Extrañar. Una palabra que, por sí sola, evoca tantas emociones, tantas memorias, tantas sensaciones. Extrañar es un acto que no podemos evitar, porque cuando alguien o algo nos falta, ese vacío nos recuerda la riqueza de lo vivido, lo compartido, lo sentido. Pero ¿qué significa realmente extrañar? ¿Por qué lo hacemos? Quizás extrañar sea una forma de reconocer que hubo momentos que dejaron marcas, momentos tan valiosos que, en su ausencia, se vuelven más visibles.
Extrañar no es sólo la ausencia física de alguien. Es la sensación de que hay un eco en el presente que resuena con los momentos del pasado. Tal vez sea la risa que ya no escuchas, el aroma de un café compartido o el simple hecho de recordar cómo alguien hacía que un día común pareciera extraordinario. Esos recuerdos no siempre llegan con tristeza, aunque a veces pueda ser así. Más bien, son un recordatorio de que hemos vivido algo especial, algo digno de ser atesorado.
Dicen que extrañamos porque hemos amado, porque hemos conectado, porque algo o alguien nos hizo sentir que la vida tenía un matiz único. Y sí, extrañar duele a veces, pero también nos reconecta con lo mejor de nosotros mismos. ¿Qué sería de la vida si no tuviéramos recuerdos que valieran la pena extrañar? Esa conexión con lo que fue es un testimonio de que fuimos capaces de abrirnos, de vivir plenamente, de ser vulnerables y, a la vez, profundamente humanos.
Quizás extrañar también tenga otra cara. Una que no sólo mira hacia el pasado, sino que nos impulsa hacia adelante. Porque el extrañar nos invita a buscar, a llenar esos espacios con nuevas experiencias, con nuevas memorias, sin olvidar nunca las que nos trajeron hasta aquí. En cierto sentido, extrañar puede ser un puente entre lo que fue y lo que está por venir, una invitación a seguir encontrando motivos para sentir, para conectar, para vivir.
Pero, ¿a quién extrañamos realmente? A veces, no es sólo a una persona o un lugar. Extrañamos versiones de nosotros mismos que existieron en esos momentos. Extrañamos la risa que éramos capaces de soltar sin reservas, la inocencia de no saber lo que vendría después, la valentía de amar sin miedo. Y, al extrañar esas partes de nosotros mismos, quizás también nos recordamos lo que aún podemos ser.
Es curioso cómo extrañar nos coloca en un lugar de dualidad. Por un lado, nos hace mirar hacia atrás con nostalgia, pero, por otro, nos lleva a reflexionar sobre el presente, a valorar lo que aún tenemos, a apreciar lo que somos ahora. Es como si el acto de extrañar nos devolviera el poder de ver nuestra vida desde otra perspectiva, una que nos invita a agradecer tanto lo vivido como lo que aún está por vivir.
Al final, extrañar es una muestra de que la vida está llena de momentos que importan, personas que dejan huella, y recuerdos que construyen nuestro ser. Es la prueba de que, aunque el tiempo pase, hay cosas que permanecerán con nosotros, latiendo en nuestro interior, recordándonos que hemos amado, que hemos reído, que hemos vivido.
Les deseo que, en esos momentos en los que extrañen, puedan sonreír al recordar, y que cada recuerdo se convierta en una chispa para seguir adelante, creando nuevas memorias que, algún día, alguien más pueda extrañar.
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