Aprender de los más experimentados es una de esas cosas que, aunque todos sabemos que deberíamos hacer, no siempre ponemos en práctica como se debería. Hay algo curioso en esto, y es que a veces nos cuesta aceptar que alguien más sabe más que nosotros en un área, especialmente cuando nos sentimos seguros de nuestras habilidades. Pero, si lo pensamos bien, reconocer esto no debería ser una amenaza, sino una oportunidad.
En este último tiempo he estado reflexionando sobre mi manera de aprender y avanzar en ciertas cosas. Me doy cuenta de que hay áreas en las que, a pesar de mi esfuerzo, siento que no avanzo tanto como me gustaría. Y no es que no lo intente, es que hay algo que me falta, algo que, a veces, solo la experiencia y la guía de alguien más pueden aportar. No es sencillo admitirlo, pero es un alivio cuando lo haces.
He visto casos de personas que logran cosas increíbles, y no porque nacieran sabiendo todo, sino porque tuvieron la humildad de acercarse a alguien más experimentado y aprender. Y no hablo solo de copiar lo que otros hacen, sino de absorber ese conocimiento que solo los años de práctica y los errores acumulados pueden dar. Pero también he notado algo importante: no siempre basta con acercarse a alguien que sabe más. También hay que estar dispuesto a escuchar, a aceptar consejos, e incluso a cambiar la manera en que hacemos las cosas.
Hace poco estuve viendo a un amigo trabajar en algo que me parece fascinante. Lo admiro porque tiene un talento increíble, pero lo que más me impacta de él no es solo su habilidad, sino cómo busca mejorarla constantemente. No le teme a pedir ayuda, a hacer preguntas o incluso a mostrar lo que no sabe. Viéndolo, me di cuenta de que yo a veces me quedo atascado en un ciclo de intentar y fallar, pero sin detenerme a pensar si podría pedir ayuda o aprender algo nuevo de alguien que ya ha recorrido ese camino.
Esto me llevó a reflexionar sobre cómo el aprendizaje no solo tiene que ver con acumular conocimientos, sino también con saber cuándo dejarse guiar. Muchas veces creemos que podemos solos, que es cuestión de esfuerzo y más esfuerzo, pero la verdad es que a veces un consejo en el momento adecuado puede ahorrarte meses o incluso años de prueba y error. Claro, no se trata de depender completamente de otros, sino de saber que podemos nutrirnos de sus vivencias y aplicarlas a nuestro propio camino.
En este proceso de aprender de los demás, también hay un tema de equilibrio. Hay que tener cuidado de no perderse en comparaciones constantes, porque cada quien tiene su ritmo y su camino. Lo importante es aprovechar lo que otros saben para mejorar, sin que eso implique que te sientas menos por no haberlo descubierto por ti mismo.
Estos días me he propuesto observar más, preguntar más y escuchar con más atención. Pienso que hay algo valioso en cada persona con experiencia que conocemos, algo que pueden compartir con nosotros, incluso sin darse cuenta. Y al final, no se trata solo de aprender por aprender, sino de disfrutar el proceso, de crecer con ello y, tal vez, algún día también ser esa persona que inspire a otros.
Espero que estas palabras resuenen contigo, y si has tenido una experiencia similar, me encantaría saberla. Al final, aprender es una de las mejores formas de avanzar, pero también de conectar con quienes nos rodean.
