El cielo es azul, ¡Creo!
Y cuando mis ojos vieron el azul intenso, matiz del límpido firmamento, sentí nacer de nuevo. Fui un niño ingenuo con los ojos tan abiertos que podrían contener el universo en tan solo un parpadeo. Y sentí mis alas tan pequeñas, mecidas por el vaivén del mundo como pigmeo indefenso.
Pero todo en la vida es cuestión de tiempo, para poder correr debemos aprender a gatear primero, caer de fauces, de ser preciso arrastrarnos por el suelo como soldado en un campo de entrenamiento.
Y transcurrió la mañana, donde solo pude imaginar lo que sería alzar mi vuelo. Y sentí Poder, sentí, que eran de piedra mis alas y mi fuerza superior a la de un corcel negro.
Nunca despegué un pie del suelo, ni tan siquiera para romper mi hábito de estado pasivo, cuando debería ser un halcón atrapando con mis garras la liebre o algún cordero. Salir del cobijo azul cielo y explorar lo mundano, caer en uno de esos tantos agujeros donde hundirse es cosa de genios. Donde tener un motivo para perder la fe, es la única manera de ganar conocimiento.
Pensé, frente al espejo:
"Un hombre no se hace en un día, me sobra el tiempo, soy tan joven, mejor lo intentaré luego..."
Así llegó la tarde, en tan solo un parpadeo. Sin tener ningún rasguño, ni una mancha en mi atuendo. Supe evadir los tantos recovecos que existen entre tierra y cielo, donde por temor a perder mi sino preferí seguir estático como pájaro en su nido. Descubrí que la mente dirige al cuerpo y dominar los sentidos me alejaba del sufrimiento, por tanto, el no mover mis pies me garantizaba salir ileso.
Pero no fue solo ese mi descubrimiento, para mi desgracia, también descubrí que un cielo azul es el despertar de un hombre, el mejor momento para rondar los caminos, hasta encontrar por mi mismo la forma de ganar el juego. Porque al otro lado espera el león y el solitario lobo hambriento, ansiosos por mondar sus colmillos al forastero.
"Nunca sabrás defenderte solo, si no sacas tu propia experiencia enfrentando el mundo y sus recovecos".
Y el celeste fue naranja, rojo fuego y púrpura, luego profundo azul marino. Entre tantas preguntas sin respuestas me di cuenta que aún no me había movido. De nada vale descubrir los matices de la tarde, si sabes que solo dan paso al ocaso gris y llega a su fin, la luz que fue al principio.
Mientras el habitante interno no confía ni en sí mismo, no se conoce, no sabe que en el mundo sobrevive el fuerte y que para llegar a serlo, debes enfrentar tus miedos. En tus primeros años de vida es cuando defines la calidad del ser que serás luego.
¡A estás alturas!, ya estuve nuevamente hablando con el espejo. Reprochando los actos de aquel hombre, "El imitador perfecto..."
¡Sin saber!, puedes convertir tu vida en trauma. Puedes haber perdido la herramienta que te salvará en el futuro que te depara.
¡No digas que no!, y mírame mientras te hablo, porque aun estando parado en el mismo sitio sabes que ha llegado tu mayor preocupación, vestida con su manto negro cual novicia que perturba el sueño.
“La noche”, donde resurge tu temor, donde se encoge el espíritu incrédulo. El momento cuando más extrañas e azul intenso. ¡Por fin, se mueven tus pies!, solo porque tiemblas de miedo, ambos sabemos que la oscuridad te estremece y ahora que no eres el mismo joven quién dejó todo para luego. Inseguro, escuchas el latir de un corazón, tan lento, como la vida y sus ciclos, como los colores que dan paso al ocaso gris al final de una tarde que te dice, hasta luego...
¡La noche es negra y eso le hace bella!, la noche es cuando respira la naturaleza y las criaturas están de fiesta. ¡Pero, no para ti!, el cobarde que solo ve comadrejas, huye de su propia sombra y cierra los ojos estupefacto como si estuviera anclado en la tierra. Nunca diste un paso a voluntad, nunca supiste diferenciar entre luz y tinieblas, piensas que la noche es sinónimo de muerte y que solo tu burbuja te mantendrá a salvo, hasta que vuelva a brillar el azul celeste.
Y así transcurrió toda una vida. En tan solo un chasquido de los dedos, sin notar, me volví viejo y no tuve marcha atrás en el calendario de los sueños. El cielo es azul, ¡Creo!; he perdido mis mejores años por miedo a mover un dedo.
¡Sin saber, que la vida es como un día entero!, es igual a los colores que vislumbra el cielo. Pasamos por diferentes fases y nadie sabe cuál de ellas será la última, nadie sabe si volverá a mirar el azul...