A veces nos contamos historias que nos hacen sentir mejor, justificamos lo que no hacemos, lo que posponemos, lo que evitamos. Nos decimos que no es el momento, que no tenemos los recursos, que necesitamos más tiempo o más seguridad. Nos convencemos de que las circunstancias no son las ideales, y en ese proceso, dejamos pasar oportunidades, nos estancamos y nos alejamos de lo que realmente queremos. Pero, ¿qué tanto de eso es verdad y qué tanto es simplemente una excusa que nos repetimos hasta creerla?
Es más fácil encontrar razones externas que admitir que el verdadero obstáculo muchas veces somos nosotros mismos. Nos escudamos en el miedo, en la duda, en la incertidumbre. Evitamos enfrentar lo incómodo porque preferimos quedarnos en la zona conocida, donde no hay riesgos, pero tampoco crecimiento. Y es que aceptar que algo depende de nosotros implica hacernos responsables, asumir que el cambio está en nuestras manos y que el tiempo que perdemos no regresa.
Nos repetimos frases que nos calman por un momento, pero que, en el fondo, nos limitan. “No puedo hacerlo ahora”, “cuando tenga más dinero”, “cuando tenga más tiempo”, “cuando me sienta más preparado”. Pero el tiempo sigue pasando y rara vez llega ese instante perfecto que imaginamos. Y si llega, muchas veces descubrimos que el problema nunca fue el momento, sino nuestra propia resistencia.
También ocurre con los sueños y las metas que parecen demasiado grandes. Nos decimos que no es para nosotros, que otras personas tienen más talento, más suerte, más recursos. Y con cada excusa, nos convencemos de que es mejor ni intentarlo. Pero si nos detenemos a pensar, ¿qué pasaría si en lugar de excusas nos diéramos razones para avanzar? Si en lugar de esperar a que todo sea ideal, aceptamos que el mejor momento para empezar es ahora, con lo que tenemos y como podamos.
No se trata de ser duros con nosotros mismos, sino de ser honestos. A veces las razones que no aceptamos son las que más necesitamos enfrentar. Tal vez no es que no tengamos tiempo, sino que no estamos priorizando lo que realmente importa. Tal vez no es que no podamos, sino que nos da miedo el esfuerzo, el cambio, el fracaso. Pero, ¿y si nos permitimos intentarlo de todas formas?
Hacer consciente este proceso cambia la manera en que enfrentamos la vida. Nos ayuda a tomar mejores decisiones, a dejar de postergar lo que en el fondo sabemos que queremos hacer. Nos libera del peso de la justificación constante y nos da la oportunidad de avanzar, aunque sea con pasos pequeños.
Al final, las excusas nos roban oportunidades y nos dejan en el mismo lugar. Pero cada vez que elegimos enfrentar la verdad, nos damos la oportunidad de avanzar. Y quizás, al mirar atrás, nos demos cuenta de que el único obstáculo real era el que nosotros mismos nos habíamos puesto.
