La casa de Lucrecia. Memorias.

in blurthispano •  3 years ago 

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La casa de Lucrecia.

Conocí a Lucrecia en el año 1976, cuando había una celebración en su casa, y yo aparecí con un cuatro a eso de las 10 de la noche, y fue tanto el agrado que viví, que duré hasta después del amanecer en esa reunión familiar.

Desde entonces ya no me pude despegar de ese ambiente donde me trataban con cariño, admiración y reconocimiento, y Lucrecia pasó a ser mi "fan número 1" de todos los tiempos, lugar que ocupa en mi corazón y en mi vida.

Llegaba a la hora que quisiera a su casa y, como me encantaban las bebidas alicoradas, era seguro que cada vez que fuera, ella me tuviera una botella, nada más que para que le cantara temas como "Amémonos" que grabó Mirna Ríos, o "¿Y cómo es él?, de José Luis Perales.

Me hice gran amigo de esa casa y esa gente que se ensanchó en mi corazón, y nos íbamos a Maracay, Calabozo, Valencia o cualquier lugar. Sus hijos Miguel, Balbino, Gladys, Nuvys, Germán, Sofía, José Gregorio, Yanet y Luz María me convirtieron en un hijo más de Lucrecia.


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Cuando Lucrecia decía que yo era su hijo, yo mismo decía que era una "ñema cambiada" porque es una familia donde no he visto la primera cara fea. (Risas).

Dilio Peraza el esposo de Sofía nos recibía todos los fines de semana en Maracay, y cuando Balbino se llevaba una vieja camioneta, a la que le decían "La Aceituna", nos montábamos un gentío en ella, y en el Dodge Coronet de Dilio, y nos íbamos a la playa o a algún río.

Los sancochos y las reuniones con arpa y ternera no faltaban nunca. Dilio era gerente de uno de los Supermercados Regional en Maracay, y no nos preocupábamos por bebidas ni comidas.

Recuerdo que una vez Juan Prado nos obsequió una cabeza de cochino asada por él mismo, y aquello fue inolvidable para mí.

Muchas veces nos encontrábamos con otras amistades como Humberto "Masaya" Hurtado o con el primo Candelarito, y la parranda se montaba, todo en un ambiente de compartir con cordialidad.

El tiempo siguió transcurriendo, pero nunca dejé de ir a cantarle a Lucrecia, todo hasta que apareció el terrible Covid-19, que cambió nuestro modus vivendi.

La casa de Lucrecia, de amplio patio con frondosísimos árboles, dejó de ser el sitio de encuentro. Y ahora se mantiene cerrada y sin residentes porque Lucrecia turna su estancia en casa de su descendencia.

Ya yo dejé las fiestas alcoholadas desde enero de 2015, pero no significa que deje de cantarle a Lucrecia, por lo que espero en Dios, que pase todo esto, para volver a cantarle sus canciones favoritas.

Bendiciones de Dios para todos.

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  ·  3 years ago  ·  

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  ·  3 years ago  ·  

Buen relato, me ha gustado. Todas nuestras vidas ha cambiado por la pandemia esperemos que todos volvamos a reunirnos como antes.

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