¿Alguna vez te has detenido a pensar en qué estás enfocando tu energía? Es curioso cómo muchas veces nos encontramos atrapados en una inercia que nos lleva a gastar nuestras fuerzas en cosas que, si nos detuviéramos a analizar, no nos están ayudando a ser mejores. Nos dejamos arrastrar por las urgencias, las expectativas de otros o incluso por el miedo a no encajar, y en ese camino perdemos de vista aquello que realmente nos impulsa a crecer como personas.
Vivir en esta dinámica puede parecer normal, después de todo, la sociedad nos bombardea con metas que parecen ser "universales": tener un mejor trabajo, una casa más grande, más dinero, más reconocimiento. Pero, ¿realmente esas cosas son las que nos hacen mejores? Tal vez sí, tal vez no. La clave está en cómo definimos nuestra propia mejora. Si lo que perseguimos no está alineado con nuestros valores y deseos más profundos, puede que estemos caminando hacia un lugar que no nos llevará a la satisfacción real.
He notado que enfocarse en lo que nos ayuda a mejorar requiere valentía, porque implica mirarnos a nosotros mismos de manera honesta. No siempre es cómodo, ya que puede que descubramos que hemos estado invirtiendo tiempo y esfuerzo en cosas que realmente no nos importan. Pero ese es el primer paso: reconocerlo. Solo cuando somos conscientes de dónde estamos poniendo nuestra atención podemos empezar a redirigirla hacia lo que de verdad nos hace bien.
Mejora no significa perfección, y eso es algo que vale la pena recordar. A veces pensamos que ser mejores implica hacerlo todo de manera impecable, pero no es así. Se trata más de pequeños pasos consistentes hacia lo que nos hace sentir en paz, felices y conectados con quienes realmente somos. Tal vez eso signifique aprender algo nuevo, cuidar nuestra salud, o simplemente dedicar más tiempo a las personas que queremos.
Y, por supuesto, para ser mejores no podemos dejar de lado la importancia del descanso y la introspección. Vivimos tan ocupados que olvidamos que detenernos también es parte del proceso. Es en esos momentos de quietud cuando podemos evaluar si estamos caminando en la dirección correcta o si necesitamos ajustar el rumbo. Reflexionar sobre nuestras acciones, nuestros logros y nuestras áreas de oportunidad no solo nos ayuda a crecer, sino que también nos da la oportunidad de reconocer todo lo bueno que hemos construido hasta ahora.
El enfoque no siempre es fácil de mantener, porque hay distracciones por todos lados. Pero si realmente queremos avanzar, es necesario hacer el esfuerzo de priorizar lo que importa. Esto no significa que debamos descuidar nuestras responsabilidades o los aspectos prácticos de la vida, sino que debemos asegurarnos de que esas actividades también estén alineadas con lo que buscamos ser.
Al final, ser mejores no se trata de competir con los demás, sino de superar nuestra versión anterior. Y para ello, necesitamos aprender a distinguir entre lo urgente y lo importante, entre lo que nos impulsa y lo que nos estanca. La vida siempre nos da la oportunidad de elegir hacia dónde dirigir nuestra atención; lo que hagamos con ella es nuestra responsabilidad. ¿Y tú, en qué estás enfocando tu energía hoy?