Nuestras preferencias no necesariamente deben ser las mismas que las de otros. Y, sin embargo, muchas veces actuamos como si así tuviera que ser, como si existiera un solo camino válido para hacer las cosas, para vivir, para disfrutar. Pero la realidad es que cada persona ve la vida desde su propia perspectiva, con sus propias experiencias, con su propia forma de sentir y de decidir qué le gusta y qué no.

He estado pensando mucho en esto últimamente. En cómo, sin darnos cuenta, caemos en la trampa de medir a los demás con nuestras propias reglas, como si lo que nos gusta o nos parece correcto fuera una especie de verdad universal. Y no lo es. Es solo eso: una preferencia, una elección personal, algo que funciona para nosotros, pero que no necesariamente tiene que funcionar para alguien más.
Lo vemos en todo. En la música que escuchamos, en los libros que leemos, en la comida que disfrutamos, en la manera en que organizamos nuestra rutina o en las decisiones que tomamos. A veces nos cuesta aceptar que alguien piense diferente, que prefiera algo que para nosotros no tiene sentido, que haga elecciones que nosotros nunca haríamos. Y en lugar de verlo con naturalidad, lo cuestionamos. Nos preguntamos por qué no eligen lo que nosotros elegiríamos, por qué no disfrutan lo que nosotros disfrutamos.

Pero ahí está el punto: porque no somos la misma persona. Porque lo que a uno le hace feliz, al otro puede no generarle nada. Y no pasa nada con eso. No significa que uno esté equivocado y el otro en lo cierto. No significa que uno tenga mejor gusto o que el otro no sepa lo que es bueno. Significa simplemente que cada cabeza es un mundo, y que no hay una única forma correcta de vivir y sentir.
Pensando en esto, me doy cuenta de que muchas veces lo que más nos molesta de las preferencias de los demás no es que sean diferentes, sino que nos desafían. Nos hacen preguntarnos si realmente lo que hemos elegido es lo mejor para nosotros o si simplemente seguimos un camino porque así nos enseñaron, porque así lo hace la mayoría. Nos obliga a confrontar la idea de que no existe una única manera de hacer las cosas, y eso a veces incomoda.
Creo que lo importante es entender que podemos vivir sin la necesidad de imponer nuestra visión a los demás. Que podemos disfrutar de lo que nos gusta sin esperar que todos compartan nuestro entusiasmo. Que podemos dejar que otros elijan diferente sin que eso represente una amenaza para nuestras propias elecciones. Porque al final, la diversidad en gustos, pensamientos y formas de vida es lo que hace al mundo más interesante.

Y así como queremos que respeten lo que nos gusta y nuestras formas de hacer las cosas, también deberíamos hacer el esfuerzo de respetar las de los demás. Sin juicios, sin necesidad de convencer a nadie, sin pensar que alguien está equivocado solo porque no piensa como nosotros.
No tenemos que ser iguales, y eso está bien. Lo importante es convivir con esas diferencias sin que se conviertan en barreras, sin que nos hagan sentir que debemos elegir un bando. Porque al final, lo que nos gusta, lo que preferimos, lo que elegimos, es solo eso: algo personal, algo que nos pertenece. Y no tiene por qué ser validado por nadie más.
