Sermón en el pueblo de Vasili Grigórievich Perov. Fuente
Era una mañana de domingo, el párroco daba su mejor sermón sobre el amor, Corintios 13 y a todo pulmón, el hombre predicaba del cálido sentimiento. El anciano hallaba sabiduría, los niños escuchaban atentos junto a su padre, los tres buscaban respuestas y consuelo en medio de aquel mensaje, sin embargo, el más pequeño de los Thomas miraba intrigado a don Lewis, a quien tan magnífico sermón solo le arrullaba en sus profundos sueños, a pesar de la discusión entre la anciana y el hombre tras él.
La señorita Sophia sosteniendo su biblia. Fuente
El pequeño Thomas no fue el único en notarlo, el señor Campbell, no perdió tiempo y delicadamente se acercó a la dulce Sophia, hija de don Lewis.
-Luce usted radiante esta mañana señorita Sophia- dijo con galantería el señor Campbell al oído de la joven.
-Señor Campbell ¿no ve usted que estamos en medio del sermón? Respete la casa de Dios- sentenció severamente la Sophia.
El señor Campbell y la señorita Harper. Fuente
-Pero Sophie ¿cuál podría ser el momento más apropiado? ¿No escucha usted el sermón? El párroco acaba de decirlo “el amor no es egoísta”, no sea egoísta y acepte mi invitación a pasear, deme ese honor de disfrutar de sus hermosos labios pronunciando las más bellas ideas al vaivén de sus pasos y los míos.
-Sus dulces palabras no son suficientes para envolverme señor Campbell, sé de buena fuente, que también disfruta de los labios de la señorita Harper entre otras cosas. Déjeme escuchar el sermón en paz.
Y mientras me pregunto ¿por qué la señora tras la pareja, sigue observándome fijamente?