Migra fallida
Estábamos a punto de cruzar la línea, ya era una realidad palpable, un plan perfecto. A tan solo varios metros era la última barricada. Aquella odisea bajo la lluvia fue una carrera de obstáculos, cual competición de atletismo con relevo, carrera por la libertad.
Éramos cuatro personas de confianza y por ahora, tres, habíamos librado la primera etapa. Esperando que finalmente, arribara el último de nosotros, quién venía un poco retrasado mezclado con el resto de la migra.
Con la garganta seca y un nudo de suspenso atorado, sorteábamos nuestro destino a tempranas horas de la noche. Permanecíamos agazapados entre los rastrojos, ocultándonos de los centinelas y las luces de las linternas. Rampleando pecho a tierra, sorteábamos los obstáculos; cubiertos con lodo de pies a cabeza, sumergidos en los charcos para burlar en lo posible a la brigada de los perros de rastreo. Eran perros antidroga, iban detrás de todo lo que se moviera, cualquier cosa que modificara su sentido olfativo. Nosotros, cuatro sujetos, en una carrera por la vida, sumados a la migra huíamos de nuestra propia tierra…
Estando al margen de un límite fronterizo entre dos naciones, tratando llegar con vida al otro extremo de una cañada, afluente del río más caudaloso conocido, el cual atraviesa diametralmente todo el continente. Era incertidumbre saber si lograríamos cruzar o si seríamos secuestrados por algún clan de extorsionadores.
¡Yo, tuve la idea! de envolver todo el dinero que juntamos en una bolsa plástica de color negro. Luego usando tirro de plomo, lo empaqueté de tal manera que fuera impermeable, fácil de ocultar adherido al cuerpo o dentro de alguna pequeña mochila. También tuvimos como estrategia, rotar, dicho paquete, constantemente entre nosotros mismos con la intención de desmarcarnos de cualquier oportunista ladrón que durante el trayecto, hubiera advertido nuestro botín. ¡Después de todo! ese era el único recurso con que contábamos, sin él seríamos nada, al pisar suelo extranjero.
¡Para poca suerte!, el cuarto integrante de nuestro grupo, fue el último en llevar el fardo. El mismo, a quién ahora esperábamos bajo la lluvia prominente, en el lugar y momento pautados... al pie del río, a la última hora de la tarde...
A decir verdad, el hecho de que él no apareciera, poco me importaba. Estaba más concentrado en que se respetara nuestro plan inicial, por lo cual, el motivo de su ausencia representaba solo en una preocupación más. ¡Pienso que si era su caso!, ya no querer continuar, pues, solo tenía que confirmarnos su deserción.
Tan pronto cayera la noche teníamos pensado lanzarnos a las aguas del río. Fue nuestro cálculo, que al cruzar a nado libre, seríamos arrastrados algún largo trecho por la corriente, por tanto, nuestra única alternativa era hacerlo los cuatro al mismo tiempo, nadar en contra, sin sobrepesos, teniendo en cuenta la lluvia continua la cual procuraba un aumento del caudal. Así, de seguro lograríamos llegar a la ribera, dispersándonos lo menos posible. ¡Yo empezaba a tener un mal presentimiento!, fue demasiada su demora y el tiempo era apremiante... Temía yo por su vida y por nuestro dinero... ¡Admito, temía más por su vida!, pero... a estas alturas ya no me importaba él... Me importaba llegar a como diera lugar, al otro lado del río y si tenía que elegir entre él y el dinero, pues, sería luego de cruzar que me haría nuevamente la pregunta.
¡Después de todo!, de que nos servía él y su retraso. Solo se encargaba de arruinar nuestro plan perfecto. De seguro, él no pensaba lo más mínimo en cuales serían las consecuencias de su retraso. Llegué a imaginar, que tal vez, se había convertido en villano escapando con toda intención, para hacerse con el paquete...
Llegó la plena noche y así el momento de cruzar. Los migrantes se aglomeraron a las orillas del río planeando la cruzada. No nos quedó más que mirar, continuar esperando por aquel sujeto y ver como todos alcanzaban su sueño de libertad, menos nosotros...
Iluminados por la luz de la luna, comenzaron a lanzarse al nado. Tomados de la mano, en grupos de diez, intentaban hacer cadenas humanas para abatir las aguas. Otros se ataron con sogas entre ellos, junto a sus pertenencias.
Familias enteras, lanzadas al agua sin estar dispuestas por ningún motivo a separarse. Pero, no fue buena su elección, fue ése, su fallido plan, desesperados por cruzar la frontera, carentes de consulta y de lógica... El río los arrastró sin remedio, se los llevó como boyas, fueron gritos en medio de la oscuridad, hombres tratando de alcanzar a sus mujeres, mujeres abrazadas a sus hombres, yéndose a fondo... Algunos, sujetos a los bultos, llegaban hasta la mitad del río, pero luego, a flote seguían río abajo sin rumbo. Ninguno de ellos tomó en cuenta la dinámica de las aguas, nadie pensó en nadar contracorriente, de forma individual. Era la única forma de cubrir la anchura del cauce y lograr tocar tierra en la ribera contigua... Se sumieron en caos en medio de la noche, fue la luna llena y su acción sobre las mareas, su atracción sobre las masas de agua, la pluviosidad persistente en el seno de la montaña. Sobrevino la letal crecida arrastrando todo a su paso; la mezcla común de lodo, árboles, rocas y ése ruido ensordecedor... Se lanzaba uno, tratando de salvar al otro, ahora la lucha no era por cruzar sino por salvar sus vidas y en lo posible, regresar... Se fueron agotando, se fueron hundiendo y de su inmersión jamás volvían, y sus gritos, y sus llantos, a lo lejos, mermaron...
Quedamos absolutamente solos en aquél lugar, donde continuamos agazapados, inmóviles, estupefactos ante tal desgracia. Hacíamos conjeturas acerca de la suerte que corrimos y el fracaso total de nuestro plan. De pronto, en medio del oscuro camino vimos aparecer la silueta de un hombre, un individuo, golpeado, ensangrentado y pidiendo ayuda... Al principio dudamos en acercarnos, pero luego le reconocimos. Nos dimos cuenta que era nuestro tan esperado compañero, quién en su deplorable estado nos dijo, que habían intentado robarle y luego de defenderse, tanto como pudo, había logrado huir. No pudiendo evitar, aun así, que le propinaran la brutal golpiza...
¡Discúlpenme! por haber arruinado su plan perfecto. ¡Hice lo que pude!, aquí tienen, no lograron quitarme el dinero...
"Con la garganta seca y un nudo de suspenso atorado, sorteábamos nuestro destino a tempranas horas de la noche... Ocultándonos de los centinelas y las luces de las linternas... ¡De regreso a casa!, nuestro plan fue perfecto en medio de una migra fallida..."
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