Posadas - Inns (spa-eng)

in blurt-192372 •  2 days ago 

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VERSIÓN ESPAÑOL:

¿Cómo va la gente de Blurt?

Les aúllo el chisme por el que seguro vienen a leer a mi cueva de meditación:

Las posadas en México son una de esas tradiciones que mezclan lo religioso con lo festivo, una celebración que, a través de los siglos, ha tejido una red de significados que une a las comunidades.

Surgieron en la época de la Colonia, cuando los evangelizadores españoles buscaban acercar las creencias cristianas a los pueblos indígenas, por eso, utilizaron el relato del peregrinaje de María y José hacia Belén como un medio para enseñar la historia de la Navidad, adaptando elementos locales y culturales para darle un sentido más cercano a las comunidades y así fue que las posadas se convirtieron en una mezcla única de catequesis y fiesta popular, dicho de otra manera, se transformó en una celebración sincrética.

Este festejo inicia justamente hoy, el 16 de diciembre, y se prolonga durante nueve noches hasta la Nochebuena, por lo que representa no solo el recorrido de los peregrinos, sino también los valores de hospitalidad y comunidad. Cada noche, el rezo del rosario, las letanías y los cantos se combinan con un ambiente festivo que incluye piñatas, luces, comida tradicional y convivencias. La dualidad de lo sagrado y lo mundano se vive con intensidad: el simbolismo religioso encuentra su expresión en los cantos solemnes, mientras que la alegría del festejo se refleja en los momentos de convivencia, el romper la piñata y compartir los tamales, el ponche y los buñuelos.

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La piñata, quizás uno de los elementos más emblemáticos, tiene una historia curiosa. Cuando adquieres una para romperla y esta tiene la forma tradicional de estrella con siete picos, mi abuela solía decir que simboliza los pecados capitales y que al romperla, se intenta demostrar la victoria del bien sobre el mal, con los frutos y dulces que caen como recompensa divina, sin embargo, más allá de estas explicaciones simbólicas e historias de abuelas que te las contaban con una buena taza de chocolate mexicano, la piñata es, para muchos, un momento de pura diversión, donde se mezclan risas, gritos y competencias amistosas para descubrir quién es el que en menos tiempo la rompe.

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Las posadas también tienen algo de magia por su capacidad de transformar espacios y tiempos. Por ejemplo, aunque vivamos una vida moderna en donde el ritmo cotidiano a menudo parece alejar a las personas unas de otras, las posadas actúan como un recordatorio de lo colectivo y como no puede ser de otra manera, en mi casa sí la vamos a celebrar porque mis hijos se criaron en ese ambiente. Una de las cosas que les encanta es que los lleve a comprar la piñata, sin embargo, porque no estamos en México, este año solo compramos los dulces para rellenar la que mi mamá me envió hace un par de semanas porque sabe cuán importante es para sus nietos esta tradición en donde las calles, los patios y las casas se llenan de luces, de velas, de faroles, y de un espíritu de unión que trasciende las generaciones porque son una invitación a detenerse, a compartir, a ser parte de una sociedad sana y libre.

Recordar nuestras tradiciones y llevarlas con nosotros donde sea que estemos es un ancla o una forma de conexión con nuestras raíces, una manera de contarle al mundo quiénes somos sin necesidad de grandes discursos. Las tradiciones sanas no solo nos pertenecen, sino que también nos definen y nos convierten, inevitablemente, en embajadores de nuestra tierra, aun sin proponérnoslo, por eso, celebrarlas lejos del sitio en donde nacimos se vuelve especial porque entendemos su verdadero valor justo cuando el sonido de una canción típica o el compartir de una comida hecha con recetas que han pasado de generación en generación tienen un significado y propósito de herencia bien recibida hasta con el pedazo de pastel que se prepara y se sirve a nuestros distinguidos invitados.

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No se trata solo de recrear un ritual, sino que llega a ser la resistencia frente al olvido, aparte de una declaración de identidad y más cuando los humanos a veces parecemos obsesionarnos más y más con la uniformidad y globalización, por eso, celebrar nuestras tradiciones en un lugar diferente es un regalo para nosotros mismos y al invitar a otros a formar parte de ellas, al explicarles sus significados, les ofrecemos una ventana a nuestra cultura, a nuestras historias, a nuestras formas de ver la vida sin que esto signifique imposición, sino todo lo contrario porque lo que queremos es construir puentes en lugar de muros, queremos enriquecer la convivencia a través de lo que llevamos dentro.

Es curioso cómo las tradiciones, incluso las más pequeñas, tienen el poder de unirnos con desconocidos. Alguien que prueba por primera vez un tamal, que escucha una letanía o que participa en un baile tradicional, aunque no entienda todos los detalles, puede sentir esa chispa de comunidad, de algo auténtico que va más allá de las palabras y eso nos beneficia a todos porque también aprendemos a valorar las tradiciones de los demás, a entender que cada quien lleva consigo una riqueza que merece ser conocida y celebrada.

No olvidarnos de nuestras tradiciones no significa aferrarse al pasado, sino llevarlo con nosotros al presente y al futuro porque las adaptamos encontrándoles un espacio incluso en contextos que podrían parecer incompatibles, como me pasa a mí, ya que en donde vivo la comunidad mexicana es casi nula, por eso, saber que no importa si estamos en un pequeño pueblo, en una gran ciudad o en un país al otro lado del mundo siempre hará espacio para un pedacito de nuestra historia y mientras sigamos recordándola y compartiéndola, seguirá viva, evolucionando con nosotros y dejando huella en los lugares por donde pasamos.

Es imposible no sentirse envuelto en la nostalgia que evocan las canciones que piden posada, el eco de las voces que, año tras año, entonan los mismos versos en busca de un refugio simbólico que, al final, siempre se les concede. A pesar de los cambios que el tiempo trae consigo, las posadas han sabido resistir y adaptarse y hoy, aunque en algunos lugares se han reducido a eventos más sencillos o se han mezclado con influencias modernas, su esencia persiste, siguen siendo un espacio de encuentro y de memoria, un recordatorio de cómo las tradiciones tienen el poder de unirnos y de darnos identidad.

Creo que eso es lo más valioso: no importa cuántos años pasen, mientras haya alguien que encienda una vela y entone una letanía, las posadas continuarán siendo un puente entre el pasado y el presente, entre lo sagrado y lo secular, entre las personas y sus historias compartidas.

Ya los leo más tarde.

Chau.

🐺🐺🐺🐺🐺

ENGLISH VERSION:

How's it going, Blurt folks?

I am telling you the gossip that you are surely coming to read in my meditation cave:

The Posadas in Mexico are one of those traditions that mix the religious with the festive, a celebration that, over the centuries, has woven a network of meanings that unites communities. They emerged in the colonial era, when Spanish evangelizers sought to bring Christian beliefs closer to indigenous peoples, so they used the story of Mary and Joseph's pilgrimage to Bethlehem as a means to teach the story of Christmas, adapting local and cultural elements to give it a closer meaning to the communities and so the Posadas became a unique mix of catechism and popular festival, in other words, it became a syncretic celebration.

This celebration begins today, December 16, and lasts for nine nights until Christmas Eve, so it represents not only the journey of the pilgrims, but also the values ​​of hospitality and community. Every night, the praying of the rosary, litanies and songs combine with a festive atmosphere that includes piñatas, lights, traditional food and socialising. The duality of the sacred and the mundane is lived with intensity: religious symbolism finds its expression in solemn songs, while the joy of the celebration is reflected in moments of conviviality, breaking the piñata and sharing tamales, punch and fried dough treats.

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The piñata, perhaps one of the most emblematic elements, has a curious history. When you buy one to break and it has the traditional shape of a star with seven points, my grandmother used to say that it symbolizes the capital sins and that by breaking it, you try to demonstrate the victory of good over evil, with the fruits and sweets that fall as a divine reward. However, beyond these symbolic explanations and stories from grandmothers who told them to you with a good cup of Mexican chocolate, the piñata is, for many, a moment of pure fun, where laughter, shouts and friendly competitions are mixed to discover who can break it in the least amount of time.

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Posadas also have a certain magic due to their ability to transform spaces and times. For example, even though we live a modern life where the daily rhythm often seems to distance people from each other, posadas act as a reminder of the collective and, as it cannot be otherwise, in my house we are going to celebrate it because my children grew up in that environment. One of the things they love is that I take them to buy the piñata, however, because we are not in Mexico, this year we only bought the candy to fill the one my mother sent me a couple of weeks ago because she knows how important this tradition is for her grandchildren, where the streets, patios and houses are filled with lights, candles, lanterns, and a spirit of union that transcends generations because they are an invitation to stop, to share, to be part of a healthy and free society.

Remembering our traditions and taking them with us wherever we are is an anchor or a way of connecting with our roots, a way of telling the world who we are without the need for long speeches. Healthy traditions not only belong to us, but they also define us and inevitably make us ambassadors of our land, even without intending to. Therefore, celebrating them far from the place where we were born becomes special because we understand their true value when the sound of a typical song or sharing a meal made with recipes that have been passed down from generation to generation have a meaning and purpose of inheritance that is welcomed even with the piece of cake that is prepared and served to our distinguished guests.

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It is not just about recreating a ritual, but it becomes a resistance to oblivion, apart from a declaration of identity and more so when humans sometimes seem to become more and more obsessed with uniformity and globalization. Therefore, celebrating our traditions in a different place is a gift to ourselves and by inviting others to be part of them, by explaining their meanings, we offer them a window to our culture, to our stories, to our ways of seeing life without this meaning imposition, but quite the opposite because what we want is to build bridges instead of walls, we want to enrich coexistence through what we carry within.

It is curious how traditions, even the smallest ones, have the power to unite us with strangers. Someone who tries a tamale for the first time, who hears a litany or who participates in a traditional dance, even if they don't understand all the details, can feel that spark of community, of something authentic that goes beyond words and that benefits us all because we also learn to value the traditions of others, to understand that each person carries with them a wealth that deserves to be known and celebrated.

Not forgetting our traditions doesn't mean clinging to the past, but rather taking them with us to the present and the future because we adapt them by finding a space for them even in contexts that might seem incompatible, as happens to me, since where I live the Mexican community is almost non-existent, so knowing that it doesn't matter if we are in a small town, in a big city or in a country on the other side of the world will always make room for a little piece of our history and as long as we continue to remember and share it, it will continue to live, evolving with us and leaving a mark on the places we pass through.

It is impossible not to feel wrapped up in the nostalgia evoked by the songs that ask for shelter, the echo of the voices that, year after year, sing the same verses in search of a symbolic refuge that, in the end, is always granted to them. Despite the changes that time brings with it, the posadas have known how to resist and adapt and today, although in some places they have been reduced to simpler events or have been mixed with modern influences, their essence persists, they continue to be a space of encounter and memory, a reminder of how traditions have the power to unite us and give us identity.

I think that is the most valuable thing: no matter how many years pass, as long as there is someone who lights a candle and sings a litany, the posadas will continue to be a bridge between the past and the present, between the sacred and the secular, between people and their shared stories.

I'll read them later.

Bye.

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  ·  2 days ago  ·  

En Colombia, hoy 16 de diciembre empieza las novenas, ejercicio en donde las familias y vecinos se reúnen a rezar alrededor del pesebre por nueve días, hasta el 24 de diciembre tal como lo dicta la tradición. Ese día se despide con festejos, dulces y demás regalos que recuerdan el nacimiento de Jesús para la cristiandad.

Creo que, como el día de las velitas, esta tradición de las posadas es otra costumbre más que debemos mantener en nuestras familias independiente al sitio en donde nos encontremos porque nos unen, pero también nos hacen valorar la riqueza que tiene el país en el que nacimos, no se trata de nacionalismo puro, sino de una marca o firma de identidad que aporta en vez de quitar.

Gracias, amigo lobo por traernos parte de tus costumbres que, aunque estés lejos de tu tierra, todavía las sigues celebrando como recordatorios imperecederos. Saludos para ti, para tu esposa y para toda la familia que los acompaña. Dios los bendiga grandemente 🤗🤗