Alhelí

Vuelve yaaaa. ¡Vuelve ya, que me matas! ¡Vuélvete de donde estás! ¡Veeeeen!

Mientras escribo, tarareo notas musicales interpretadas por el grupo ochentero de origen mexicano llamado Postdata y comienzo a deletrear más fuerte el coro entre lágrimas que corren, pero que no me roban la esperanza de que abras los ojos cuando me quite la mascarilla y pase mi lengua por lo menos en la comisura de tus labios.

Quiero recibir un soplo de sana ponzoña que me liberará un grado más de horrendas posturas sobreactuadas como viuda incasable, no negociable, y sin consuelo debido a un grosero comentario que dejo pasar en el vecindario porque lo que interesa no son las palabras, sino las acciones y sinceras pasiones que me unen a tu figura destruida por cada punto cardinal.

He llegado a ti, esta distancia de pocos pasos se hizo eterna y tan agreste que estoy agotada y quiero acostarme a tu lado, no para descansar, ¡no!, sino para entender que todavía estás vivo y no es una burda ilusión que se funde con los sueños en cada dormitar. Menciono con voz entrecortada tu nombre, aumentando el: 'estoy aquí', sin embargo, no contestas y eso me roba por instantes la fe hasta en lo inentendible, solemne y Superior.

En mi cartera tengo una postal que compré junto con la caja que esconde mi verdadero motivo al visitarte. Perdóname porque no lo pude hacer yo esta vez, ya sabes, líos aduaneros, pero sé que te gustará el sabor a chocolate y cerezas frescas rehogadas en un delicado especiado con Kirsch, pues lo mandé a preparar antes de llegar al país justamente hoy, en nuestro aniversario.

Apenas despiertes, la enfermera que contraté solo para que te atienda a ti, te leerá mis pensamientos a través de un simple apartado epistolar escrito en este papel; ah, también hará que escuches la melodía que entoné para ti con todo el ser embebido en un caleidoscopio de alegría y tristeza. No quiero regresar a nuestro departamento porque se siente tan vacío, hace siglos ya no está más aquella figura hipnótica con piel irreverente que a diario con cientos de cosquillas me despertó.

Tengo miedo de cerrar los ojos, pienso que solo un pestañeo y tu vida condenada a una muerte cruel y a destiempo se extinguiría sin mí. No te enojes, sabes lo que pienso sobre tu repentina partida, así actuaras al darme ánimo con aquella forzada sonrisa que poco a poco se iba perdiendo porque hasta el respirar se cortaba en tu nariz.

La relación ha dado giros inesperados desde que nos conocemos, no desde que nos encontramos en la panadería, no desde que me saludaste con titubeos y yo te contesté con firmeza; no desde que accedí a que me acompañaras a mi casa porque sabía que eras mi vecino castaño de semblante livianito y un arete en la nariz que en el corazón escondía una doble y sana intención que a mí también me agradaba sentir; no fue desde…, sino a mis 17, justo en el instante que sentí tu mirada en mi espalda cuando me bajé del camión de mudanzas.

Ni idea tenías que yo hablaba español y menos que podía confundirte con una simple jerga uruguaya que era peor que cualquier dígrafo eslavo que por herencia también aprendí; no tenías ni idea de que a esa edad me gustaban melodías de cantantes vecinos como Sandro, Leonardo Favio, Piero, La Negra Sosa, Los Visconti, Calamaro, Gustavo Cerati, Vilma Palma, y hasta Rata Blanca; aun así, decidiste acercarte a mí para empezar una sana amistad silente y alejada de los demás.

No sabía que deseabas ser médico y peor que te inscribírías en la misma universidad, créeme que no lo consideré ni coincidencia cuando te saludé en la fila en la que me cediste tu puesto, mucho menos que por esa razón escribiríamos juntos una trama que hasta ahora sigue en proceso.

Cuando me propusiste matrimonio fue bastante gracioso porque nos saltamos todo el noviazgo convencional… ni siquiera te pregunté por qué me elegiste para ser tu esposa si solo tenía 19; no te pregunté porque tenía una vaga media respuesta: no era por mi arete en la ceja y la pintura en mi espalda que en la cama descubriste, sino que solo respondí sin vacilación alguna: 'acepto.'

Acepté porque me di cuenta que más que una escueta pasión, mi sentimiento de amor era real, que no fue un cliché ante la sociedad la felicidad que sentía cada vez que tomabas mi mano para caminar; que no fue un fingimiento entre los dos lo que pasaba si en el departamento nos encontrábamos para aplicados estudiar los libros de nuestra fisiología y anatomía.

Que no hallé apariencias, sino una desnudez completa del ser con la que nos dejamos llevar, con la que nos dejamos curar, con la que nos dejamos levantar, con la que nos dejamos quemar, con la que nos dejamos rescatar para dar como resultado a una especie única de resiliencia para enfrentar lo que vendría después.

Nunca me hice la difícil contigo porque confiada siempre estuve en tus manos, nunca desprecié de ti una muestra de cariño energética y también enérgica porque sabía, porque sé que como humanos necesitamos de la diaria llegada de esa expresión física afectuosa que venga de otro igual para que se llene un vacío, una carencia, una duda, una soledad, una crisis de existencialidad, almática, o de espiritualidad.

Sabía, porque es una verdad que brota de los frescos labios de nuestros sabios de antaño, que una gota de amor puede crear un océano de lágrimas, pero estuve dispuesta a beberlas todas, las tuyas, las mías, las de los dos fusionadas y así ha sido.

No te voy a negar que miedo sí tenía después de que en secreto firmaras el contrato matrimonial a las 10 de la mañana y me lo entregaras, pero no retrocedí cuando me tomaste la mano para entrar por la puerta del departamento que compramos juntos para escondernos y ser esa pareja de doble vida que se disputa una soltería y un casamiento, que vivía entre el fuego y el viento, que se sumergía en el sexo y también en la virginidad, que se extrañaba los días en que no podían estar por una y por otra razón en el mismo picante sendero que creamos para los dos.

Pasaron las estaciones y un retraso puso alarmas en mi corazón, al inicio no quise hacerme ilusiones de lo que años esperamos y no se dio. Después de tantas pruebas difíciles que con él pasé en el vientre porque hasta me caí y casi lo pierdo, nació porque tú lo ayudaste y apenas cortaste el cordón umbilical en esa otoñal habitación alejada del pueblo al que nos escapamos, le diste un nombre que no me pareció mal porque quisiste honrar a mi bisabuelo.

Y vino otra tormenta a nuestra iniciada felicidad de oculto hogar de tres porque descubrimos que tenía una discapacidad, qué duro fue para él, qué complejo verlo sin dormir porque a ese aparato coclear no se adaptó. Sé que tomamos la mejor decisión después de mucho orar al quitárselo porque podrá disfrutar al ocupar sus manos para llamarte papá con libertad.

Fue una bendición más cuando el psicólogo nos llamó para avisarnos que en él algo detectó: su CI disparado hasta las nubes, que por esta situación sería un pequeño y gran hombre versado, al que solía tener miedo en ocasiones por solo perderme en su profundo mirar azulado, ya que siendo su mamá no lo podía a veces sola alcanzar, pero un día, al verlo tener una maña que solo pudo heredar de ti, pues la zurdera de su tío Benjamín sacó, pude comprender que cuando dos sentidos se retiran, llega otro a reemplazar lo que muy posiblemente necesario no fue.

Seguimos caminando con nuestro hijo y también nuestro amor callado, pero vino la peor enfermedad que te condenó a una eterna soledad, sin embargo, después de tus estúpidas palabras te hice reaccionar, te recordé que lo que teníamos para siempre sería y no era un juego que en el que solo se debe ganar. Me puse los ovarios en su lugar y me enfrenté a todo con tal de verte ahora así: todavía con el cuerpo destruido, al borde de la muerte debido a las múltiples infecciones, pero conmigo.

No me arrepiento de nada, de los infiernos que atravesé en soledad, de las enfermedades, de los abusos, de las extorsiones a las que jamás accedí para me dieran los pulmones para ti, de los intentos de violación a los que me enfrenté porque pensaban que muerto estabas.

Sí, tenías razón, cometí un error porque después de simular tu deceso y dejarte instalado en el hospital, me sugeriste buscar a tu hermano para que me diera protección asegurada, sin embargo, con verte, todo se me olvida y de nada me arrepiento porque, aunque me golpearan nunca dejé que fueran más allá, no dejé que tocaran lo que no era suyo, ¡ni uno de los rizos que tanto cuidaba para ti!

No me arrepiento ni siquiera por mentirles a tus padres y hermanos en cientos de ocasiones; no me arrepiento por fingir en un lado y en otro; no me arrepiento por convertirme en actriz al interpretar el papel de la novia dolida que guarda un duelo eterno al no querer sacarse el negro de la ropa; no me arrepiento al despreciar toda insinuación de matrimonio para supuestamente rehacer mi vida si ya la tengo contigo.

No me arrepiento del pasado, de las lágrimas, de los dolores y las maldiciones que lancé al vacío mientras Shuli estaba dormido, sin embargo, esto no va más, ya no más abusos, no más soledad, ¡no más basura gubernamental ni hospitalaria porque apenas te recuperes, iremos a la casa de tus padres para enfrentar la realidad, nuestra realidad, aquella en la que hemos estado metidos desde que nos conocemos!

El tiempo se acaba, no he conseguido despertarte, pero no me iré de aquí sin ver que abras los ojos y sonrías con esa profunda mirada que heredaste de tu madre; sería mucho pedir oírte decir por lo menos una letra del alfabeto árabe porque sé que no puedes mover la boca debido al tubo endotraqueal que aceptó el antagónico de personaje entrometido entre tus labios y los míos.

Dicen que debo salir por la misma puerta por donde no quise entrar, que los minutos que conseguí para estar juntos se acabaron. ¡Desgraciado Cronos!, ¡me las pagarás todas juntas porque esto fue más rápido que una simulación de orgasmo! Está bien, no tengo alternativa, no es necesaria la desobediencia porque sé que el área en la que te encuentras todo es intenso y fugaz.

Actúo como si estuvieras vivo y no en tu mundo adquiriendo nuevos dones que te hagan decirme: '¡no, Anestesias, he dicho que no!' sin dar ninguna convincente razón. El médico dice que me llamará por cualquier cambio; por increíble que parezca, la fe vuelvo a recobrar porque consciente estoy que después de tremenda carnicería a la que fuiste sometido para devolverte el respirar, sigues entre nosotros caminando dormido en este plano porque debes reposar, pero muy despierto en las calles de Safed porque debes enseñar e iluminar.

Sentite mejor afortunado por volver a mis brazos y a los de nuestro hijo para ser una familia como las demás; no tengas miedo de las reacciones, no cuando hemos pasado por tanto… mejor sentí que, aunque tu hermano quiera matarte con su espada por asesinarlo en vida al dejarte en el cementerio, él no atentará contra ti porque te ama, ama tu recuerdo, lo sé, yo lo sé bien, el solito frenará su indignación porque su corazón comenzará a latir de nuevo al verse frente a su reflejo, frente a aquel espejo que rompió y al desierto fue a dejar.

Y ya sabes, no quiero ningún 'pero' porque ya te lo he dicho cientos de veces y te lo recuerdo en este aniversario: Vos sos la cabeza, AriZal, la cabeza de nuestro hogar, pero jamás olvides que yo soy el cuello de nuestra relación.

Siempre tuya,

Anestesias.

La carta que acaban de leer fue una de las primeras que mi esposa me escribió mientras yo estaba en el hospital en calidad de paciente, en el área de trasplantes, justamente fue en un aniversario. ¿Por qué la transcribí con su autorización?, muy simple: cumplimos 17 años de casados.

El amor produce un verbo, una fuerza, una acción llamada amar, esta es una tarea hermosa, pero no deja de ser dura, difícil, inentendible, de tener sus riesgos incluidos, aunque sea una verdadera belleza por donde se mire y más por cómo se sienta.

En el caso de mi esposa y yo, este aniversario de alhelí que no solo denota lealtad ante cualquier adversidad, estos 17 años de convivencia, un tiempo cercanos y otro alejados, no se trata de un número como el que muestran mis padres en su relación, sin embargo, este valor tampoco es que sea una cifra trivial de solo semanas en las que después de una pelea que se puede resolver sin mayores inconvenientes muchos ya piensan en las palabras: ruptura definitiva y no se sumergen en el proceso de maduración introspectiva.

Amar es una forma de lenguaje tanto interno como externo. Este lenguaje puede verse afectado por el trabajo, las responsabilidades con terceros, el corazón, el cuerpo mismo y las enfermedades, son parámetros que permanecen en el ser humano y que en algunos casos se tornan impedimentos para mantenerse junto a la pareja entre el dolor y la alegría, pero cuando se equilibran las vidas y los caracteres ni siquiera se piensa en la frase: 'no cabe duda que es verdad que la costumbre es más fuerte el que el amor'.

Podemos vaciarnos sin necesidad de desnudos, comunicarnos de manera abierta con tantas estrategias e implementos de terapias inventadas que nos hagan sonreír en medio de la relación de pareja y el hogar, podemos si tan solo estamos dispuestos, si tan solo invocamos ese lado dócil que nos permite tener un reloj sin números en donde no existen intermediarios del tiempo, y también una brújula sin puntos cardinales para que se nos haga más fácil encontrar a la pareja en la oscuridad de los problemas y en la claridad de la verdad.

Soy un fiel creyente de que con cada ingrediente que forma el abono necesario para cuidar del amor y su principal acción también nos podemos beneficiar y extender a otras facetas del ciclo vital que el caminar en el planeta nos presenta en lo cotidiano.

A los que leyeron y a quienes no también, tengan un provechoso día.

Un abrazo virtual.

—Ezequiel ©