El asesino de Tauro.

in relato •  10 months ago  (edited)

Esta tarde concluí un relato que comencé a escribir hace algún tiempo. Tiene una mezcla de ficción y misterio y me animé a compartirlo deseando les agrade.

He de aclarar que este género no es mi fuerte en absoluto. Quienes conocen mis letras saben que soy más de versos, alegría y romance. Pero en ocasiones me surgen ideas como estas y me dejo llevar, disfrutándolo mucho.

Sin más preámbulo...

"El asesino de Tauro."

Dariel nació siendo un bebé alegre y juguetón. Era tranquilo y silencioso y así continuó de niño.

Su timidez fue creciendo con el tiempo y al llegar al colegio se hizo insostenible. Apenas articulaba palabra y frente a la clase se volvió el hazme reír.

Cada curso escolar se repetía lo mismo, mientras Dariel soportaba en silencio. Hasta aquella mañana en que dos niños de la clase pasaron de las burlas a los golpes. Eran dos gemelos de signo Tauro cuya vitalidad descargaron en un pobre inocente.

Así inició un ciclo de amenazas, temores y maltratos sin fin, ante la mirada de otros chicos que jamás lo defendieron.

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Habían pasado ya quince años desde aquellas amargas experiencias, pero sus sentimientos no habían cambiado. Por el contrario, se había obsesionado no sólo contra aquellos chicos, sino contra su signo, Tauro.

Para empeorar las cosas, la vida le había añadido un toque dramático aquella mañana en que su madre perdió la vida en manos de un conductor ebrio cuyo signo era el tan odiado por él.

Ahí comenzó a cavilar cómo deshacerse de ellos, a fin de cuentas mientras él viviera no había espacio para todos.

Inició meticulosos planes, apuntados en un viejo cuaderno. En él prevalecían nombres, descripciones y direcciones de sus antiguos compañeros de colegio.

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Al caer la noche caminó seguro hacia su destino, rostro cubierto y lista en mano junto a sus herramientas de trabajo. Había llegado el momento de darle vida a su personaje tan soñado, se había convertido en el asesino de Tauro.

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Cada día las noticias eran más alarmantes para los ciudadanos, una nueva víctima se unía a la lista de homicidios que figuraba en la policía estatal.

Nada parecía concordar para el equipo forense que estaba a cargo. No encontraban conexiones; distintas edades, sexo y razas; distintos rasgos, preferencias y estatus sociales. Ni siquiera Guille, el más experimentado del equipo, hallaba una pequeña pista.

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El desconcierto tocaba la puerta fuertemente hasta esa mañana en que, justo haciendo el peritaje de un nuevo cuerpo, el Guille captó un detalle.

En la habitación de la víctima colgaba un calendario donde destacaba en rojo un signo del zodiaco: Tauro. Justo a ese grupo pertenecía el individuo, un señor de unos setenta años que no pudo siquiera defenderse.

Guille rumió el signo en silencio. En otro momento le hubiese parecido insignificante, pero en ese momento le aclaraba todo.

Justo la noche antes su hijo de 5 años disfrutaba su baño a lo grande, entre burbujas y música infantil, tanto así que su madre sonriendo expresó:
-Se nota que es piscis, el agua y él son un mismo complemento.- Ahora Guille lo tenía claro.

Montó en el automóvil a toda velocidad, dirigiéndose a la oficina. Ojeó rápidamente cada expediente, buscando una única cosa: la fecha de nacimiento de cada víctima.

-¡Lo sabía! -gritó golpeando la mesa. La lámpara tambaleó un poco y quedó en la esquina, anunciando su caída; pero él no le prestó atención. Salió rumbo a donde estaba su equipo, debía informarles cuanto antes. Ya conocían el vínculo, solo había que seguir la pista del asesino.

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El asombro se apoderó de todos cuando Guille explicó su hallazgo. Parecía algo increíble, hasta risorio. ¿Un asesino de Tauros? Eso jamás lo hubiesen imaginado. Pero los datos lo mostraban y la conexión era irrefutable.

Mientras tanto, en el otro extremo de la ciudad, nuestro asesino bebía un wisky. Sus ojos fríos ahora reflejaban victoria. Lo había logrado, no quedaba un solo Tauro en Rose Ville. Y todo gracias a él. El triunfo estaba en sus manos.

La calma volvió a la villa. Sin homicidios los ciudadanos retomaban su vida cotidiana de trabajo, estudios y fiestas. Ya no había nada que temer.

Guille disfrutaba unas vacaciones en familia; ahora sin casos pendientes su equipo no lo necesitaba. Los días resultaban mágicos hasta que una nueva noticia asomó en todas las redes sociales y televisoras: "La actriz Paloma Tejera daba a luz a su primer hijo, una hermosa niña."

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Familia y allegados festejaban; los vecinos se alegraban con la noticia. A fin de cuentas un nacimiento siempre era motivo de felicidad, sin importar la fecha.

De pronto Guille tomó el celular que reposaba sobre la mesita de noche. Una idea se le asomó y debía confirmar su sospecha. Total, en vacaciones los días se le antojaban insignificantes…

-¡No puede ser!- gritó a viva voz mientras buscaba las llaves del auto.

A toda velocidad tomó el rumbo del hospital. Puso en alerta a su equipo para que se unieran a él, solicitando un francotirador experto. Mayo iniciaba con sorpresas y no precisamente buenas.

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Cruzó la puerta de entrada a toda velocidad, sin necesidad de preguntas. Sabía adonde debía dirigir sus pasos.

El enorme letrero de "maternidad" que iniciaba el pasillo se le hizo pequeño ante el flash de las cámaras que fotografiaban a la pequeña en brazos de un enfermero. Todo aparentaba normalidad, pero sus instintos lo ponían en modo alerta.

Se acercó a la sala y preguntó a la doctora a cargo sobre el estado de la niña. Su respuesta fue satisfactoria, había nacido sana y fuerte, por lo que en pocas horas madre e hija se retirarían a casa.

-¿Tiene algún examen pendiente? -preguntó a la doctora.
-En absoluto. Ya todos sus exámenes fueron hechos.- respondió la misma.
-¿Entonces para qué la llevan a la enfermería? -preguntó Guille.
-¿A la enfermería? ¡Nadie indicó llevarla allí! ¿Quién lo haría y con qué intención? -replicó la joven.

Pero eso ya Guille parecía saberlo.

Siguiendo una corazonada llamó a su equipo; estos se acercaban al lugar. Les pidió silenciar sirenas y colocar el francotirador en la azotea de enfrente. Una única idea resonaba en su cabeza: el asesino de Tauro la tenía en su poder y él debía salvarla.

Subió las escaleras a toda prisa. Su respiración entrecortada no le impidió llegar arriba en poco tiempo, justo cuando aquel hombre vestido de enfermero caminaba rumbo al borde para arrojarla al vacío sin piedad.

Su mano hizo una señal imperceptible para cualquier persona y de pronto el asesino cayó al suelo con la pequeña en brazos. Un disparo certero en la cabeza puso fin a sus injusticias.

Ese día marcó Rose Ville para bien por partida doble: un asesino llegaba a su fin y un nuevo Tauro resurgía, rompiendo el distorsionado sueño de un mundo con solo 11 signos del zodiaco.

Fin.

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Escrito y banners propios atribuidos a LadySweet.

Las imágenes que utilicé para complementar mi historia son libres de autoría, cortesía de Pixabay.

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