VERSIÓN ESPAÑOL:
¿Cómo va la gente de Blurt?
Les aúllo el chisme por el que seguro vienen a leer a mi cueva de meditación:
Australia pone prohibiciones al uso de las redes sociales con multas millonarias a las empresas que abran las puertas a escuincles menores de 16 años... como siempre, hay un pueblo dividido entre el aplaudir la hazaña de los parlamentarios y estar en contra porque creen que se trata de una prohibición a la libertad de expresión.
Por un lado, es innegable que las redes sociales han transformado la forma en que nos comunicamos, aprendemos y nos entretenemos, sin embargo, también han introducido desafíos complejos, especialmente para los menores, quienes a menudo se encuentran expuestos a riesgos difíciles de gestionar. Desde una perspectiva positiva, la ley busca proteger a los adolescentes de los efectos nocivos que el uso excesivo de estas plataformas puede generar.
Problemas como el ciberacoso, la exposición a contenido inapropiado o dañino, y la presión constante por encajar en estándares irreales de belleza y éxito son temas que preocupan tanto a padres como a educadores, además, limitar el acceso podría fomentar un desarrollo más equilibrado, promoviendo actividades que alimenten la creatividad, las habilidades sociales reales y una relación más sana con la tecnología.
Ofrecer un entorno menos saturado para los menores podría ser un respiro, tal vez, este enfoque permita que vuelvan a valorarse las interacciones cara a cara, las conversaciones profundas y las experiencias que no necesitan ser capturadas en un “post” para sentirse significativas. En esencia, es un intento de devolverles a los jóvenes la capacidad de vivir su adolescencia con mayor tranquilidad, sin la carga de la constante comparación social.
Para algunas personas esta medida restrictiva tiene sus puntos cuestionables porque una prohibición total puede percibirse como una forma de subestimar la capacidad de los jóvenes para aprender y adaptarse al entorno digital de manera responsable. Las redes sociales no solo son espacios de ocio, sino también herramientas de aprendizaje, activismo y conexión global e impedir su uso puede desconectar a los adolescentes de debates actuales y oportunidades educativas que también forman parte de su crecimiento.
A mí, me surge una pregunta en cuanto a la aplicación de esta norma plantea interrogantes logísticos: ¿Cómo garantizar su cumplimiento sin violar la privacidad de las familias? ¿Qué tanto puede limitar la autonomía de los padres en la educación de sus hijos? Existe también el riesgo de que esta prohibición fomente el acceso clandestino, por ejemplo, el uso de una VPN solucionaría muchos casos de jóvenes traviesos y curiosos que se quieren meter en camisas de mil varas, generando más problemas que soluciones y dejando a los menores sin la orientación necesaria para manejar estas plataformas de manera segura.
La clave está en el equilibrio entre una prohibición y la educación acerca del tema, aunque ahora, en estos tiempos, la cultura digital inmediata sobrepasa todo esquema de relaciones interpersonales verdaderas y sanas. Yo siempre he creído que las barreras o cercos son una garantía de protección, aunque haya puentes de por medio que quieran cada vez más alejar el control parental de los menores de edad para enfrentarlos, como corderos, a una guarida de fieras salvajes, hambrientas por desestabilizar a la familia como primera línea de protección y núcleo social.
Estábamos viendo las noticias en la hora del almuerzo y mi hijo mayor me preguntó qué me parecía la decisión de Australia y yo le contesté que la prohibición y multas deberían ser aplicadas también a los padres que no están pendientes de lo que sus hijos ven en sus cachivaches electrónicos de chismorreo en cadena. Agregué a mi plática con él, que mejor disfrute de un verdadero tiempo de calidad alejado de las redes sociales como siempre lo hace.
No sé cómo lo tomó porque él tiene su celular y, aunque no vivimos en Australia, piensa que esa normativa se volverá mundial con el paso del tiempo (tiempo que a él ya ni siquiera ahora que es legal en un solo territorio lo incluye).
Sí, creo que los padres también deberían recibir sanciones disciplinarias pesadas, fuertes, que les duela en el bolsillo, el orgullo y el poco cerebro que poseen, y es justamente por el fenómeno actual en el que los mismos padres que deberían ser los custodios, defensores y guías de sus hijos, convierten lo cotidiano de los mismos en shows, grabaciones caseras, gifs, reels, etc., para generar vistas y visitas de individuos cada vez más extraños y, si la plataforma en donde suben su contenido supuestamente familiar (que me da mucho cringe) les genera dinero, qué mejor. Chequen este interesante video de DW:
Cuando los padres convierten a sus hijos en contenido para redes sociales están moldeando una realidad que esos menores no eligieron, pero que inevitablemente impactará su identidad y su percepción del mundo. En un principio, puede parecer inofensivo compartir fotos o videos adorables o momentos familiares; después de todo, las redes están diseñadas para conectar y muchos ven en ellas una manera de inmortalizar recuerdos, sin embargo, esta práctica tiene implicaciones mucho más serias, que se manifiestan a medida que esos niños crecen en un entorno donde su imagen y sus momentos más íntimos ya no les pertenecen del todo.
Para un menor, la exposición constante en redes sociales puede traducirse en una pérdida de privacidad incluso antes de que pueda comprender qué significa esa palabra. Su infancia, que debería ser un espacio seguro para equivocarse, aprender y crecer sin juicios externos, se convierte en un escaparate público. Las fotos de una rabieta, los videos de un baile gracioso o las historias de sus logros y fracasos quedan a merced de las interpretaciones y comentarios de un público que puede ser mucho más amplio de lo que sus padres imaginaron, y aunque los “likes” y comentarios positivos puedan parecer inofensivos, ¿qué sucede con esos momentos cuando el niño crece y no se siente identificado con esa versión de sí mismo que fue compartida sin su consentimiento?
Además, está la cuestión del consentimiento porque miles, millones de padres cabeza hueca argumentan que son libres de publicar porque son ellos quienes toman las decisiones hasta que sus hijos sean mayores, sin embargo, ¿dónde queda el respeto por la autonomía futura de esos niños? Publicar su vida en redes no es un acto neutral, es una decisión que puede condicionar su autoestima, su relación con su imagen y, en algunos casos, hasta su seguridad. No es raro escuchar historias de contenido infantil robado o mal utilizado, un riesgo que debería hacernos reflexionar sobre las consecuencias de esta sobreexposición.
También está el impacto emocional porque crecer sabiendo que partes de tu vida han sido documentadas y consumidas por extraños puede generar un sentimiento de despersonalización. Algunos jóvenes podrían internalizar la idea de que su valor radica en ser vistos o validados por una audiencia, otros podrían sentirse avergonzados o frustrados al no poder controlar la narrativa de su propia historia y, en el peor de los casos, la sobreexposición puede alimentar conflictos familiares, cuando esos hijos lleguen a la adolescencia o adultez y cuestionen las decisiones que sus padres tomaron en su nombre.
Sí, puede que la mayoría de los padres no actúen con malas intenciones porque consideran que publicar fotos de sus hijos nace del amor y del deseo de compartir su felicidad con amigos y familiares, pero deben entender que la línea entre compartir momentos significativos y convertir a los hijos en contenido es delgada y cruzarla puede tener consecuencias que no siempre se ven de inmediato. Deberían pensar con consciencia clara antes de publicar, deberían preguntarse: "¿Este contenido respeta la dignidad de mi hijo?" "¿Cómo podría afectarle a largo plazo?" "¿Es un momento que él querría compartir si tuviera la edad suficiente para decidir?"
Se debe devolver a los niños la posibilidad de construir su propia historia en su propio tiempo, dejarlos ser protagonistas de sus vidas fuera del lente de una cámara o del filtro de una aplicación porque la infancia, al igual que los recuerdos, debería ser un espacio íntimo y protegido, no un espectáculo que sirva para consumo digital que se ha convertido en tendencia, para mí, con red flag incluida.
Ya los leo más tarde.
Chau.
ENGLISH VERSION:
How's it going, Blurt folks?
I am telling you the gossip that you are surely coming to read in my meditation cave:
Australia imposes bans on the use of social media with million-dollar fines on companies that open their doors to children under 16... as always, there is a population divided between applauding the feat of the parliamentarians and being against it because they believe it is a ban on freedom of expression.
On the one hand, it is undeniable that social media has transformed the way we communicate, learn and entertain ourselves, however, it has also introduced complex challenges, especially for minors, who are often exposed to risks that are difficult to manage. From a positive perspective, the law seeks to protect teenagers from the harmful effects that excessive use of these platforms can generate.
Problems such as cyberbullying, exposure to inappropriate or harmful content, and the constant pressure to fit into unrealistic standards of beauty and success are issues that concern both parents and educators. In addition, limiting access could encourage a more balanced development, promoting activities that nurture creativity, real social skills, and a healthier relationship with technology.
Offering a less cluttered environment for children could be a relief, perhaps allowing for a re-evaluation of face-to-face interactions, deep conversations, and experiences that don't need to be captured in a post to feel meaningful. In essence, it's an attempt to give young people back the ability to live their adolescence more peacefully, without the burden of constant social comparison.
For some people, this restrictive measure has its questionable points because a total ban can be perceived as a way of underestimating the capacity of young people to learn and adapt to the digital environment responsibly. Social networks are not only spaces for leisure, but also tools for learning, activism, and global connection, and preventing their use can disconnect teenagers from current debates and educational opportunities that are also part of their growth.
For me, a question arises regarding the application of this rule, which raises logistical questions: How can it be guaranteed without violating the privacy of families? To what extent can it limit the autonomy of parents in the education of their children? There is also the risk that this ban will encourage clandestine access. For example, the use of a VPN would solve many cases of naughty and curious young people who want to get into trouble, creating more problems than solutions and leaving minors without the necessary guidance to safely use these platforms.
The key is in the balance between a ban and education on the subject, although now, in these times, the immediate digital culture surpasses all schemes of true and healthy interpersonal relationships. I have always believed that barriers or fences are a guarantee of protection, although there are bridges in between that increasingly want to remove parental control from minors to confront them, like lambs, with a den of wild beasts, hungry to destabilize the family as the first line of protection and social nucleus.
We were watching the news at lunchtime and my oldest son asked me what I thought of Australia's decision and I answered that the ban and fines should also be applied to parents who are not aware of what their children see on their electronic gossip-chain gadgets. I added to my conversation with him that he should rather enjoy some real quality time away from social networks as he always does.
I don't know how he took it because he has his cell phone and, although we don't live in Australia, he thinks that this regulation will become global over time (time that doesn't even include him now that it's legal in a single territory).
Yes, I think that parents should also receive heavy, strong disciplinary sanctions, that hurt their pockets, their pride and the little brain they have, and it is precisely because of the current phenomenon in which the same parents who should be the guardians, defenders and guides of their children, turn their daily lives into shows, home recordings, gifs, reels, etc., to generate views and visits from increasingly strange individuals and, if the platform where they upload their supposedly family content (which makes me cringe) generates money for them, all the better.
When parents turn their children into content for social networks, they are shaping a reality that those minors did not choose, but that will inevitably impact their identity and their perception of the world. At first, it may seem harmless to share adorable photos or videos or family moments—after all, social media is designed to connect, and many see it as a way to immortalize memories—but this practice has much more serious implications, which become apparent as these children grow up in an environment where their image and most intimate moments no longer belong to them.
For a child, constant exposure on social media can translate into a loss of privacy even before they can understand what that word means. Their childhood, which should be a safe space to make mistakes, learn, and grow without outside judgment, becomes a public showcase. Photos of a tantrum, videos of a funny dance, or stories of their achievements and failures are at the mercy of the interpretations and comments of an audience that can be much broader than their parents imagined, and while the “likes” and positive comments may seem harmless, what happens to those moments when the child grows up and no longer feels identified with that version of themselves that was shared without their consent?
There is also the issue of consent because thousands, millions of empty-headed parents argue that they are free to post because they are the ones who make the decisions until their children are older, however, where is the respect for the future autonomy of those children? Posting their life on social media is not a neutral act, it is a decision that can condition their self-esteem, their relationship with their image and, in some cases, even their safety. It is not uncommon to hear stories of stolen or misused children's content, a risk that should make us reflect on the consequences of this overexposure.
There is also the emotional impact because growing up knowing that parts of your life have been documented and consumed by strangers can generate a feeling of depersonalization. Some young people might internalize the idea that their value lies in being seen or validated by an audience, others might feel ashamed or frustrated at not being able to control the narrative of their own story and, in the worst case, overexposure can fuel family conflicts, when those children reach adolescence or adulthood and question the decisions their parents made on their behalf.
Yes, most parents may not be acting with bad intentions because they believe that posting photos of their children is born out of love and the desire to share their happiness with friends and family, but they must understand that the line between sharing meaningful moments and turning children into content is thin and crossing it can have consequences that are not always immediately visible. They should think with a clear conscience before posting, they should ask themselves: "Does this content respect my child's dignity?" "How could it affect him in the long term?" "Is this a moment that he would want to share if he were old enough to decide?"
Children should be given back the possibility of building their own story in their own time, letting them be the protagonists of their lives outside the lens of a camera or the filter of an app because childhood, like memories, should be an intimate and protected space, not a spectacle that serves for digital consumption that has become a trend, for me, with a red flag included.
Pienso que las redes sociales se crearon con un fin, tal vez bueno para algunos y malo para otros, pero ahora existen y ese fin está justificando medios, amigo lobo, porque las redes han comenzado a desvirtuar uno de sus propósitos que es el de la comunicación de manera global y sencilla, pero en sí, no es culpa de los creadores de las redes sociales, la responsabilidad está en nosotros como usuarios porque desde nuestros teléfonos, tabletas, laptops o pc de escritorio, subimos contenido que queremos mostrar como un medio de protesta, de paz o de simplemente comunicación con cualquier rincón del planeta.
Bien le respondiste a tu hijo mayor cuando te preguntó acerca de la ley en Australia, quienes deberían también estar incluidos en las multas y sanciones son los padres porque no están siendo responsables y más después de ver el video del reportaje de la DW que nos compartes, en donde los padres son quienes se encargan de explotar a sus hijos cuando tal vez estos no quieran ser conocidos por el mundo... ahí, en esa intención, hay algo que huele a podrido.
Sí es una bandera roja las redes sociales, pero no creo que lo sean solo para los adolescentes o niños menores de 16 años, sino para todos los usuarios que a diario entramos para leer o enterarnos de algo en los canales oficiales. Sí, lo más probable es que si esa ley australiana sobre las plataformas digitales resulta efectiva y bajan los índices de ciberacoso, de ideas suicidas, de insultos, de comportamientos mórbidos, puede que otras naciones la implementen, sin embargo, seguirá siendo tal vez infructuosa porque, de una u otra manera, aparte de que los menores buscarán formas de acceso como pasa en la actualidad, el ciberacoso, los insultos y los comportamientos mórbidos se permitirán todavía porque quienes empiezan con eso son los adultos que tienen libre acceso, así que las redes sociales deberían implementar algo en verdad severo para todos aquellos que, sin restricción de edad, cometen infracciones.
Muchas gracias por la publicación, mi amigo lobo, me gustó mucho. Saludos a tu esposa también y que tengan un día excelente, dentro de la grande bendición de Dios 🤗🤗