Auriga contra la muerte

in blurtstory •  4 years ago 

Auriga contra la muerte

A lo lejos escuchó la estampida, cada vez más fuerte. Tirado en el suelo y mirando hacia la nada. Seguía la gárrula como canto avasallante, rugido, en dirección hacia él. Vio partículas esparcidas en el aire, vio el espacio milimétrico pasar tan rápido como línea continua. Lágrimas repentinas derramadas sin querer, como gotas de sal, que luego, convertidas en cristales detenían el tiempo. Y el cielo se abrió. Y se aplacó el brillo de la estrella.

"Fue auriga sujeto a los tirantes del carruaje, cuerdas de un carromato, que contenían a los corceles del bien y el mal. Lo sensitivo y lo pasional, la distancia del ser humano imperfecto. Con su cuerpo transformado en cárcel, esta vez, su alma abogó en reminiscencia..."

Como túnel espiral sobre un mar negro, eran los plebeyos de la muerte recorriendo la curvatura de la tierra. Haciendo presencia entre los mortales con el único fin de mermar su voluntad. Sesgar el brío y las ganas de vivir, cuando no quedaba más para él que poner su parte, aferrarse a la vida y esperar. Y su resplandor le dejó ciego. Apoyando la cabeza en una roca y esforzándose por recordar. Trató de hallar el porqué de su cuerpo vencido, el porqué, mordía en ese momento la arena del traidor. Fue como estar roto en mil pedazos solo retenido por un saco de piel. Aun con la mano sujeta al tirante, como quién intenta arrancar la mortaja de un muñeco, como quién quiso desprender el lienzo que acalla la noche en el firmamento.

¡Dicen que un cuerpo conserva en sus manos, inevitablemente, el gesto de su última acción antes de morir!. Pero es la retina, la que guarda la verdadera imagen de un siniestro...

Y no se puede estar realmente muerto cuando los jinetes apenas vienen por tí. Ese segundo, cuando se mezclan los deseos contrarios, resulta duro y difícil poderles dominar.

Descendieron con su atuendo plata, con el rostro cubierto. Jinetes montados en la enorme bestia. Los sonidos acentuados se hundieron en el fondo de un lóbrego mar junto a su halo de vida. Mar de ausencias, en la batalla cruel; halo de vida, donde depositó su esperanza. Aquel lugar donde a todo pulmón lanzó su grito de guerra, donde sintió estar tan vivo como para soportar la mayor tempestad. Pero la vida misma, se encarga de arruinar el pensamiento, con una estocada de desgracias, te arrebata el alma y luego te brinda una segunda oportunidad. Mientras los jinetes sojuzgaban al auriga, convertían su vida en maldición. Esperaban impacientes con su caballería, hinchados querían verle expirar. Actuaban como carceleros de la muerte, como los agentes enviados del más allá. Buscaban rastros y señales, buscaban hacerse del miedo, el único dador de vida en el momento de mayor debilidad. Arrancaron lo árboles y hurgaron en la corteza; chocaron sus armaduras, como triunfo de la muerte sobre la humanidad, mientras azotaban sus látigos en la noche fría, tan fría, como la misma soledad.

El pensamiento de un hombre sabio, es capaz de curar el alma, hasta la más innoble de las acciones se puede subsanar. Con la "Idea", fija en su mente, romperá toda atadura. En la noche más oscura será poder, retomará el mando de carruaje alado y encarará a los plebeyos de la expiación.

“la única forma de escapar de este cuerpo es alcanzando el conocimiento máximo, si no lo alcanzaras, seguirás cambiando de un cuerpo a otro, hasta que lo puedas lograr”. (Fedro, de Platón)


¡Esa vez sintió la muerte!, hablando en sobreentendido lenguaje de insinuación, sobre un tablero de ajedrez sin más piezas que un caballo, la reina y el peón cautivo. La mente siguió vagando, entre el delirio y la alucinación, entre el mar negro y el brillo invisible de la hoz. Escuchó el canto del cuervo y los jinetes hicieron un arco a su alrededor. No todo estaba perdido, la palabra "Vida", es férrea y para un humano es el innegable mandato al cual no se puede renunciar. Ignorando el gesto suplicante y la agonía del auriga en transición. Pudo más, la idea que el crujir de los cristales, pudo más, el mandato, que los jinetes y sus cofres chocando sin compasión. Pactó con la vida y burló a la muerte, estuvo convencido de ser un jinete, sujeto a las drizas de la salvación. Y abandonó la arena, tuvo una tregua frente a la verdad y la contemplación.

"El Auriga, se mantuvo unido a su carruaje. Sintió como fue el reinicio de su mente, cómo aquella noche, se detuvo el tiempo y luego, echó de nuevo a andar..."


Y el sonido de la bestia se hizo mínimo. Se estrelló contra la nada hasta desaparecer. Los jinetes cesaron su búsqueda y otra vez, en el vórtice, se unieron al hilo de luz. Entendió, que a la muerte le toma un segundo venir por tí, al igual que un segundo, le toma marcharse. Un solo segundo para cumplir su objetivo, el mismo segundo, que tarda en volver a latir un corazón.




FIN






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