Nos enfrentamos cada día a nuevas exigencias, pequeños y grandes retos que nos obligan a movernos, a adaptarnos, a ser flexibles. A veces lo hacemos sin darnos cuenta, casi de manera automática, y otras veces nos resistimos, intentando aferrarnos a lo que ya conocemos, a lo que nos resulta cómodo. Pero la vida no se detiene, sigue su curso, y nosotros, queramos o no, tenemos que ajustarnos a su ritmo.
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No siempre es fácil. Hay días en los que sentimos que todo fluye, en los que las exigencias parecen simples ajustes que hacemos sin esfuerzo. Y hay otros en los que nos pesa, en los que sentimos que nos piden demasiado, que no alcanzamos, que no llegamos a todo. Pero, si lo pensamos bien, la clave no está en luchar contra la corriente, sino en aprender a fluir con ella, en reconocer cuándo es momento de hacer cambios y cuándo simplemente debemos respirar profundo y seguir adelante.
Nos acostumbramos a ciertos hábitos, a ciertas rutinas, a ciertas formas de hacer las cosas, y cualquier cambio, por pequeño que sea, puede parecer una amenaza. Nos resistimos porque el cambio implica incertidumbre, y la incertidumbre nos asusta. Pero, ¿y si en lugar de verlo como un obstáculo lo viéramos como una oportunidad? ¿Y si en vez de aferrarnos a lo que fue, nos permitiéramos explorar lo que puede ser?
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La vida nos exige todos los días, nos pide ajustes, nos empuja a salir de nuestra zona de confort. Y aunque a veces quisiéramos quedarnos en lo conocido, en lo seguro, en lo que ya dominamos, la realidad es que la vida no espera. Es un constante movimiento, y nosotros estamos en medio de él. Podemos resistirnos o podemos adaptarnos, y la diferencia entre una cosa y la otra es la manera en que decidimos vivir.
Ajustarnos a las exigencias del día a día no significa rendirnos ni conformarnos, significa aprender, crecer, evolucionar. No somos los mismos de ayer, ni seremos los mismos mañana, y eso está bien. Lo importante es darnos cuenta de que cada ajuste, cada pequeño cambio, nos acerca un poco más a la versión de nosotros mismos que estamos destinados a ser.
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Tal vez el secreto esté en no verlo como una carga, sino como una oportunidad. Tal vez en lugar de preguntarnos por qué la vida nos exige tanto, deberíamos preguntarnos qué podemos aprender de todo esto. Porque al final del día, la vida sigue, y nosotros seguimos con ella.
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