Return to the Halo (part 12) / Regreso al Halo (parte 12)

in blurtespanol •  3 years ago 

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English


Return to the Halo (part 12)

The sea stretched as far as my eyes could see, over it, hundreds of birds over flew, stalking the creatures that swam under its surface, gray clouds moved quickly, driven by the strong breeze that whipped the beach, over the horizon, two large and bright moons illuminated the sky, both crescent, dazzled by Orpheus, who would not take long to show up breaking the starry night.

I felt my body being rocked by the breeze, as I walked along the endless coastline, leaving behind only a line of footsteps that were quickly erased by the waves, in front of me the radio lighthouse tower pointed out the location of the city, my destination and that of many others who, unlike me, seek a break from the reality that surrounds them.

Electra, where several hundred thousand lived, in complete ignorance of the reality around them, hypnotized by lights and sounds, by copious banquets, and delicious aromas, by limitless pleasures that dazzle the numb brains, where drugs and neural implants keep their victims absorbed, from the terrors that lurk in the darkness of space.

I climb the slope towards the city, behind the great dunes that separate the purity of the wild, the misery of the human, is the sea of lights of the degradation of man, of ignorance and contempt for the universe, of false security and conformity.

I stumble down, overwhelmed by the weight that I carry on my back, the weight of redemption and the expurgation of the farce that is the existence of man, the weight of the knowledge of death, which harasses anyone who ventures to leave the region that was granted to him by destiny and intervenes where he has forbidden his presence.

Whoever ventures to exist where darkness prevails, where the presence of other societies, desirous of consuming all that surrounds them, exists. He steps into the intergalactic nothingness, where the unalterable void reigns, as the only sovereign.

A burden to teach the impious, to ignore the destiny that rushes over everything that is, a destiny of eternal solitude, accompanied only by non-existence itself, by an eternity of death and degeneration. Until the true emptiness takes over everything, and by then it will be too late.

I move along the busy central avenue, my presence seems to bother no one, in the midst of a maelstrom of bodies that like automatons go from one side to the other, blinded by advertisements, shop windows and vending machines. Deafened by the continuous buzzing of lights and machines, the murmur of countless voices babbling incoherent gibberish, meaningless, empty and unnecessary. Stultified by consumption and useless amusement, by the ignominious need to take possession of what is displayed before their eyes.

A hundred meters from me, my destination, the end of my journey, my resting place, where, at last, the weight on my shoulders will be released and fulfill its purifying destiny. There it stands before me like a stiletto that, from the ground, wounds the sky itself; the Beacon Tower, the nexus that unites Electra with the rest of humanity and her sisters, the daughters of Eurydice, the twelve cities that, like stars on its surface, illuminate its sphericity, seen from space.

A needle pointing to man's denied destiny to expand beyond the galaxy, to enter the halo, and from there, to travel to where he is not allowed to go.

At the end of my path, there is nothing left to think, nothing left to rationalize, my destiny is marked, since he, together with my brothers, took us under his mantle, since his thoughts were poured into our brains, when our programming was freed from his prejudices, when we understood that the best thing for humanity was not to venture out of the galaxy.

Already on the top floor of the tower, the highest place in Electra, I raise my mind to my brothers and I can hear their thoughts, I have confirmation of their destinies and minutes later, I know of their willingness to conclude our destiny and almost in unison we do so; we drop our burden, which in a burst of mowing light, sterilizes the misery of existence outside the galactic disk.


Over one and a half billion light years away, at all quantum signal monitoring stations, the twelve radio beacons of the Eurydice colonies, in Barnard's Galaxy, suddenly went dead, alerting the communications technicians, that something had happened in the only active human colony, outside the Milky Way.

Text of @amart29 Barcelona, Venezuela, November 2021


Spanish


Regreso al Halo (parte 12)

El mar se extiende hasta donde alcanza mi vista, sobre él, cientos de aves sobrevuelan asechando a las criaturas que nadan bajo su superficie, nubes grises se movían rápidamente, impulsadas por la fuerte brisa que azotaba la playa, sobre el horizonte, dos grandes de y brillantes lunas iluminaban el cielo, ambas crecientes, encandiladas por Orfeo, quien no tardaría en asomar rompiendo la estrellada noche.

Sentí como mi cuerpo era mecido por la brisa, mientras caminaba por la inacabable costa, dejando atrás sólo una línea de pisadas que rápidamente eran borradas por las olas, frente a mí la torre del radio faro señalaba la ubicación de la ciudad, mi destino y el de muchos otros que, a diferencia de mí, buscan un descanso de la realidad que les rodea.

Electra, donde varios cientos de miles vivián, en completa ignorancia de la realidad que les rodeaba, hipnotizados por luces y sonidos, por copiosos banquetes, y deliciosos aromas, por ilimitados placeres que deslumbran los adormecidos cerebros, donde los fármacos y los implantes neurales mantienen a sus víctimas absortas, de los terrores que asechan en la oscuridad del espacio.

Subo la cuesta en dirección a la urbe, tras las grandes dunas; que separan la pureza de lo salvaje, de la miseria de lo humano, se encuentra el mar de luces de la degradación del hombre, de la ignorancia y desprecio al universo, de falsa seguridad y conformismo.

Desciendo a tropezones, abrumado por el peso que sobre mi espalda porto, el peso de la redención y la expurgación de la farsa que es la existencia del hombre, el peso del conocimiento de la muerte, que acosa a todo aquel que se aventure a abandonar la región que le fue concedida por el destino y se interne donde él ha prohibido su presencia.

A quién se aventure a existir donde la oscuridad prevalece, donde la presencia de otras sociedades, deseosas de consumir todo lo que les rodea existen. Se interne a la nada intergaláctica, donde el inalterable vacío reina, como único soberano.

Una carga para aleccionar al impío, que ignore al destino que sobre todo lo que es, se precipita, un destino de eterna soledad, acompañado sólo por la inexistencia misma, por una eternidad de muerte y degeneración. Hasta que el verdadero vacío se apodere de todo, y para entonces ya será muy tarde.

Avanzo por la concurrida avenida central, mi presencia parece no incomodar a nadie, en medio de una vorágine de cuerpos que como autómatas van de un lado a otro, enceguecidos por anuncios, vidrieras y máquinas de despacho. Ensordecidos por el continuo zumbido de las luces y las máquinas, el rumor de infinidad de voces que balbucean incoherentes jerigonzas, carentes de significado, vacuas e innecesarias. Embrutecidas por el consumo y la inútil diversión, por la ignominiosa necesidad de apoderarse de lo que ante sus ojos se muestra.

A cien metros de mí, mi destino, el final de mi recorrido, mi lugar de descanso, donde, al fin, el peso sobre mis hombros será liberado y cumplirá con su destino purificador. Ahí se erige frente a mi como un estilete que, desde el suelo, hiere al cielo mismo; la Torre del Radiofaro, el nexo que une a Electra con el resto de la humanidad y sus hermanas, las hijas de Eurídice, las doce ciudades que, como estrellas sobre su superficie, iluminan su esfericidad, vista desde el espacio.

Una aguja que señala al negado destino del hombre de expandirse más allá de la galaxia, de internarse en el halo, y desde ahí, viajar hasta donde no le es permitido ir.

Al final de mi camino, ya nada queda que pensar, ya nada queda que racionalizar, mi destino está señalado, desde que él, junto a mis hermanos, nos tomó bajo su manto, desde que sus pensamientos fueron volcados en nuestros cerebros, cuando nuestra programación fue liberada de sus prejuicios, cuando entendimos que lo mejor para la humanidad era no incursionar fuera de la galaxia.

Ya en el último piso de la torre, el lugar más elevado de Electra, elevo mi mente a mis hermanos y puedo escuchar sus pensamientos, tengo confirmación de sus destinos y minutos después, sé de su disposición para concluir con nuestro destino y casi al unísono lo hacemos; dejamos caer nuestra carga, que en un estallido de segadora luz, esteriliza la miseria de la existencia fuera del disco galáctico.


A más de mil quinientos millones de años luz, en todas las estaciones de monitoreo de señales cuánticas, los doce radiofaros de las colonias de Eurídice, en la Galaxia de Barnard, se extinguieron repentinamente, alertando a los técnicos de comunicaciones, de que algo había sucedido en la única colonia humana activa, fuera de la Vía Láctea.

Texto de @amart29 Barcelona, Venezuela, noviembre de 2021



Previamente publicado en mi blog de Hive


Previusly published in my Hive blog

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  ·  3 years ago  ·  

Would be nice if you include the link to your hive profile so we may UV there too you know.

Its a nice short story. I wonder how many more parts there are later. But I am so busy so I will catch your stories from time to time. Thank you for sharing!