Volver a intentarlo es válido, porque la vida no se trata de no fallar, sino de aprender cada vez que nos caemos. Nos equivocamos, sí, pero lo importante es que cada caída nos deja algo, y al levantarnos, nos encontramos con una versión de nosotros mismos que sabe un poco más, que entiende mejor y que, aunque le duela, sigue adelante. Hay quienes dicen que todo pasa por algo, que cada experiencia tiene un propósito, pero a veces el propósito no es claro en el momento, sino después, cuando miramos atrás y vemos todo lo que crecimos.
Me he encontrado en situaciones donde pensé que no iba a poder seguir, que el peso de mis errores era demasiado grande. Y sin embargo, aquí estoy, porque al final entendí que equivocarse es parte del camino. Lo difícil no es fallar, sino aceptar que podemos volver a intentarlo sin miedo al qué dirán, sin esa presión de tener que hacerlo todo bien a la primera. La vida es ensayo y error, y en ese proceso nos encontramos con nosotros mismos, con nuestras debilidades, pero también con nuestra fuerza.
A veces nos alejamos, dejamos cosas atrás, personas, lugares, momentos. No porque queramos, sino porque sentimos que necesitamos otro rumbo. Y cuando volvemos, si es que volvemos, nada es igual. No porque todo haya cambiado, sino porque nosotros ya no somos los mismos. Es parte de crecer, de evolucionar, de darnos cuenta de que cada experiencia nos transforma. A veces queremos que todo vuelva a ser como antes, pero la verdad es que el pasado no regresa, y está bien. Aprender a soltar, a aceptar, a mirar hacia adelante sin reproches, es también parte del proceso.
No hay una única forma de hacer las cosas bien, ni un solo camino hacia lo que queremos. A veces toca equivocarse varias veces antes de encontrar la manera correcta. Y en ese proceso, es fácil frustrarse, dudar, pensar en rendirse. Pero cuando nos damos la oportunidad de volver a intentarlo, con más experiencia, con más claridad, nos damos cuenta de que cada tropiezo tenía un sentido. Nos damos cuenta de que somos más fuertes de lo que creíamos y que, aunque duela, siempre hay una manera de seguir adelante.
Así que si alguna vez sientes que fallaste, que todo se salió de control, recuerda que siempre puedes volver a intentarlo. No hay vergüenza en empezar de nuevo, en reconocer que necesitas otra oportunidad. La vida no es un camino recto, es un ir y venir, un aprender y desaprender, un construir y reconstruir. Y en ese proceso, lo más importante es nunca dejar de avanzar.
