El libro precario

in blurtstory •  4 years ago  (edited)

El libro precario


"Escribo estas líneas basado en la historia de mi pasado, pasado negro, sumergido en abismos de perdición. Entrañas de la tierra, donde es su procedencia y como maldición emerge en busca del conocimiento. Libro Precario, epítome maldito, guardas el secreto entre tus páginas como pergamino antiguo. Alejas la fe de un escritor y le haces adicto. Un adicto a tí, que espera el regreso de las aguas, cual joya preciosa, guarnición de mi pensamiento y de un arte generacional interrumpido por la tragedia".


Para aquel entonces, en el año 1981, abordé un improvisado viaje hacia lejanas tierras. Dejando atrás mi ciudad amada de la costa oriental. Lugar donde siempre obtuve lo merecido en mi franca relación con el arte y de donde nunca me moví, ni hice vanos esfuerzos para encontrar la musa. Asentándome ahora, por un breve período, en el pequeño poblado al sur del país, perteneciente a la región Deltana. Emprendí un viaje que tenía por objeto escribir mi primer libro. ¡Para un escritor, como yo!, quién no conoce otro medio de conexión con el arte, más que su pequeña oficina, dos por dos, con la mesa de roble y su farola antigua. Alguien que solo sigue el impulso de su mano dejado a llevar adonde ésta le guié. Tener que salir de mi zona de confort, para ir a consultar el “Libro Precario”, era para mí, la innovadora experiencia, además de ser una extrañeza. De impensada manera, más a modo de complacer a otro, que por iniciativa propia, aquel libro llegó a mí a través de un anciano miembro de la familia y dueño de un lote de tierras. Me hizo la cordial invitación a su humilde morada, dado que fue enterado por medios foráneos de que yo, a quién nunca él hubiera visto en su vida, me había dedicado de lleno a la escritura. Según su propia versión, llegó a mí, guiado por el propio libro precario.

Así fue, que después de ocho horas de carretera, con persistente lluvia y el más desfavorable clima templado, estuve al fin, en la franja selvática rodeada por caños conexos, afluentes del Orinoco, marismas, las cuales parecían desbordar. Solo para encontrarme, con un ser del cual no tenía ni la más ligera sospecha de que existiera. Con aspecto de jácaro, el señor, baqueano de la zona, me vio desde la cañada al yo bajar del transporte rural. Con esa voz fanfarrona y ronca, de alguien que cree sabérselas todas, me indicó que subiera en la pequeña embarcación, a su vez, poniendo en mis manos un libro. Dijo, que al descender de la chalupa, en la isleta de su propiedad, allí hablaríamos. ¡Por mi parte!, al no estar acostumbrado a navegar en canoas ni embarcaciones pequeñas tradicionales, como era el caso, de aquella piragua. Me pareció que la barca se volteaba en cada remanso y tuve algo de miedo, sentí mal augurio. Aun así, conteniendo mi estado nervioso, me enfoqué en respirar el aire puro y empecé a hojear el libro precario como distracción. Noté que aquel opúsculo de inteligible data, como tabernáculo, contenía pasajes exquisitos que nunca creí fueran escritos por aquel señor nonagenario y de engreído carácter.


Eran versos sublimes, al mejor estilo romántico, que rápidamente logré internalizar como si fueran propios. Los mismos, contaban la historia de una pequeña comarca arrasada por una tragedia y cuyo legado, no obstante a la desaparición, debía ser transferido a las siguientes generaciones. Sin pérdida de tiempo, cautivado por el relato continué el resto del viaje inmerso en la lectura y haciendo anotaciones. Escribiendo párrafos hilvanados, argumentos y expresiones resurgidas que irrumpían fugaces en mi mente. Inspirado en la continuación de aquel capítulo, fui llenando las hojas olvidadas del libro precario. Una práctica del discurso, como nunca antes lo había intentado. Pensando por un momento, que estuve violentando, si querer, aquel argumento con mi interposición. Logrando solo, decepcionar al anciano autor. Mi estado de elevación fue tal, que no contuve mi mano guiada por el mismo libro, no pude poner freno a mi acto y así continué, cautivo entre las líneas precarias. Entretanto el barquero, permaneció en silencio, remando con absoluta calma, como otorgando al tiempo mi avance de estudio.


El nonagenario tenía una pronunciada nariz aguileña y demás rasgos, bastante exagerados, de los cuales nada teníamos en común. No parecíamos compartir ni remotamente el mismo árbol genealógico, pero a juzgar por la calidad de su escrito, le empecé a mirar con otros ojos. Esos ojos míos, que saben reconocer el oro puro, cuando en forma de letras, se posan delante. Al bajar en la ribera, luego de acallar la barca, repentinamente desencadenó una tormenta con fuertes vientos cruzados. Rápidamente, el señor, me invitó a pasar a la cabaña, asustadizo, con tal apresuro y busca de resguardo, como si aquella torrencial lluvia fuera la purga. Así, bajo la tempestad, comenzó a contar la historia de la olvidada penisla donde habitaba y del origen del libro:


_ ¡Oiga, joven!. Como ya habrá usted notado, no existe nada más distante, de que, usted y yo seamos parientes. Solo soy el humilde empleado de estas tierras, única representación viviente, de la comarca que antiguamente aquí estuvo instaurada. ¡Siendo yo!, apenas un niño, para aquel entonces, vi como en plena tormenta, aluvión, idéntico al que ahora mismo cae del cielo. Las aguas de este río embravecieron y agitadas como fauces, en forma de un gran remolino, se tragaron a todos y cada uno de sus habitantes. Cada árbol, cada piedra, cada centímetro de esta tierra, desapareció aquella vez ante mis ojos. Habiéndome yo salvado, gracias a la piragua, la misma en la que usted se ha subido hoy y la cual conservo encarecidamente. Solo pude rescatar, al libro precario, el cual me fue entregado en manos por su difunto ancestro. Quién, al igual que usted, también fuera un escritor apocalíptico. Pidiéndome que, sin renuncia, no descansara nunca hasta cumplir con esta misión. Eso fue, lo que dijo, justo antes de ser consumido por la vorágine...


Continuó:

_ Hoy, hago entrega de esta heredad, que solo a usted pertenece: Un libro, una isla y una canoa. Esperando, pueda dar prosecución a la precaria historia que ha leído y escuchado, y hacerse cargo de su generacional patrimonio. Habiendo cumplido, la voluntad de su difunto ancestro y culminando, así mi misión, me despido de usted. Sea, tal vez, para siempre...


De esta forma, el anciano nonagenario, se fue bajo la tormenta. Dejándome solo en la penisla, mientras yo escribía, sin cesar, el último capítulo del precario. Momento preciso, cuando la furiosa masa de agua del río alcanzó a entrar en la cabaña y habiéndose formado el gran remolino, el aluvión, ya se hubo tragado al anciano y a la pequeña embarcación...

src


FIN






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  ·  4 years ago  ·  

@nachomolina Please put "resources" (picture's link) on your picture properly, if you want to get upvote from the community.

Muchas gracias~

  ·  4 years ago  ·  

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  ·  4 years ago  ·  

Ah, just saw it now, the size is too small, try to make it larger next time :)