Resulta por demás impactante la capacidad que tenemos para tomar conciencia de todo aquello que tenemos en nuestras vidas. Lamentablemente, la realidad es otra puesto que nos enfocamos siempre en bienes materiales más no en el valor de uno mismo.
En Venezuela, con esta crisis de país en la cual vivimos desafortunadamente es común escuchar continuos reproches sobre nuestras propias debilidades, expresamos nuestro sentir por todo aquello que nos falta y no nos sobra o en su defecto cualidades que poseen otros. Cada vez parece estar más evidente la envidia, ese deseo mal sano de tener el lujo de otro olvidando por completo al SER. Anhelamos el carro de lujo del otro, la casa que posee el otro, la cantidad de dinero del otro pero no trabajamos para lograr ese deseo, ni aprendemos a amar lo que poseemos.
En este mundo perfecto nadie es igual otro, nadie posee los mismos talentos, las mismas competencias, ni habilidades, ni destrezas. De esta manera es importante entender la diversidad del mundo que nos rodea. Es un mal empeño de las personas querer torturarse por cosas tan insignificantes como desear vivir y tener la vida del otro, es un absurdo total.
Siempre recuerdo esa parte del libro La República escrito por Platón donde dice Zapatero a su zapato. En el acto de educar el maestro o maestra disfruta diseñando estrategias pedagógicas para enseñar a sus alumnos. Asimismo, un músico puede disfrutar componiendo e interpretando canciones. Cada uno, desde el rol que desempeñe, se sentirá complacido, satisfecho con todo lo que realiza. Así debe ser la vida. Entender que posiblemente un educador no podrá nunca ser cantantes, ni un cantante podrá ser un pedagogo.
Dice un dicho popular:
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