Todos tenemos algún tipo de miedo, aunque a veces tratemos de ignorarlo o disfrazarlo de otra cosa. Está ahí, en algún rincón de nuestra mente, listo para aparecer en los momentos menos esperados. Puede ser el miedo a fracasar, a no ser suficientes, a perder lo que tenemos, a no ser aceptados, a equivocarnos. Y aunque intentemos hacernos los fuertes, aunque nos digamos que no nos afecta, en el fondo, muchas de nuestras decisiones están influenciadas por ese miedo.

No se trata de vivir sin miedo, porque eso es imposible. Se trata de aprender a mirarlo de frente, reconocerlo y decidir que no nos va a controlar. Porque cuando dejamos que el miedo tome el mando, nos paraliza, nos impide avanzar, nos hace dudar de nuestras capacidades. Nos hace postergar sueños, evitar conversaciones importantes, quedarnos en nuestra zona de confort incluso cuando sabemos que no es lo que realmente queremos.
Pero, ¿qué pasaría si en lugar de luchar contra el miedo, lo aceptamos como parte de nosotros? Si en lugar de verlo como un enemigo, lo viéramos como un recordatorio de que estamos vivos, de que nos importa lo que estamos haciendo, de que hay algo en juego. Si en lugar de huir, nos detuviéramos un momento y nos preguntáramos: "¿De qué tengo miedo realmente?". A veces, la respuesta nos sorprende. A veces, nos damos cuenta de que el miedo no es tan grande como lo imaginábamos, que muchas de nuestras preocupaciones son solo escenarios que nuestra mente ha construido y que en la realidad nunca se materializan.

Cuando aprendemos a convivir con nuestros miedos sin dejarnos dominar por ellos, ganamos libertad. Porque entendemos que sentir miedo no significa que estamos haciendo algo mal, sino que estamos saliendo de lo conocido, que estamos creciendo. Y el crecimiento siempre implica cierto nivel de incomodidad. Pero si esperamos a sentirnos completamente listos, a que el miedo desaparezca, podemos pasar toda la vida esperando sin realmente vivir.
Es importante recordarnos que no somos los únicos que sentimos miedo. A veces creemos que los demás tienen todo bajo control, que son seguros de sí mismos en todo momento, que avanzan sin dudar. Pero la realidad es que todos, en algún momento, hemos sentido esa sensación en el estómago, esa voz interna que nos dice "¿Y si sale mal?". La diferencia está en cómo respondemos a esa voz. Podemos elegir darle todo el poder y dejar que nos frene, o podemos escucharla, entenderla y seguir adelante de todas formas.

El miedo nunca se va por completo, pero podemos aprender a caminar con él sin que nos pese tanto. Podemos aprender a actuar a pesar de él, a usarlo como un impulso en lugar de un obstáculo. Y cuando lo hacemos, nos damos cuenta de que muchas de las cosas que temíamos no eran tan aterradoras como parecían. Que somos más fuertes de lo que pensamos. Que tenemos la capacidad de enfrentar cualquier desafío, incluso cuando dudamos de nosotros mismos.
Así que la próxima vez que el miedo aparezca, en lugar de huir, detente un momento. Pregúntate qué te quiere decir. Y luego, con todo y miedo, da el siguiente paso. Porque la vida sigue, y tú tienes el poder de decidir cómo quieres vivirla.
