Invierno infinito
Es mi naturaleza buscar el porqué del lúgubre. Soy el anfibio y el corazón de lobo, soy el ser oculto que escudriña en el tornasol.
Una vida acallada en el paraje solitario, junto al tenaz silencio y el invierno si fin, ese invierno que gobierna mi hábitat como desolada prisión dominada por olvido, que dicta mi sentencia bajo el frío interminable y me hace sentir tan solo en este paisaje de surrealismo.
Sin opción a preguntas ni derecho alguno a resarcir, sin depredador ni rival. Como una venda en los ojos, este es mi único lugar, junto al invierno infinito que me deja ciego. Me hace pensar que tan hostil puede ser un paisaje, sin luz, sin color, sin sueños que soñar.
Alimentado de la corteza y el lodo, como una sonda que me nutre del pantano. Huérfano, heredero de la ciénaga sin historia y del inverosímil semblante que trae de vestimenta.
Soy la criatura desafortunada que no tiene paz, no tiene adonde ir, mientras busca en aras del tiempo convertirse en leyenda para la posteridad. Amigo de estos árboles, que son únicos testigos de mi verdad, amante de la hiedra y la calima, amante de la bacteria que cubre mi cuerpo como arenisca.
Y me desplazo sórdido y sin dirección, al asecho de la nada, cuando la bruma recrea con su espesura la acuarela de tonos tristes, gélidos como la nieve perpetua, como mi alma, que se mece cual cuna en la superficie de las aguas mientras espero el nuevo atardecer.
Y fue mi anhelo haber nacido con alas, poder surcar el cielo y ser dueño de las alturas.
Pero no entiendo cuál fue mi pecado, tan incomprensible, como mi propio origen, que solo al ras del musgo diseco es donde dejo mi huella marcada como grieta.
Aun abrigo la esperanza de partir con nuevo rumbo, aun busco la fórmula para recomenzar. Cuando este manto gris metalizado filtre por primera vez la luz, será mi sueño esperado, será mi primavera después de tantos años de nostalgias.
Un cielo tan oscuro no puede durar por siempre, ¿Acaso las criaturas de dios fueron creadas para divagar? Por una extraña razón fuimos puestos bajo este firmamento, entonces el azul marchito se convertirá en la profecía que nos hará despertar.
_ ¡Que me escuche el sauce y el liquen!, las amebas y la misma niebla, la mandrágora y el rastrojo, vengan todos a oír el verso que me acicala. Soy la criatura desafortunada, el monstruo que sufre debajo de estas aguas. En medio de esta cárcel que por igual compartimos, solo unidos en espíritu venceremos la infinita oscuridad. Ahí fuera, reluce un cielo azul y aguas cristalinas con abundante oxígeno. No seremos el último lugar del mundo, no estaremos más doblegados al silencio. Somos ley, naturaleza viva, a pesar de que parezca lo contrario. Somos víctimas del infinito invierno y pronto fluirá del seno nuestra savia. Vamos criaturas de las sombras, dejemos esta tierra de orfandad. También somos los hijos del mundo y las mismas aguas del pantano nos guiarán.
¡Cuando un primer rayo de sol!, ése, cuyo brillo nunca hemos visto en nuestras vidas, sea el fin y el comienzo, de este invierno infinito que por siglos, nos ha quitado la alegría.