Cada mañana en un especie de ritual, de ceremonia de sentimientos nostálgicos, en el umbral de mi habitación, abro la desgastada puerta de mi viejo clóset. Y en la obscuridad de su interior, debajo de las interminables partículas flotantes de polvo, se encuentra tu antiguo suéter, tu favorito.
Permanece allí como inmune al destructor paso del tiempo. En la suavidad de su tela, aún sigue impregnado tu perfume, ese que usabas en nuestras citas.
Tocarlo es sumergir mi mente en ese basto mar de recuerdos, de experiencias inolvidables a tu lado.
Cada día es más incontrolable ese impulso casi eléctrico, autómata, de abrazar tu suéter y sentirte de nuevo en el.
Aún revivo esa fría noche de un helado y pasado diciembre, cuando impulsados por el seductor fuego del amor, entre calientes caricias y apasionados besos, unimos nuestros cuerpos bajo el mágico claro de la luna, nuestra cómplice del deseo.
Y luego de ese breve momento de feliz remembranza, su tela es convertida en el refugio de las venideras lágrimas de tristeza, que empañan de melancolía a mis desdichados ojos.
Y como preciada reliquia de mi felicidad, lo guardo de nuevo en el obscuro y seguro interior de mi closet, dónde reposa inquebrantable, en el bucle de tiempo infinito, dónde es envuelto en la inmortalidad de mi alma y de mi corazón.
Las imágenes son sacadas de www.pixabay.com / The images are taken from www.pixabay.com
Every morning in a kind of ritual, a ceremony of nostalgic feelings, on the threshold of my room, I open the worn door of my old closet. And in the darkness inside, beneath the endless floating dust particles, is your old sweater, your favorite.
It remains there as if immune to the destructive passage of time. In the softness of his fabric, your perfume is still impregnated, the one you used on our dates.
Touching it is submerging my mind in that vast sea of memories, of unforgettable experiences by your side.
Every day that almost electric impulse, automaton, to hug your sweater and feel yourself in it again is more uncontrollable.
I still relive that cold night of an ice cream last December, when driven by the seductive fire of love, between hot caresses and passionate kisses, we joined our bodies under the magical light of the moon, our accomplice of desire.
And after that brief moment of happy remembrance, her fabric is turned into a refuge for the coming tears of sadness, which cloud my unfortunate eyes with melancholy.
And as a precious relic of my happiness, I keep it again in the dark and safe interior of my closet, where it rests unshakable, in the loop of infinite time, where it is wrapped in the immortality of my soul and my heart.
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