Soy de las que piensa que no necesariamente es un nexo de sangre el que debe existir cuando decidimos asumir a una persona como parte de nuestra familia. Algunas personas pueden llegar a ser parte de nuestra familia; son esos seres, que sin tener nexo consanguíneo, son capaces de compartir en esencia con nosotros.

Compartir con ustedes esta frase es un tributo y un hermoso recuerdo de algunos escenarios vividos en relación a algunas personas con las cuales he compartido el valor de la amistad. Debo aclarar primero que para mí la amistad es un valor que atesoro y cultivo. En tal sentido, sí he compartido con hombres y mujeres que son extraordinarios seres humanos con los cuales he llegado a tener lazos de amistad e incluso los considero parte de mi familia. Esa familia con la cual se comparte con amor incondicional, sin pedir nada a cambio. Son esas amigas que aunque no las veas en meses, con sólo una llamada telefónica o un mensaje desde cualquier plataforma de mensajería rápida, la tienes allí al pendiente o eres tú quien está allí expectante, para dar el mayor de los abrazos, así sea un abrazo desde el entorno digital. Son esos amigos que aunque pasen los años y hayan cambiado sus escenarios de vida, seguimos siendo como fuimos en nuestros años de vida universitaria. Cabe destacar que empecé a cultivar el valor de la amistad en mis días de adulta joven. Fue en mis días de vida universitaria que inicié ese camino de cultivar la amistad de especialísimos seres humanos.

Les hablo en este caso de esas personas que comparten con nosotros una parte de sus vidas, son nuestros estudiantes tesistas de los Programas de Postgrado. Con ellos compartimos muchos días y llegamos a tener mucha interacción, a tal punto de que llegan a ser parte de nuestras familias. En mi caso, los estudiantes que fueron mis tesistas, años después, nos une ese sentimiento genuino de afecto y respeto. Llegamos a cultivar el valor de la amistad. Para mí ha sido extraordinario escuchar una frase o leer un comentario de algunos de mis tesistas que años después aún siguen estando en contacto conmigo, con mucho cariño y respeto. Hace unos cuantos días, en el marco del arribo a un nuevo ciclo solar en la vida de Jully, una de mis tesistas, ella envío un mensaje; después de recibir mis bendiciones por su cumpleaños y saludos a sus hijos, esposo e incluso a sus padres, todos fuera de tierra venezolana.

Compartir, día a día, con los habitantes y visitantes de mi jardín para mí es una bendición. Es una forma de estar en conexión con el Universo y de estar en contacto con las plantas, las flores, los frutos y algunos de los animales que cohabitan en mi jardín; también las mariposas y la gran cantidad de insectos que a diario visitan mi espacio vital. Son también parte de mi familia. Compartimos a diario la energía de mi jardín. Compartimos desde la energía del amor incondicional, la solidaridad y la libertad.