Feliz día amigos, de vuelta con vosotros a fin de darle continuidad al relato de ficción, cuya primera parte les presenté en el post anterior, en ese orden de ideas, les comparto la segunda y desenlace final de esta historia. Espero sea de su agrado.
En el artículo anterior, les narré cómo fue la vida de Don Bone, un inmigrante alemán, que en el éxodo masivo ocurrido a causa de la segunda guerra mundial, llegó en un viejo barco procedente de Alemania, cuando apenas era un niño de escasos doce años, tras quedar huérfano de sus padres y sin ningún familiar que respondiera por él. Llegó a territorio argentino, donde fue adoptado por una familia sustituta quienes en un comienzo lo trataron como a un verdadero hijo, pero tras el nacimiento de un hijo propio, los padres volcaron su atención en el heredero, abandonando al pobre chico, quien se lanzó a las calles en búsqueda de sobrevivir a como diera lugar.
Bone supo lidiar con las vicisitudes que lo abrumaron en su penoso transitar por su incierta vida, hasta que luego de años de trabajo, logró consolidar una empresa textilera, la cual fue su única razón para vivir, volcando su atención, en amasar una jugosa fortuna que lo situó en el récord de los hombres más acaudalados del planeta. Riqueza que no logró llenar el vacío que lo sumió en la más devastadora soledad, generando en él, enfermedad y depresión.
En su lecho de enfermo, a la espera de la inminente visita que nunca falla en llegar, Don Bone continúa en su tertulia interior:
_ Intento hacer que mi tiempo sea mi reloj, sonrío con economía para no romper el cuenta gotas del poco oxígeno que me queda, y es que no puedo evitar reírme de mi mismo al ser tan lerdo e imprevisivo, actitudes que contrastan con la suerte de recato social que me empeñaba en tener con la gente, que intentaba acercarse con miras a demostrarme cariño y simpatía. Coge pues maldito ermitaño,¿ no querías estar solo?, ahora tienes soledad para rato, está al ras del suelo, sin púlpito ni réquiem, ni un fanático escapulario que te dé la extrema unción.
_Quizás tuve miedo siempre de mostrar mis debilidades con la gente que me profesaba cariño, quizás por eso los evitaba,aun tengo fresco en mi memoria la espiral de violencia de la sórdida e insulsa guerra, cuyo único fin, fue complacer los egóicos caprichos de un solo hombre, si es que se le puede llamar así, haciendo que se maten entre sí todos los hombres de una nación entera. Tal vez debí morir en esa guerra, hubiese sido más económico para mi destino, que ha tenido que gastar tanto en años, para inevitablemente obtener un saldo rojo, en las cuentas de mi existencia.
Jadeante y quejumbroso, el dolor en todo su cuerpo se vuelve insoportable, una tosca enfermera tan huraña como él, le suministra la morfina que le da unos segundos de alivio, y con voz ronca y flemática le dice apuntándole el rostro con su dedo índice regordeto:
_La muerte ya está cerca viejo gruñón, no debe tardar más de una hora...
Bone apenas la oye como si se tratase de un sonido espectral, que azota al gélido viento con sus dedos perversos. El cuerpo del anciano duele a gritos, que gimen hacia adentro en un llanto contenido, que lo abrasa y lo calcina lentamente, hasta dejarlo inmovilizado, el cuenta gotas del oxígeno se le ha agotado...
De pronto, Bone se levanta con una espléndida sonrisa, se toca cada parte de su cuerpo y exclama jubiloso:
Les comparto el link de la primera parte, los invito a leerlo: