Hace años también padecí esos molestos pensamientos intrusivos, y cuanto más intentaba enterrarlos o ignorarlos con mayor fuerza resurgían. Creo que nadie nos ha enseñado a aceptar nuestra sombra: Somos seres falibles y con defectos incómodos que debemos aprender a tolerar mirando de frente si queremos corregirlos posteriormente. El pensador no es el pensamiento, y tener una idea “alocada” en un momento donde la mente divague presa de su ociosidad no debería ser motivo de condena. Muchos santurrones han implantado esa idea de que el propio pensamiento es cometer un pecado, pero no lo veo así.