Saludando a toda la people de BLURT. Es viernes, si, #viernesinthenight y sería propicio colocar algo de música electrónica, tal vez lo haga hacia el final del post. También es VIERNES 13, así que tocaría colocar aunque sea una foto de JASON VOORHEES, jeje.
Lo cierto es que retomaremos la historia de la criatura gigante y voraz que llegó a una isla y causó el horror. Quienes siguen el blog tal vez leyeron el primer episodio. Y si no... acá se los dejo:
1- LA SOMBRA DESCENDENTE
https://blurt.blog/blurtlatam/@mostrorobot/5hhthl-la-sombra-ascendente
Y ahora, acá continuamos:
CAPITÁN
Las luces electrónicas de las paredes de la habitación parpadearon y se encendieron, iluminando el interior con un resplandor frío y siniestro. Corrientes eléctricas como relámpagos recorrieron los intrincados cables que conectaban los computadores de las paredes con el sarcófago/cápsula, haciendo que los cables chisporotearan y emitieran un zumbido amenazante.
Finalmente, chorros de humo salieron disparados de varios puntos de la cápsula, oscureciendo la habitación con una nube de gas espeso y maloliente. Entre la neblina, se podía ver con dificultad una figura extraña poniéndose en pie.
La figura era alta y delgada, con una piel pálida y babosa. Tenía un peculiar corte de cabello, como el mohicano de los Punks, en color plateado. Una decena de cables se conectaban a su cuerpo desde distintos aparatos y computadores. Él mismo individuo con poca dificultad utilizó sus manos para arrancar los conectores y pronto liberarse de esas ataduras.
El individuo pálido terminó de liberarse de los cables que lo ataban a la maquinaria, cada movimiento suyo resonando en la cámara como un eco metálico. Con una lentitud casi ritual, se alejó de la cápsula, su figura alargada proyectando una sombra grotesca sobre las paredes.
En ese instante, el suelo bajo la cápsula se abrió, revelando un abismo oscuro y sin fondo. Con un silbido hidráulico, la cápsula comenzó a descender, desapareciendo lentamente en las profundidades. Al mismo tiempo, los cables que antes habían estado conectados a la criatura se retractaron con una rapidez sorprendente, contrayéndose como serpientes mecánicas y ocultándose en las grietas de las paredes.
El hombre caminó por la habitación, sus pasos resonando en el ambiente metálico. Sus ojos, grandes y oscuros, recorrían cada rincón, examinando con detenimiento los paneles luminosos y las consolas repletas de botones. Parecía reconocer cada detalle de aquel lugar, como si hubiera pasado allí una eternidad.
De repente, extendió sus brazos en una pose que recordaba a una crucifixión, y una larga manguera emergió de una ranura en la pared. El extremo de la manguera se abrió, expulsando un chorro de vapor que envolvió al hombre en una nube blanca. El vapor era caliente y húmedo, y parecía limpiar y desinfectar su cuerpo. Cuando la nube se disipó, el hombre estaba seco y reluciente, como si hubiera salido de una ducha.
A continuación, una serie de brazos mecánicos descendieron del techo, moviéndose con una precisión que resultaba inquietante. Cada brazo llevaba consigo una prenda de vestir: un traje oscuro y elegante, confeccionado con un material que parecía brillar con luz propia. Los brazos se desplegaron con delicadeza, vistiendo al hombre como si fuera una muñeca.
Cuando el proceso terminó, el hombre pálido se miró en un espejo que había aparecido de la nada. Su imagen reflejada era la de una criatura de belleza inquietante: pálido, andrógino, con un aire de superioridad que helaba la sangre. Su cabello plateado, peinado en un mohicano perfecto, contrastaba con la oscuridad de su traje. Era una figura que parecía haber salido de una pesadilla, un ser que no pertenecía a este mundo.
El hombre pálido se detuvo frente al espejo, su mirada recorriendo cada centímetro de su nueva apariencia. Su sonrisa se ensanchó, revelando una hilera de dientes blancos y perfectos que contrastaban con la palidez de su piel. Era una criatura de belleza artificial, un ser diseñado para cautivar y aterrorizar al mismo tiempo.
Con un gesto de soberbia, levantó su mano enguantada y chasqueó los dedos. Al instante, un panel luminoso en la pared se iluminó con una secuencia de luces parpadeantes. Era un interfaz, una puerta de entrada a un universo de posibilidades sonoras. Con voz profunda y resonante, pronunció una sola palabra: "Música".
La pared se transformó. Paneles se deslizaron hacia los lados, revelando una serie de altavoces que cubrían toda la estancia. Un sonido ensordecedor llenó la habitación, una mezcla de ritmos electrónicos y melodías distorsionadas. Era la canción "they're all around us" de la artista Poppy, una pieza que combinaba lo pegadizo con lo perturbador y el metalcore.
El hombre pálido comenzó a moverse al ritmo de la música. Sus pasos eran lentos y calculados al principio, como si estuviera probando el suelo. Luego, comenzó a bailar, cada movimiento suyo más extraño y grotesco que el anterior. Sus brazos se extendían como garras, sus piernas se doblaban en ángulos imposibles. Su cuerpo parecía desgarrarse y reensamblarse a sí mismo con cada movimiento.
Bailaba como si estuviera poseído por una fuerza oscura, como si su cuerpo fuera un mero instrumento al servicio de una entidad superior. Sus ojos, antes vacíos, ahora brillaban con una luz interna que hacía pensar en un alma atormentada.
A medida que la música aumentaba de intensidad, sus movimientos se volvieron más frenéticos. Giraba sobre sí mismo, saltaba y se contorsionaba, desafiando las leyes de la física. Su cuerpo parecía estirarse y contraerse, como si fuera hecho de un material elástico.
En un momento dado, se detuvo en el centro de la habitación, respirando con dificultad. Sus ojos estaban vidriosos, su rostro contorsionado por una mueca de dolor y placer. Luego, comenzó a reír, una risa que resonó en la cámara como un eco metálico. Era una risa que helaba la sangre, una risa que hablaba de un vacío insondable.
A medida que la música llegaba a su clímax, el hombre pálido se dejó caer al suelo, exhausto pero satisfecho. Su cuerpo temblaba convulsivamente, como si estuviera sufriendo una crisis epiléptica. Pero en sus ojos había una extraña paz, una sensación de que finalmente estaba vivo, y de vuelta al mundo.
El hombre permaneció tendido en el suelo biomecánico, su respiración lenta y profunda. La canción culminó, dejando un silencio sepulcral. De repente, una voz mecánica y andrógina resonó en el aire:
— ¿Se encuentra bien, capitán?
El hombre abrió los ojos y se incorporó lentamente. La voz provenía de un panel luminoso en la pared, que se iluminó con un resplandor azul. En el centro del panel, una figura holográfica apareció, una mujer de aspecto andrógino con cabello corto y ojos azules.
— Capitán — dijo el hombre para sí, su voz ronca denotaba nostalgia.
La figura holográfica asintió con la cabeza. — He detectado un aumento en su ritmo cardíaco y su frecuencia respiratoria. ¿Necesita asistencia?
El hombre negó con la cabeza. — Estoy bien. Estoy más que bien - dijo al momento que se incorporaba de un ágil brindo.
La figura holográfica se quedó en silencio, observando al hombre con ojos comprensivos. Después de un momento, dijo: — Si necesita algo, no dude en pedirlo.
El hombre asintió con la cabeza, Se sentía un tanto desorientado, pero su espíritu estaba intacto y las ideas en su cabeza comenzaban a ordenarse después de tanto tiempo en congelación. Caminó hacia la puerta de la habitación, que se abrió con un silbido mecánico.
El pasillo era largo y estrecho, con paredes de metal y luces fluorescentes que parpadeaban. El hombre caminó con paso firme, su eco resonando en el silencio. Al final del pasillo, una puerta masiva se abrió, revelando una sala enorme.
La sala era el centro de control de la nave, un espacio vasto y complejo lleno de consolas, pantallas y cables. En el centro de la sala, una esfera gigante sostenida por un musculoso brazo/tentáculo biomecanoide parecía flotar en el aire, emitiendo una luz suave y cálida.
El hombre se acercó a la esfera, su mirada perdida en su resplandor. Era el corazón de la nave, el núcleo de su inteligencia artificial. El hombre se inclinó hacia la esfera, como si quisiera abrazarla.
— Hola, viejo amigo — susurró.
La esfera emitió un suave zumbido, como si estuviera respondiendo. El hombre sonrió, sus ojos brillaron y denotaban un sentimiento casi paternal.
— Ha pasado mucho tiempo — dijo.
La esfera emitió otro zumbido, más largo y más fuerte. El hombre lanzó una carcajada, su risa llena de alegría.
— Sí, ha pasado mucho tiempo — dijo. — Pero estoy de vuelta y listo para la conquista.
CONTINUARÁ??
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