrimos que hay áreas en las que nos falta confianza, y que esa confianza se construye, no solo aprendiendo algo nuevo, sino creyendo en nosotros mismos y en nuestra capacidad de cambio. Porque evolucionar no es solo una cuestión de técnica o de conocimiento, es también un acto de fe en lo que podemos llegar a ser, una apertura a lo desconocido y a todo aquello que, por el momento, se siente distante.
Y claro, en este proceso, es fácil caer en el miedo o en la duda, pero he notado que el mismo acto de mejorar y de fortalecer habilidades es una forma de conectar con la confianza y con la gratitud. Al final, cada pequeño avance, cada habilidad que vamos desarrollando, es un recordatorio de lo mucho que somos capaces de lograr. Es un testimonio de que nuestras limitaciones a veces solo son barreras mentales que se desvanecen con el tiempo y la práctica.
Así que fortalecer nuestras habilidades es un acto de amor propio, una manera de demostrar que nos importa nuestro bienestar y nuestra capacidad para contribuir al mundo. Es increíble cómo, al final, este crecimiento interno se proyecta en cada relación, en cada decisión y en cada pequeño detalle de nuestro día. Es como una forma de honrar lo que somos y lo que podemos llegar a ser.
Nos damos cuenta de que la vida, aunque compleja, nos da la oportunidad de seguir evolucionando siempre, de dejar de vivir en piloto automático y de tomar las riendas de nuestra propia historia. Y quizás, al final, esa es la mayor habilidad de todas: aprender a vivir desde la consciencia y a conectar con el mundo desde nuestra mejor versión.
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