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English
Return to the Halo (part 11)
WILBUR had to make his weekly tour of Chimera, no big deal, but, for some strange reason, after more than twelve hundred years, of which he had spent a little more than eight hundred in complete solitude, he was beginning to feel that the time between these tours was getting shorter and shorter.
Perhaps his perception of time was beginning to fail, or it was simply nonsense. Could it be possible that someone like him could become hypochondriac with time, he wondered, as he incorporated his body, after squatting down to rest in a dry, illuminated wasteland, a few kilometers from the beach.
His ultraviolet light scope, showed him in the distance a large population of crystalloderms, which, it seemed to him, had not been there last week. He compared the view with the records of his previous visit and indeed, the last time he was here, there were not so many of them on the beach, indeed, since the events with Edith, he had not seen so many together.
He advanced to the beach and walked among the tall, static crystalloderms, their elongated, glistening bodies, shaped like crystal columns, resembled the giant crystal formations that grow in many caves, but which, when they touch the ground, instead of inserting themselves into it, seem to branch out as if they were the tentacles of an octopus, or rather the roots of a tree, but instead of keeping them fixed to the ground, they help them to move, at speeds that are almost imperceptible to the eye.
As he stood on the beach, he realized that what he thought were a few dozen, were actually hundreds of these creatures, which seemed, again, after eight hundred years, to migrate en masse to this particular island, and concentrate their advance on that mountain that rose a little more than four kilometers from the coast.
It was a small hill, barely a hundred meters above the level of the ocean, but it was the highest point on the surface of the planet, where only a hundred small islands protruded from a shallow ocean. An ocean that the crystalloderms used to travel, in a parsimonious wandering, between one island and another, without an apparent purpose, moving on the almost flat ground of the bottom.
WILBUR made his way around the creatures as he advanced in the direction of the hill, having to move through increasingly narrower spaces, as he approached the slope, such was the number of crystalloderms that had congregated there during the last week, that the small elevation looked like the back of a giant hedgehog, its entire surface was covered by hundreds of the lanky and crystalline bodies of those beings.
Suddenly, out of nowhere, a deep vibration began to shake her body, which shuddered when she felt that resonance, she activated the auditory sensors and there it was, it was the same low frequency vibration that Edith had once felt and that had affected her so much.
The strange frequency seemed to come from all directions, as if all the critaloderms emitted it in unison in a gigantic chorus, he extended his hand, and contrary to his instructions, he placed it on the smooth surface of one, he felt how it vibrated rhythmically, with a swaying that seemed to emulate the waves of the sea, but that at times intensified, and then fell almost to silence, and then returned to its monotonous coming and going.
He was in the middle of that forest of crystal columns, listening, registering their song, until it began to get dark, it was then that he realized that when he looked in the direction of the beach, where the darkness was beginning to take over the place, the interior of the crystalloderms, began to glow with pale lights, whose colors varied from one subject to another, it was as if its core was illuminated, forming a spectral image, with hundreds of faint luminaries that seemed to float a little more than a meter above the ground, in all the space around the hill, until reaching the beach.
After witnessing this sight, he decided to return immediately to the space station, to activate the quantum link and report this, so far, unknown behavior. He returned to the plain and when he was just over five hundred meters from the concentration of crystalloderms, he squatted down and disconnected from the avatar.
Again in command of the space station, WILBUR, beamed a signal to the relay station at Palas Academy twelve light years from Chimera, communicating his findings and describing how, just as had happened over eight hundred years ago when Edith had reported it, the crystalloderms had been "singing," but that this time he could see them also lighting up.
-Peter, a transmission just came in from WILBUR, the AI at the Chimera monitoring station -said Elias, a relay on duty at the shovel academy's relay station in the vicinity of bridge EDT209.
-So, what's with that, I guess it's their weekly report - answered Peter, the other reliever on duty.
-It's actually an emergency communication, not their report, it says that the crystalloderms are "singing", -said Elias, making a face of disbelief.
-Singing", it seems that WILBUR broke down, -commented Peter, without paying much attention -. Well, do the right thing, pass the signal with the urgent heading to Professor Armando Gamboa's assistants in Astroarchaeology, they will know how to proceed.
Spanish
Regreso al Halo (parte 11)
WILBUR debía hacer su recorrido semanal por Quimera, no era gran cosa, pero, por alguna extraña razón, después más de mil doscientos años, de los cuales había pasado poco más de ochocientos en completa soledad, empezaba a sentir que el tiempo entre estos recorridos se hacía cada vez corto.
Tal vez su percepción del tiempo empezaba a fallar, o simplemente eran puras tonterías. Sería posible que alguien como él se pudiera hacer hipocondriaco con el tiempo, se preguntó, mientras incorporaba su cuerpo, después de estar acuclillado descansando en un seco e iluminado páramo, a pocos kilómetros de la playa.
Su visor de luz ultravioleta, le mostró a la distancia una gran población de cristalodermos, que, según le pareció, no habían estado ahí la semana pasada. Comparó la vista con los registros de su anterior visita y en efecto, la última vez que se estuvo aquí, no había tantos de ellos en la playa, es más, desde los sucesos con Edith, no había visto tantos juntos.
Avanzó hasta la playa y caminó entre los altos y estáticos cristalodermos, sus alargados y relucientes cuerpos, en forma de columnas de cristal, se asemejaban a las formaciones de cristales gigantes que crecen en muchas cuevas, pero que al tocar el suelo, en lugar de insertarse en él, parecen ramificarse como si fuesen los tentáculos de un pulpo, o más bien las raíces de un árbol, pero que en lugar de mantenerlos fijos al suelo, los ayudan a desplazarse, a velocidades que resultan casi imperceptibles al ojo.
Al estar en la playa, se dio cuenta de que, lo que creyó eran algunas decenas, en realidad se trataba de cientos de estas criaturas, que parecían, nuevamente, después de ochocientos años, migrar en masa hasta esta particular isla, y concentrar su avance sobre aquella montaña que se elevaba a poco más de cuatro kilómetros de la costa.
Se trataba de una pequeña colina, que apenas se elevaba unos trecientos metros sobre el nivel del océano, pero era el punto más elevado de la superficie del planeta, donde apenas un centenar de pequeñas islas sobresalían de un océano, poco profundo. Un océano que los cristalodermos solían recorrer, en un parsimonioso deambular, entre una isla y otra, sin un aparente propósito, desplazándose sobre el casi plano suelo del fondo.
WILBUR se abrió paso sorteando a las criaturas, mientras avanzaba en dirección a la colina, teniendo que moverse por espacios cada vez más estrechos, a medida que se aproximaba a la ladera, era tal la cantidad de cristalodermos que se habían congregado ahí, durante la última semana, que la pequeña elevación parecía la espalda de un gigantesco erizo, toda su superficie se encontraba cubierta por centenares de los espigados y cristalinos cuerpos de aquellos seres.
De pronto, de la nada, una profunda vibración empezó a sacudir su cuerpo, que se estremeció al sentir aquel resonar, activó los sensores auditivos y ahí estaba, era la misma vibración de baja frecuencia que ya una vez había sentido Edith y que tanto le había afectado.
La extraña frecuencia parecía provenir de todas las direcciones, como si todos los critalodermos la emitieran al unísono en un gigantesco coro, extendió su mano, y contrario a lo que eran sus instrucciones, la posó sobre la lisa superficie de uno, sentía como vibraba rítmicamente, con un vaiven que parecía emular las olas del mar, pero que por momentos se intensificaba, para luego caer casi hasta el silencio, y luego volver a su monótono ir y venir.
Estuvo en medio de aquel bosque de columnas de cristal, escuchando, registrando su canto, hasta que empezó a anochecer, fue entonces cuando se percató de que al ver en dirección a la playa, donde ya la oscuridad empezaba a apoderarse del lugar, el interior de los cristalodermos, empezaba a brillar con pálidas luces, cuyos colores variaban de un sujeto a otro, era como si su núcleo se iluminase, formando una espectral imagen, con cientos de tenues luminarias que parecían flotar a poco más de un metro sobre el suelo, en todo el espacio alrededor de la colina, hasta llegar a la playa.
Tras presenciar esta vista, decidió regresar de inmediato a la estación espacial, para activar el enlace cuántico y reportar este, hasta ahora, desconocido comportamiento. Regresó a la planicie y cuando estuvo a poco más de quinientos metros de la concentración de cristalodermos, se puso en cuclillas y se desconectó del avatar.
Nuevamente al mando de la estación espacial, WILBUR, emitió una señal a la estación retransmisora de la academia de Palas a doce años luz de Quimera, comunicando sus hallazgos y describiendo como, al igual que había sucedido hace más de ochocientos años, cuando Edith lo había reportado, los cristalodermos habían estado “cantando”, pero que esta vez los pudo ver también iluminarse.
―Peter, acaba de entrar una transmisión de WILBUR, la IA de la estación de monitoreo de Quimera ―dijo Elías, un relevador de guardia en la estación de retrasmisión de la academia de palas, en las proximidades del puente EDT209.
―Y, ¿que con eso?, supongo que es su informe semanal ―respondió Peter, el otro relevador de turno.
―En realidad es una comunicación de emergencia, no su reporte, dice que los cristalodermos están “cantando” ―dijo Elías, poniendo cara de incredulidad.
―“Cantando”, tal parece que WILBUR se averió ―comentó Peter, sin prestar mayor atención ―. Bueno, haz lo que corresponde, pásale la señal con encabezado de urgente a los asistentes del profesor Armando Gamboa de Astroarqueología, ellos sabrán como proceder.
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