Últimamente he estado pensando en lo difícil que es encontrar paz mental cuando todo a nuestro alrededor parece ir demasiado rápido. Nos levantamos con prisas, revisamos el teléfono antes de siquiera poner los pies en el suelo, salimos corriendo para cumplir con el día y, cuando por fin llega la noche, estamos agotados, pero nuestra mente sigue llena de pensamientos que no nos dejan descansar. Nos acostumbramos tanto a este ritmo que parece imposible detenerse, respirar y simplemente estar en calma.

Pero lo curioso es que la paz mental no es algo que se encuentra afuera, en un lugar específico o en un momento perfecto. No es algo que llega cuando todo en nuestra vida está resuelto o cuando no hay problemas. La paz mental es algo que construimos, algo que decidimos tener a pesar del caos. Es aprender a respirar en medio de la tormenta y encontrar espacios de tranquilidad incluso en los días más ajetreados.
He notado que muchas veces somos nosotros mismos quienes nos impedimos encontrar esa paz. Nos llenamos de preocupaciones innecesarias, de pensamientos que nos drenan, de expectativas que solo nos generan ansiedad. Nos exigimos demasiado, queremos controlarlo todo y, cuando algo no sale como queremos, nos frustramos. Y así, el ruido en nuestra mente no para nunca.

Pero también he visto que cuando nos damos permiso de soltar un poco, de aceptar que no todo depende de nosotros, empezamos a sentirnos más ligeros. Cuando aprendemos a estar presentes, a enfocarnos en lo que realmente importa, a no dejarnos arrastrar por la prisa y el estrés de los demás, encontramos pequeños momentos de calma. A veces basta con detenerse un momento, respirar profundo y recordar que la vida no se trata solo de correr, sino también de sentir.
Sé que no es fácil, que hay días en los que todo parece abrumador, en los que el mundo pesa demasiado. Pero también sé que siempre tenemos la opción de pausar, aunque sea unos segundos, para recuperar el equilibrio. No necesitamos escapar a un lugar remoto para encontrar paz, podemos construirla en nuestro día a día, en los pequeños hábitos que nos ayudan a conectar con nosotros mismos. En la forma en que nos hablamos, en cómo elegimos reaccionar ante lo que nos pasa, en la decisión de no permitir que el ruido externo se convierta en nuestro ruido interno.

Así que si últimamente sientes que el caos te está absorbiendo, date un momento para ti. Apaga el teléfono por un rato, sal a caminar, respira profundo, escribe lo que sientes, escucha música que te haga bien. No subestimes el poder de esos pequeños momentos, porque son los que van construyendo la paz que tanto buscamos. Al final, no se trata de esperar a que la vida sea perfecta para estar en calma, sino de aprender a estar en calma en medio de la vida tal como es.
