El loco de la cueva

En el pasado, fui juzgado por mi modo de pensar, mi visión de futuro y por mi singular manera de ver las cosas. Con esa manía de sentar todo por escrito. Fui tildado de Loco, al sugerir la construcción de una ciudad en la cúspide de una montaña.

Según mi criterio, era absurdo, que la vida de los habitantes de la zona reposara en una planicie costera hecha con material de relleno proveniente de excavación, escombros y conglomerados. A su vez, ubicada en una cota de terreno a tres metros bajo el nivel del mar.

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Se trataba de un pequeño valle rodeado por una serranía negra y accidental, la cual causaba temor a ser explorada.

¡Pero, para mí! representaba la salvación. Aquella formación orogénica estaba allí, puesta por manos del mismo Creador para brindarle refugio. Permanecer en el poblado, era como vivir en el menisco de una copa llena que está por derramarse. Era cuestión de tiempo, para que una última gota terminara por rebosarla, trayendo consigo la desgracia.

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Así, transcurrieron los años y seguí siendo, no más, que un agorero ante los ojos del pueblo. Un desquiciado con premoniciones quién se encargaba de sembrar el pánico. ¡Nadie se fiaba de mí!, todos pensaban que yo era un mensajero del mal quién merecía ser condenado al exilio.

Agoté mis esfuerzos en vano, tratando de sembrar conciencia; recurrí a los medios de información, al cabildo abierto, a las plazas de la ciudad. Inclusive, me atreví a visitar, en sus propias casas, a tantas familias como pude con el fin de llevarles mi mensaje de alerta. Solo obtuve, varias denuncias en mi contra, así como, golpes e insultos, que finalmente me condujeron al destierro.

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Me llamaron el “Loco de la cueva”; a partir de aquel día, cuando decidí mudarme, sólo, a la prominente elevación de granito y sílice.

Notaba que la tierra sufría un enorme maltrato; esa corriente de aire cada vez más cálido, la hostilidad del suelo y sus emanaciones, la sequía, el océano que se hacía más grande y el hombre tan pequeño. Una señal, que me hablaba, me decía que las aguas recobrarían su justo lugar al debido tiempo...

Así como la arena ocupa en la roca el espacio pequeño, ahora yo, debía sembrar mi idea en la mente de todo un pueblo. Generar el impacto necesario para que me creyeran, aunque sería como encontrar la verdad en la boca del fariseo, para ellos, sería obedecer al Loco, a quién siempre aborrecieron, quién intentaba guiarles hacia un destino incierto.

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Emprendí mi exploración, mientras todos me vieron partir, incrédulos. Me interné en el Indómito pensando en una solución para mí, sin dejar de pensar en ellos. Descubrí una gruta entre dos pantallas que parecían tocar el cielo la cual conducía a la cúspide a más de mil doscientos msnm.

Fueron los días más largos de mi vida, convertidos en noche sin ningún remedio, hasta que en el momento menos esperado encontré la respuesta a mi viaje a través de los tiempos. Un lugar, donde era posible comenzar de nuevo. La tierra prometida, con abundante recurso para cubrir las necesidades de varios cientos. Me introduje en una cueva, a la manera que lo hiciera, nuestro primitivo ancestro. Y desarrollé mi idea, y fui libre de pensamiento.

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Antes de instalarme de forma definitiva en la cueva, la cual pasaría a ser mi nuevo nicho apartado de la civilización; al poco tiempo, estuve de regreso nuevamente a la ciudad con la intención de confiar mi hallazgo y mi conocimiento.

Para ésto, dejé en la casa de gobierno una serie de planos detallados de mi proyecto, así como, un mapa de la gruta que conduciría a la meseta que había descubierto. Luego, me dirigí a la plaza y convoqué a los ciudadanos. Algunos se rieron y otros atraídos por la superstición que siempre vieron en mí, poco a poco, rodearon la glorieta donde me puse de pie para pronunciar el discurso:

"No existe peor locura que la terquedad de un hombre. Son los caminos de su mente los que le conducirán a la desgracia o la salvación. La voz del sentido común es el llamado reflexivo que les hace un cuerdo, un hombre, que se diferencia del resto solo por el estigma que injustamente le han querido conferir a través del tiempo. Sé, que para ustedes soy un Loco, pero, ¿Puede un loco hacer un bien común?, ¿Puede un demente irse y volver para ofrecerles un proyecto?, si logro ver más allá, es solo el producto de mi estudio sobre la naturaleza y su comportamiento, mi diagnóstico, sobre la situación de un pueblo que ha desafiado la ciencia ubicándose en un lugar que forma parte del océano. Un pueblo que no tiene espacio en su compresión para dar cabida a este humilde ciudadano que solo intenta salvarlos de un trágico acontecimiento."

¡A partir de hoy!, me marcho y por su bien, espero me puedan ustedes seguir hasta el lugar que he recomendado...

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Luego de un tiempo, acostumbrado a vivir en mi cueva, un ligero estremecimiento del lecho de la montaña perturbó mi sueño. Un casi imperceptible movimiento acompañado del quebrantado sonido de un trueno. ¡Con mis propios ojos vi!, desde la cúspide, como el mar se alejó cientos de metros de la costa. Comenzó esa fuerte lluvia que advertía la desgracia. Y el cielo lloró sobre el fondo del mar y las gotas eran azules y la arena como sangre... Remontó luego, en una gran ola tan grande como el mismo silencio, silencio, que arrasó todo cuanto había a su paso, que borró de la historia el error cometido por un grupo de almas en el pasado. Desapareciendo por completo la ciudad costera y dejando para el recuerdo aquel viejo poblado que se hizo parte de la nada...

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