A veces nos preguntamos por qué no tenemos lo que queremos, por qué la vida parece no darnos aquello que creemos merecer. Pero, ¿realmente estamos recibiendo menos de lo que nos corresponde? O, más bien, ¿estamos obteniendo exactamente lo que hemos construido con nuestras acciones, pensamientos y decisiones?

Lo que merecemos no es un concepto que se defina por el simple deseo de tener algo, sino por la manera en que nos hemos preparado para recibirlo. Muchas veces anhelamos cosas que, en el fondo, no hemos trabajado lo suficiente para obtener. Otras veces, creemos que merecemos más, pero no nos detenemos a evaluar si realmente hemos sembrado lo necesario para recoger esa cosecha.
Vivimos en un mundo donde la gratificación inmediata se ha convertido en una norma. Queremos resultados rápidos, queremos logros sin esfuerzo y queremos recompensas sin aprendizaje. Pero la vida no funciona así. Todo lo que llega a nosotros es el reflejo de lo que hemos construido, de las decisiones que hemos tomado, del esfuerzo que hemos puesto en cada acción, incluso de lo que hemos permitido o dejado pasar sin actuar.

Es difícil aceptar que muchas de nuestras circunstancias son consecuencia directa de nuestras elecciones. Es más fácil culpar al destino, a la suerte o a los demás. Sin embargo, cuando asumimos la responsabilidad total de nuestra vida, nos damos cuenta de que tenemos un poder inmenso para transformarla. No se trata de mágicamente recibir lo que creemos que nos corresponde, sino de construir cada día aquello que queremos alcanzar.
Si queremos respeto, debemos cultivarlo en la manera en que tratamos a los demás. Si queremos amor, debemos aprender a darlo sin condiciones. Si queremos éxito, necesitamos comprometernos con el proceso, con el aprendizaje, con la disciplina. No se trata solo de querer, sino de estar preparados para recibir lo que pedimos, de demostrar con hechos que realmente merecemos aquello que anhelamos.
Hay momentos en los que sentimos que la vida es injusta, que damos mucho y recibimos poco. Pero tal vez estemos midiendo mal lo que recibimos. Quizá la recompensa no viene en la forma que esperamos, pero está ahí, en forma de experiencia, de aprendizaje, de crecimiento. Y muchas veces, lo que parece una pérdida en realidad es una oportunidad disfrazada de obstáculo.

Por eso, en lugar de preguntarnos por qué no tenemos lo que creemos merecer, podríamos empezar a preguntarnos cómo podemos convertirnos en la versión de nosotros mismos que esté lista para recibir eso que anhelamos. ¿Estamos trabajando lo suficiente? ¿Estamos mejorando cada día? ¿Estamos aprendiendo de nuestros errores y corrigiendo el rumbo cuando es necesario? Porque la vida, en su infinita sabiduría, no nos da lo que queremos, sino lo que necesitamos para evolucionar.
Y tal vez, si miramos con atención, nos daremos cuenta de que siempre hemos tenido lo que merecemos, aunque no siempre haya sido lo que esperábamos.
