El trigo que estamos comiendo no es el trigo que se comía anteriormente, y por ende, no es el pan de nuestros antepasados.

Muchas veces me han preguntado:

— Si mi abuelo tiene 95 años, y tiene buena salud comiendo de todo... ¿Por qué dices que el pan es malo si ellos lo han comido por siempre?

A lo cual les pregunto:

— Tu abuelo, ¿vive en la ciudad o en el campo? El pan que come, ¿lo come a diario o de vez en cuando? ¿Lo compra en una panadería o lo hacen en casa?

Aunque no lo parezca, en las respuestas a estas preguntas hay mucha información que nos puede ayudar a comprender lo que está sucediendo con nuestra alimentación, y la alimentación que han tenido nuestros ancestros.

El trigo que tenemos a nuestra disposición en la actualidad tiene mucha más cantidad de proteínas, debido a los cambios genéticos que ha sufrido y a las nuevas formas agrícolas adoptadas para su cultivo, las cuales crean inflamación en el organismo, como por ejemplo, el gluten.

También tiene un contenido de almidón mucho más alto que el trigo antiguo, de hecho, el azúcar en la sangre aumenta dos cucharadas de azúcar con menos de dos rebanadas de pan integral que compramos en una panadería.

Ahora sabemos que el tipo de trigo que estamos comiendo es muy inflamatorio y además, puede alterar el revestimiento intestinal.

Fuente: Pexels, editado en Canva

Si miramos la enfermedad celíaca de hace 50 años, podemos encontrar que había muestras de sangre de 10,000 personas que padecían la enfermedad celíaca y los compararon con una muestra de sangre de 10,000 personas en la actualidad y hubo un aumento real del 400% en la enfermedad celíaca. En otras palabras, si hace 50 años había una persona sufriendo de este trastorno autoinmune, hoy en día tenemos 400 personas padeciendo esta condición.

Entonces, no es una moda hallar personas que buscan adaptarse a un nuevo cambio nutricional, sin embargo, al buscar "comodidades" y seguirse resistiendo al cambio verdadero que deben experimentar, arroja como resultado el aumento en el uso de antibióticos, que sumados a la falta de lactancia materna, el consumo de alimentos procesados, y la contaminación ambiental, se combinan para provocar interrupciones en la función intestinal, lo que permite que el gluten se filtre y cree la inflamación sistémica, algo conocido como síndrome del intestino permeable, tema del que podemos hablar más adelante con más claridad porque, en cuestiones de salud, nada es negociable, aunque solo se le preste la debida y correcta atención, cuando tenemos el problema encima, y los resultados se cierne sobre nosotros.