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Me restriego los ojos con las manos muy temprano en la mañana, veo mi teléfono celular y aparece una llamada perdida.
¿Quién podrá ser a esa hora?
Vuelven a llamar y respondo, era un hombre a quien otro cliente me había recomendado para un divorcio.
En pocas palabras me relató el porqué de su decisión, su esposa le había sido infiel con su vecino y él se enteró porque él le dijo que le revisara su computadora portátil y al hacerlo se encontró con fotos pornográficas las cuales tuvo la valentía de imprimir y mostrármelas en un encuentro personal para hacer entrega de la documentación requerida.
El día que lo conocí en persona lo noté tan desencajado, ojeroso, con una actitud a la defensiva.
Hablé solo lo indispensable, sin mayores preguntas (para que ahondar una herida tan profunda que seguramente tardaría años en sanar).
Llegó el día de la firma en tribunales.
La esposa acompañada de su abogada parecía sacada de una revista de modas, impecable de pies a cabeza, con combinaciones en blanco y negro, sandalias muy altas de gamuza trenzadas en las piernas perfectas.
Su apariencia no concordaba con la de las fotos.
Yo me preguntaba muy a mis adentros:
¿Cómo pudo hacer lo que hizo? ¿Un hombre que le daba todo lo que quisiera, no tenía que salir a la calle a trabajar, tan solo abrir y pedir y deseo concedido?
Ha pasado un tiempo y el Juez aun no ha dictado sentencia.
Cada día pido, porque a pesar de todo, puedan reconciliarse, perdonarse las faltas de parte y parte y comenzar de nuevo, junto a sus bellas hijas.
Está repicando de nuevo mi teléfono, creo es otro caso de divorcio, pero muy distinto a este.
Es el hombre nuevamente, con voz arrepentida me dice:
-Quiero detener el divorcio.
Me alegra escuchar eso pero ya eso escapa de mis manos, porque es un caso que ya no tiene vuelta atrás.
Me dice.
-He asesinado al vecino.
Casi me caigo de la silla ante la confesión y hasta por un instante pienso que es una broma, sin embargo le pregunto.
-¿Por qué?
-Me confesó que las fotos eran truncadas, que estaba enamorado de mi mujer pero que nunca estuvo con ella, eran un montaje hecho con photoshop.
El muy miserable sin dudas merecía eso porque mintió a todos cuando fue interrogado, a pesar de la firmeza de la señora en decir que era falso.
Lamentablemente las únicas pruebas eran las fotos impresas porque el marido había hábilmente cambiado el disco duro y destruido el que las contenía, por lo que no fue posible hacer un análisis forense de la misma.
En resumen, el hombre ahora está divorciado y en prisión y yo sigo realizando divorcios.