En estos días he estado realizando el recorrido matutino a mi jardín a muy tempranas horas. Una de las razones es aprovechar para tomar un baño de sol y la otra porque la labor de riego en estos momentos es indispensable y hay que hacerla hasta dos veces al día. La radiación solar en estos días es intensa. Se debe mantener la humedad para asegurar los procesos y ciclos vitales de los habitantes e incluso de los visitantes a mi jardín. Después de mi recorrido inicié mis actividades diarias, una de ellas fue estar fuera de casa realizando compra de provisiones y materiales para las refacciones que estoy llevando a cabo. En la tarde cuando regresé me dediqué a preparar algo de comida para mis nietos y para mis hijos. Ya hacia la tarde-noche sentada en las inmediaciones de mi jardín, conversaba con una de mis nietas y logré mirar algo que me llamó poderosamente la atención. En la mañana no vi que la Calliandra sembrada en maceta estuviese en floración. En ese momento me quedé mirando las flores hermosas que estaban adornando la Calliandra. Es su floración nocturna. Ya para el día de mañana no hay posibilidad de mirar erguida a ninguna de esas flores. La belleza de esas flores llenó de contentura mi corazón.