Como nunca es tarde, ahora es que puedo dejarle mi comentario, mi hermanita querida. Rebe me avisó que usted había publicado y que en cuanto me fuera posible leyera su nuevo escrito (que rebluteó también) porque tenía mucho que ver conmigo y con mi espejo, que ella no comentó como tal porque no quería pasarse de chismosa, así que pensó que debía ser yo mismo quien responda a tanto detalle bonito.

Primero, me siento muy feliz de que haya escrito, que nos haya deleitado con sus palabras para no dejarnos a sus lectores en dieta literaria continua.

Segundo, me siento honrado, agradecido por su publicación cargada de letras, ritmo, melodía, amor y sinceridad, en esta oportunidad, muchas gracias por la mención, porque nos tiene en cuenta en sus pensamientos y corazón, porque nos acogió como parte de sus afectos.

Esos pasteles maravillosos que buscó y colocó en su tarjeta incluyen uno de los postres que más me gustan: el baklava, por lo menos así con esa presentación son los que he comido en casa y en la pastelería que visitamos por costumbre cuando los ataques de comedulces nos persiguen.

Uno de mis deseos de cumpleaños se hizo real: volver a leer algo suyo en algún momento, me hace sonreír ese deseo que tuve en mi corazón el día que me hicieron soplar las velas junto con mi hermano. Espero verla por su residencia virtual más seguido compartiendo sus experiencias con nosotros.

Un abrazo enorme para usted y muchos saludos para la familia que la acompaña.
Bendiciones miles.