Fuente
Se escuchaban los pasos apresurados de la señorita Bennett bajando por las escaleras, crujían las maderas, pero sus pasos eran tan veloces que parecía ser el sonido quien la perseguía a ella.
-¿Ha llegado la carta?- Preguntó expectante la rubia.
-Jummm…- Exclamó Balinda, la criada que cuidó de Bennet desde su llegada a este mundo.
-¡Ya dime Balinda! ¿Me ha escrito?
-Sí, le escribió señorita- respondió con disgusto, ya que contrario a su nombre, la paciencia no era su fuerte.
Acto seguido, colocó la carta en las manos desesperadas de la joven, que tomó asiento junto a Balinda y empezó a leer.
Mi muy estimada señorita Bennett…
“¿Mi muy estimada?”, se preguntó para sus adentros el porqué de su trato distante, pues acostumbraba llamarla de distintas e intensas formas amorosas.
Mi muy estimada señorita Bennett, ha sido para mí un placer haber coincidido con la bendición de su compañía durante este tiempo, sin embargo, no puedo cumplir con sus deseos, soy un caballero y habiendo adquirido el compromiso previo con mi prometida, ahora honro esa palabra. Más quiero que sepa, señorita Bennett, que mi corazón siempre será el ave enjaulada que cantará canciones a su memoria.
Balinda miraba fijamente a la muchacha con un gesto de reproche, no del todo por ella, aunque bastante le había advertido cuál sería el desenlace de su idílica historia de “amor”, sino por saber, con solo observar el rostro decepcionado, el sufrimiento que se abría paso en medio de su corazón roto.