English
Return to the Halo (part 15)
WILBUR approached one of the crystalloderms and surrounded it with the sensor tape and after connecting all the apparatus and fixing it to the polished surface of the creature, he went back to see in detail if everything had been correctly arranged.
He had been repeating this meticulous and tedious activity for the last three days, almost continuously, taking only one break to allow his avatar's batteries to recharge for two hours, once a day. There were already one hundred and fifty crystalloderms to which he had attached the sensor package that would serve to detect the location of the quantum links they had with the alien devices.
It had been good to have some human visitors after so long, if only for a couple of hours, while they delivered the containers loaded with the sensors and upgraded their systems to use them to channel the data they generated. He had no human company since what happened with Edith, he missed the voices and their presence. For a few brief moments he seemed to feel the presence of his old friend again.
Standing there, surrounded by those enigmatic creatures, and seeing them now unable to interact actively with their environment, unable to defend themselves or even to flee, to avoid being attacked, he could not imagine the helplessness they must feel knowing how their fellow creatures were exploited and used, even he, an artificial life form, had the means to preserve his integrity and knew what self-preservation was.
After thinking about this, he began to feel guilty about what he was doing, using, without their consent, the crystalloderms to track down aliens attacking humans, would it be right to do so, to involve these creatures in a conflict that had nothing to do with them. But, at the end of the day, it had not been the aliens who had involved them first, and after all, what he was doing would not harm them, although that did not stop him from feeling regret at the thought of whether or not they would agree to have this done to them and not even be able to resist.
He had already finished with the installation of the one hundred and fifty sensors, he had gone through all the small islands and even several locations on the ocean floor, in order to cover an area large enough to be able to triangulate the locations, as accurately as possible, since these were places located several hundred thousand light years away.
He walked back to the plain in the middle of the island and once there, he crouched down in a resting position and disconnected from the avatar, to return to the control of the orbital station, after which, he activated the monitoring of the sensors, and the data began to flow to the repository, recently installed for this. Now it was only necessary to wait that, if there really was a quantum link, it would be activated and could be echoed, in the nodes of its network.
Far from human sensors, on an old and decaying planet, two alien ships entered the atmosphere and positioned themselves over an ancient and crumbling monument, perched atop a steep and peculiar mountain.
After a moment of remaining static, hovering in the vicinity of the particular place, hundreds of pale lights of different colors began to shine in all the extension of their hulls, at the same time that the monument and the mountain itself were also covered with lights, less bright, dulled by the whitish surface of the withered bodies of the thousands of crystalloderms that had died to give form to that structure.
After this healing ritual, the ships, with their hulls renewed, healed from the wounds produced by the human artillery, withdrew, amid absolute silence.
-Sir, we have new information on the link with the Chimera orbital station, WILBUR is sending data from the quantum link network of the crystalloderms, -said the operator on duty at the communications station of BN34, where the network tracking experiment was being monitored.
-Forward it to the research section of the Palas academy, they are in charge of the analysis of the data collected by the experiment -replied Vice Admiral Antón Silván, commanding officer of the station and its military component.
In Chimera, the monitoring drones that had been deployed after the last events, transmitted to the orbital station, images of the hundreds of crystalloderms that populated the coast of the island, emitting a pale and spectral light from their insides, while an, for humans, inaudible sound, flooded the whole place. WILBUR, who was monitoring the tide of information that suddenly began to flow through the sensors he had installed, thought that, once again, the sad lament of the crystalloderms had begun.
Spanish
Regreso al Halo (parte 15)
WILBUR se aproximó a uno de los cristalodermos y lo rodeó con la cinta de sensores y luego de conectar todo el aparataje y fijarlo a la pulida superficie de la criatura, retrocedió para ver con detalle, si todo había quedad correctamente dispuesto.
Esta meticulosa y tediosa actividad, la había estado repitiendo durante los últimos tres días, de forma casi continua, tomando sólo un descanso, para permitir que las baterías de su avatar se recargaran, durante dos horas, una vez cada día. Ya eran ciento cincuenta los cristalodermos a los que les había fijado el paquete de sensores que serviría para detectar la ubicación de los enlaces cuánticos, que éstos tenían, con los dispositivos alienígenas.
Había sido bueno tener algunos visitantes humanos después de tanto tiempo, aunque fuese por un par de horas, mientras entregaban los contenedores cargados con los sensores y actualizaban sus sistemas para usarlos y poder canalizar los datos que generen. No tenía compañía humana desde lo sucedido con Edith, extrañaba las voces y su presencia. Por unos breves momentos le pareció sentir nuevamente la presencia de su vieja amiga.
Parado ahí, rodeado de aquellas enigmáticas criaturas, y viéndolas ahora incapaces de interactuar activamente con su entorno, imposibilitadas de defenderse o tan siquiera de huir, para evitar ser agredidos, no podía imaginar la impotencia que debían sentir a saber como eran explotados y usados sus congéneres, incluso él, una forma de vida artificial, tenía medios para preservar su integridad y sabía lo que era la autopreservación.
Después de pensar en esto, empezó sentirse culpable por lo que estaba haciendo, usando, sin su consentimiento, a los cristalodermos para localizar a los alienígenas que atacaban a los humanos, ¿sería correcto hacerlo?, involucrar a estas criaturas en un conflicto que no tenía nada que ver con ellas. Pero, a fin de cuentas, no habían sido los alienígenas, quienes los involucraron primero, y después de todo, lo que él estaba haciendo no les dañaría, aunque no por eso dejaba de sentir pesar, al pensar si ellos estarían o no de acuerdo con que se les hiciera esto y ni tan siquiera poder resistirse.
Ya había terminado con la instalación de los ciento cincuenta sensores, había recorrido todas las pequeñas islas e incluso varias ubicaciones del fondo oceánico, para poder cubrir un área lo suficientemente grande como para poder triangular las ubicaciones, con la mayor precisión posible, pues se trataba de lugares situados a varios cientos de miles de años luz de distancia.
Caminó nuevamente a la planicie en medio de la isla y una vez ahí, se agachó en posición de descanso y se desconectó del avatar, para regresar al control de la estación orbital, luego de lo cual, activó el monitoreo de los sensores, y los datos empezaron a fluir hasta el repositorio, recientemente instalado para esto. Ahora sólo había que esperar que, si en realidad existía un enlace cuántico, se active y se pueda hacer eco, en los nodos de su red.
Lejos de los sensores humanos, en un viejo y decadente planeta, dos naves alienígenas entraron en la atmósfera y se posicionaron sobre un antiguo y derruido monumento, situado en la cima de una pronunciada y peculiar montaña.
Tras un momento de permanecer estáticas, flotando en las proximidades del particular lugar, cientos de pálidas luces de diferentes colores, empezaron a brillar en toda la extensión de sus cascos, a la vez que el monumento y la montaña misma, también se cubrían de luces, menos brillantes, opacadas por la blanquecina superficie de los marchitos cuerpos, de los millares de cristalodermos, que habían muerto para dar forma a aquella estructura.
Tras este ritual de sanación, las naves, con sus cascos renovados, curados de las heridas producidas por la artillería humana, se retiraron, en medio de un absoluto silencio.
―Señor, tenemos nueva información en el enlace con la estación orbital de Quimera, WILBUR está enviando datos de la red de enlaces cuánticos de los cristalodermos ―dijo el operador de guardia en la estación de comunicaciones de BN34, donde se estaría monitoreando el experimento de rastreo de la red.
―Rediríjala a la sección de investigación de la academia de Palas, ellos están a cargo del análisis de los datos recabados por el experimento ―respondió el vicealmirante Antón Silván, oficial al mando de la estación y de su componente militar.
En Quimera, los drones de monitoreo que habían sido desplegados, después de los últimos sucesos, transmitían a la estación orbital, imágenes de los cientos de cristalodermos que poblaban la costa de la isla, emitiendo una pálida y espectral luz desde sus adentros, a la vez que un, para los humanos, inaudible sonido, inundaba todo el lugar. WILBUR, que monitoreaba la marea de información que repentinamente empezó a fluir por los sensores que había instalado, pensó que, nuevamente había empezado el triste lamento de los cristalodermos.