Saaaaaaaaaaludos a todos los friendssss de la plataforma BLURT. Sip, les escribe nuevamente por acá el MOSTRO, si, MOSTROROBOT, luego de estar desaparecido más de un mes, quizás dos, no lo se, ya perdí la cuenta, y es que como algunos sabrán - y la mayoría no - luego de un terrible apagón nacional en mi país, mi PC que ya venía con ciertos problemillas... no arrancó más, y desde entonces he visto bastante limitado mi trabajo, dependiendo de un equipo prestado por ratos, y de mi teléfono que gracias a Diosito ahorita está dando la talla, jeje. Pero bueno, ustedes saben como es esto de trabajar con limitaciones.
Así que por acá estoy retornando a BLURT, la estructura y temática de los posts no será igual, ya que mis posts como ustedes los conocen me llevaban investigación y cierto tiempo de dedicación que ya no poseo. Así que mientras me encuentre sin PC trataré de retomar las publicaciones con historias crazys e impactantes llenas de acción y gangsters y sangre y mujeres hermosas y situaciones fuera de lo normal, ya saben, historias de MOSTRO, jajajajajaja. Espero les gusten.
Así que sin más, acá vamos con la primera, escrita sin darle muchas vueltas al asunto, un motero que atraviesa una ciudad violenta y....
KUROKAT
EL NIDO DEL CUERVO
La noche se cernía sobre la ciudad como una manta de terciopelo negro salpicada cientos de destellos neón. Los edificios, altos y sombríos, se erguían como gigantes de acero y cristal, mientras que las calles, húmedas por una fina lluvia, reflejaban las luces de los innumerables carteles luminosos, bares, discos, sex shops, y otras delicatessen. El aire estaba cargado de una electricidad palpable, una mezcla de adrenalina y peligro que palpitaba en cada rincón de la urbe.
En medio de ese caos ordenado, una silueta oscura se deslizaba entre el tráfico. Era una figura fornida a bordo de una Harley Davidson, una máquina rugiente que cortaba la noche como un cuchillo hirviente a través de la mantequilla. El motor ronroneaba con una fuerza salvaje, y el escape escupía llamaradas de fuego que iluminaban brevemente las fachadas de los edificios. El oscuro motero, envuelto en una gruesa chaqueta de cuero y un casco integral, parecía una sombra que se movía con una velocidad vertiginosa.
La ciudad era un laberinto de callejones oscuros y peligrosos, y el jinete de hierro conocía cada uno de ellos como la palma de su mano. Esquivaba taxis, autos deportivos y peatones distraídos con una facilidad que bordereaba lo sobrenatural. En cada esquina, grupos de jóvenes sospechosos intercambiaban miradas desafiantes, y mujeres con ropa provocativa se paseaban con una sensualidad que escondía una oscuridad oculta.
Finalmente, el motero llegó a su destino: un bar de mala reputación conocido como "El Nido del Cuervo". El edificio era bajo y anodino, pero su interior era un hervidero de actividad. Motos de todas las marcas y modelos estaban estacionadas en desorden en la calle, y la música atronadora que salía del local sacudía los cimientos.
El hombre estacionó su Harley con un rugido ensordecedor y se bajó de la moto. Se quitó el casco con un gesto brusco, revelando una cabeza que no era del todo humana. Tenía la forma de un gato negro, con grandes ojos felinos amarillentos que brillaban en la oscuridad y un pelaje suave y lustroso. Una mueca siniestra se dibujó en sus labios mientras se adentraba en el bar, listo para sumergirse en la noche y en todos sus peligros.
El hombre-gato se abrió paso entre la multitud, su figura imponente y su andar felino atrayendo todas las miradas. Los hombres lo observaban con una mezcla de admiración y recelo, mientras que las mujeres no podían evitar sentirse atraídas por su aura salvaje. Al llegar a la barra, se encontró con un tipo corpulento y mal encarado que lucía un parche sobre el ojo izquierdo. Era el barman, un hombre lleno de cicatríces y curtido en el oficio.
"Una cerveza, por favor", pidió el motero gato con una voz ronca y grave. El barman lo miró de arriba abajo con desdén, pero sirvió la bebida sin protestar.
"He venido por Mr. Cuervo", dijo el hombre-gato dirigiéndose al barman.
El hombre del parche se quedó quieto por unos instantes observándolo, entonces se giró y levantó el teléfono. Después de una breve conversación, colgó y le dirigió una mirada fría "Tendrás que esperar", gruñó.
Mientras esperaba, el hombre-gato observó a su alrededor. Las mujeres lo miraban con ojos llenos de deseo, pero él las ignoraba, no estaba allí para fornicar, o por lo menos no ahora. Los hombres, por otro lado, lo estudiaban con cautela, listos para cualquier movimiento en falso.
Impaciente, se dirigió a la rockola y seleccionó una canción de Korn, "Freak on a Leash". La música comenzó a sonar a todo volumen, llenando el bar con sus potentes riffs y su ritmo frenético.
Un motero corpulento con cuernos de demonio tatuados en la frente se levantó de su asiento y se dirigió hacia la rockola. "Aquí no queremos música de maricas", le gruñó al gato negro.
"El disco está allí, y voy a escuchar la rola", respondió el con calma, sin apartar la mirada de la rockola y mientras le daba un sorbo a su cerveza.
El motero demonio se acercó amenazadoramente y alzó la voz, pero el hombre-gato permaneció inmutable. El demonio gritaba, pero su voz no se escuchaba por la música de numetal de KoRn que el gato aumentaba el volumen de manera provocadora. Entonces, el demonio lanzó un puñetazo dirigido al rostro del gato. Este lo esquivó con un movimiento rápido, entonces, rápidamente agarró el vaso de cerveza que tenía en la mano y se lo estrelló contra la frente del demonio.
El demonio cayó al suelo, aturdido y sangrando sobre los restos de vidrio y licor. El demonio encolerizado se levantó tambaleante, rugiendo de ira, y se abalanzó sobre el felino. Se inició entonces una pelea salvaje. Puños y patadas volaban por el aire en una danza frenética. El hombre-gato, con su agilidad felina, esquivaba los golpes de su oponente y contraatacaba con una precisión mortal.
El demonio, más fuerte pero menos ágil, recibía una paliza. Sus ojos se inyectaron de sangre y su respiración se volvió cada vez más agitada. Finalmente, con un golpe certero al rostro, el motero gatuno dejó al demonio tendido en el suelo, inconsciente y con la cara destrozada.
La multitud observaba la escena con una mezcla de horror y fascinación. Un par de sujetos recogieron al demonio y lo arrastraton a una esquina pero el peligro apenas había comenzado.
De las sombras emergieron los amigos del caído, una horda de demonios y humanos de mala vibra todos con pintas de moteros y punketos, armados con palos, cuchillos y bastones de billar. Sus ojos brillaban de ira y sed de venganza.
El hombre-gato, sin inmutarse, se quitó la chaqueta y la camisa, revelando un cuerpo musculoso y ágil, cubierto de tatuajes que serpenteaban por su piel negra. Sus ojos dorados brillaban con un desafío feroz. "Vendrán de a uno o todos a la vez?", preguntó con una sonrisa burlona, mientras observaba a la turba enfurecida.
La respuesta fue una lluvia de objetos contundentes. El gato se movía con la agilidad de un felino, esquivando los golpes y contraatacando con una precisión mortal. Con un solo golpe, le rompió la nariz al primero que se acercó. Al segundo, lo alcanzó con un puñetazo tan poderoso que le partió varias costillas. Al tercero, le arrebató el bate de béisbol y se lo estrelló contra la mandíbula, dejándolo inconsciente.
Los demás, atemorizados por su ferocidad, dudaron un instante. Pero la ira pronto se impuso, y se abalanzaron sobre él. El hombre-gato fue rodeado y golpeado, pero se liberó con un movimiento brusco y comenzó a repartir patadas y puñetazos con una furia descomunal. Los cuerpos de sus oponentes se estrellaban contra las mesas y las sillas, rompiendo todo a su paso. Un motero asiático, empuñando un cuchillo, intentó alcanzarlo por la espalda, pero el hombre-gato lo esquivó con una agilidad sorprendente. Con un movimiento rápido, le torció el brazo y se lo astilló en varias partes para luego arrojarlo sobre una mesa, desarmándolo.
Justo cuando estaba a punto de apuñalarlo con su propio cuchillo, una voz resonó por encima del caos: "¡BASTA!". La violencia se detuvo por un instante, y todos voltearo. Un hombre corpulento, vestido con un traje negro, se abrió paso entre la multitud. Era Mr. Cuervo, el dueño del bar.
Continuará??
Depende de la audiencia y los lectores y de las posibilidades de MOSTRO, jajajaja.
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