La miseria de nuestros niños. Poema
Nadie tiene el valor que se requiere para mirar directamente a sus ojos.
En un niño que siente vergüenza de que lo miren y descubran como fue que llego, ni de donde salió, pidiendo dinero para comer.
Es un ser humano, aun cuando no ha empezado a vivir, ya está derrotado.
Se han multiplicado, a lo mejor fue por obra y gracia de los gases fétidos que se acumulan en la bolsas negras de basura.
Está en todas partes, son niños, niñas y adolescentes, son como un cardumen de seres entristecidos, que no han conocido el cariño, el afecto, ni el calor de un hogar, ni de la sociedad.
Lloran lagrimas secas, gritan en silencio, descargan su rabia y dolor y en drogas, contra ellos mismos. No saben sonreír.
Seres que la mugre al salir el sol les brilla en sus caras cuando se acercan al mercado de la miseria, es decir, a las bolsas de basura, muchos el resto de su familia los espera para comer con lo recolectado, a otros ni eso, porque en su taladrar de búsqueda, solo consiguen más impotencia y frustración.
La mayoría de los ciudadanos hace esfuerzo por no verlos. Porque cada quien abriga el temor de un hijo ó hija suyo agarre el moño de una bolsa de basura, fría negra y pestilente.
Cada quien tiembla en pensar que su hijo llegue a ese instante primerizo, que en el minuto nefasto pueda bautizar la miseria. Levantando un pedazo de pan o pizza podrida, pero el adulto prefiere voltear la mirada, porque al mirarlos no se sienten orgullosos de su país.
Ni le parece importante el semáforo, el tráfico, el quehacer diario. No hay nada que te haga crecer el orgullo nacionalista preferimos voltear la mirada evadiendo el pecado de una sociedad que solo ha repartido los bienes del Estado, en su propia miseria de conciencia y enriquecimiento.
Pero los pecados grandes se pagan con penitencias mínimas.
Ves en el niño o a la niña renegridos de sucio, hambrientos como ves al rico de la piscina, en el momento del clavado, solo que el niño lo hace en la desgracia, en la injusticia, en la bolsa negra, empujando al anciano, peleando al derecho de un trozo de pizza o pan llena de gusanos y malolientes.
Lo peor de todo es no poder evitar, la multiplicación del martirio, más fácil es rezar y voltear la mirada, dejándole el trabajo y el sufrimiento a ellos y la solución a Dios. Nosotros solo volteamos la mirada., cómodamente.
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